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Reportaje:

'Chesi', el éxito a contracorriente

El escritor orensano suma premios y reconocimientos de colegas como Goytisolo

José María Pérez Álvarez, Chesi (O Barco de Valdeorras, 1952) es una rara avis de la literatura hecha en Galicia. Un escritor gallego que escribe en castellano. Un escritor temprano que ha hecho el lento recorrido promocional de los concursos (españoles). Y ha ganado muchos: el Premio Constitución de novela larga; el Felipe Trigo y el Ramón Sijé de novela corta y el Hucha de Plata, Gabriel Miró y Mor de Fuentes, de cuento. Pero, además, su novela Cabo de Hornos, fue finalista del Premio Nacional de Narrativa. Con este currículo a sus espaldas, Pérez Álvarez ha sido, hasta hace apenas unos años, un escritor silente. Ni siquiera una promesa. Un escritor de menos de 1.000 libros de tirada por edición.

Su vida literaria dio un vuelco en la feria del libro de Madrid de 2003. Juan Goytisolo leyó el pregón y, preguntado por sus gustos literarios, dio sólo un título: Nembrot, la última novela de Pérez Álvarez, publicada por DVD Ediciones. No era una pose. Goytisolo le dejó un mensaje en el contestador que fue el preámbulo de una ya larga relación de amistad. En 2005, se lo llevó al Instituto Cervantes de París con Francisco Ferré, Javier Posta y José María Ridao. Ahora le salen bolos: lo esperan en el Instituto Cervantes de Manchester y en la Universidad de Leeds para hablar sobre su propia literatura. Él se va dejando, aunque quiere ponerle freno. "Si metes la cabeza, puedes acabar viviendo de esto, pero te come el tiempo necesario para seguir leyendo y escribiendo", razona.

Como los éxitos no vienen nunca solos, ha comprometido ahora con una de las más relevantes editoras españolas -se resiste a hacer público el nombre hasta que no firme el contrato- la publicación de su próxima novela, La soledad de las vocales. La famosa y veterana editora quedó sorprendida cuando le ofrecieron al escritor orensano. "Es la primera vez que un editor me ofrece a su escritor", cuenta Chesi que le dijo.

Pérez Álvarez asume su nueva condición de visibilidad literaria con extraña naturalidad. "Siempre creí que mi literatura se quedaría aquí", señala, "aunque mis novelas tuvieran críticas en la prensa nacional". Porque está convencido de que el mundo literario es "terriblemente duro, a degüello en cuanto lees la novela de alguien que te gusta y no está en tu circuito".Y lo cierto es que él no está en los circuitos gallegos, "de más fácil acceso a la hora de editar y muy subvencionados", por lo que ha quedado prácticamente excluido de la crítica literaria hecha en Galicia. "He mandado galeradas, pero he comprobado que no se hace crítica de un gallego que escribe en castellano".

Y él se resiste a la narrativa en gallego. "Aunque hablo en gallego, mi idioma natural es el castellano y esto, para determinados círculos, es una especie de cáncer. No se atreven a llamarme españolista porque mi ideología es como la suya, pero yo creo que la literatura, como la pintura, como el arte en general, se sirve de un lenguaje universal. Estoy absolutamente de acuerdo con Marsé en que no se puede confrontar el idioma con la cultura", sentencia. "El 90% de los autores a los que les dedican el Día das Letras Galegas son bilingües, y ahí está Otero Pedrayo, traduciendo en los años 30 el Ulyses de Joyce".

Pero ahora que tiene éxito, recela de él. "Es que el éxito no puede existir en literatura. Se puede conseguir por otros medios, pero en esto no. La literatura exige un mínimo de decencia", remacha.

Con el reconocimiento a su labor -el cineasta José Luis Cuerda fue otro abducido por la literatura del orensano-, con el salto a una potente editorial, José María Pérez Álvarez mantiene intactas sus costumbres, su trabajo de funcionario en Hacienda, sus amigos y una previsión: escribir una novela centrada en Santiago "una ciudad maravillosa, como Mondoñedo -que ya reflejó en Nembrot-, una ciudad universal y sugerente".

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