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Columna
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El farolero que odiaba las bicis

A veces los nombres y las actitudes de algunos políticos convierten sus pomposos cargos en guasa. El impar F. Ibáñez creó el personaje del superintendente Vicente para convertirlo en jefe de Mortadelo y Filemón. Pero como la realidad siempre está dispuesta a ser la más cruel de las caricaturas, bastó que las Cortes Valencianas se inventaran para su presidente el título de "muy excelente presidente", para que al cabo de los años llegara González Lizondo a la cúspide del parlamento autonómico y la institución pasara a estar regida por el muy excelente presidente Vicente. Pareado, literal.

En los últimos años el cargo de la chirigota es un edil del Ayuntamiento de Valencia: Juan Vicente Jurado, concejal de alumbrado. Jurado perteneció a la misma camada que Lizondo, ya que fue uno de los fundadores de Unión Valenciana, partido con el que encabezó la candidatura a la Alcaldía en 1995, para después pasarse con báculos y bombillas al PP y convertirse en el farolero mayor del Reino. Según un estudio sobre contaminación lumínica, realizado por el Departamento de Astrofísica y Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Complutense de Madrid, España es el país de la Unión Europea con mayor consumo medio por farola y Valencia, la ciudad que más despilfarra de toda España. En Valencia se consumen más de 127 kW/ h. por habitante, frente a los 61,5 de Madrid o los 57,4 de Barcelona. Aunque puede que en los próximos meses la cosa se atempere, ya que el Ayuntamiento está cambiando las bombillas de Valencia por unas de menor intensidad y mayor eficiencia energética... a costa del Plan E del denostado Zapatero.

Pero, por lo visto, Jurado odia a los malditos ecologistas, que tanto le han criticado su desmedido ardor lumínico y el martes de la semana pasada hizo honor a su condición de farolero y ordenó a dos trabajadores de la empresa que lleva la contrata de alumbrado retirar, a golpe de maza y cincel, seis bicicletas que estaban candadas a varias farolas, frente a un local de su propiedad en la calle Moratín. El reportaje de Santiago Carregui y Lidia Maseres no tiene desperdicio (http://www.elpais.com/articulo/espana/farola/elpepuesp/20091201elpepunac_34/Tes). La historia es que al hombre se le hinchó la vena autoritaria y debió decirse que esos desgraciados ciclistas no sabían con quién se la jugaban y que qué diablos se habían creído atando bicis a sus farolas.

El síndrome de Jurado no es un caso singular. La bicifobia es una enfermedad extendida en Valencia. La padecen muchos automovilistas, entre ellos algunos miembros del sufrido gremio del taxi y unos cuantos conductores de la, en general, respetuosa plantilla de la EMT. Son muchos los hombres que no aman a los ciclistas y así les va, con el colesterol ideológico por las nubes... y algún que otro ciclista atropellado literal y civilmente.

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