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Allariz reivindica a 'Carmiña'

Tributo a Martín Gaite en la presentación de un libro sobre su galleguidad

Carmen Martín Gaite fue Carmiña. La hija inquieta y soñadora de Marieta Gaite, "una orensana por los cuatro costados", como ella misma se definía y que acabó incorporando su paisaje biológico al literario de su hija. Durante los veraneos en San Lorenzo de Piñor (Barbadás), a cinco kilómetros de Ourense, la niña y adolescente Martín Gaite forjó su biografía y su literatura.

"El caudal literario me fluye por el Miño, el Arnoia y el Tormes", reconoció
La hermana de la escritora afirma que Galicia fue "el Norte" de sus vidas

Quedó claro el sábado en Allariz. Una abuela alaricana a la que no llegó a conocer, Sofía Veloso, y los almendrados que la familia se paraba a comprar en la villa en el viaje de Salamanca a Piñor, fueron suficientes para que Allariz se volcara en el homenaje a la galleguidad de la escritora. La misma que reconoció: "El caudal literario me fluye por el Miño, el Arnoia y el Tormes". Y que afincó su paraíso perdido en Piñor. Entre música, proyección de fotos de la autora y recital poético, familiares, amigos y estudiosos trazaron la dimensión gallega de su obra.

La reivindicación del paisaje psicológico en su literatura, "tras la veneración de la obra en sí que nos trajo el estructuralismo", la formuló el profesor de Literatura Española de la UAM José Teruel Benavente, experto en Martín Gaite, quien reconoció a Galicia, y más en concreto a San Lorenzo de Piñor, como la verdadera "matria" de la salmantina. "Los estudios martingaitanos no deben escatimar lo biográfico, deben abordar una nueva fase más allá de la visión crítica norteamericana", señaló.

Y quedó contrastada la oren-sanidad de Martín Gaite. Una madre orensana, hija de un catedrático de Geografía, y un tío abuelo fundador del Ateneo de la ciudad y director y editor del periódico El Orensano, son avales. Pero, además, la hermana de la autora, Ana María, le puso el sello emocional a lo biográfico. "Pese a lo mucho que viajábamos, Galicia fue el Norte de nuestras vidas", afirmó, puntualizando que "quizá fue el alma lo que nunca se movió de aquí". "Galicia nos ha hecho considerar que lo importante es ir despacio, mirando, analizando lo que vemos, lo que sentimos, lo que abarcamos al mirar", leyó Ana María, pasaje del epílogo que ella misma escribió para Los perfiles gallegos de Carmen Martín Gaite, del orensano David González Couso.

Piñor fue el paraíso de la infancia. Allí Carmiña se volvió "indómita y poco melindrosa". "Trepé a los árboles y a las peñas, robé fruta, me monté en carros de heno de ruedas chirriantes y tirados por bueyes, me hice amiga de los niños de la aldea, asistí a procesiones y romerías y -ya un poco mayor- aprendí a bailar, tuve mis primeros escarceos amorosos y escribí mis primeros versos", recoge su autobiografía.

Y ese paraíso de la infancia recuperado en Allariz quedó patente en Las ataduras (1959), Retahílas (1974), y El pastel del diablo (1985). Pero Galicia fue además "acicate para la fantasía", destacó José Teruel, haciendo una semblanza de la relación de la escritora con su madre, dotada de una especial capacidad de ensoñación. "De tanto mirar, aprendí a fugarme yo también", escribió Martín Gaite de su madre, constatando la habilidad de su progenitora para perder la vista por la ventana en la hora difusa del atardecer y abstraerse. "Se le notaba lo lejos que había estado", dejó escrito, "¿Cómo no va a llegar a Nueva York?", se preguntaba tras ver a su madre en el trance de viajar a través de la ventana de la sala.

El sábado, evocada por familiares, admiradores de su obra, amigos y compañeros de juegos de los veraneos de cuatro meses, volvió a la infancia de Piñor. Todos la llamaron Carmiña. También el director de la editorial almeriense que ha publicado sus Perfiles gallegos.

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