¿Inmunes a la corrupción?
Sociólogos y analistas coinciden en que el electorado antepone la defensa de su ideología a penalizar en las urnas los escándalos políticos
Los escándalos de corrupción política, que afectan principalmente a dirigentes del Partido Popular -unos cuantos están imputados y otros a punto de rendir cuentas ante el juez- apenas alteran al mapa político valenciano. El PP sigue ganando, e incluso amplía su mayoría absoluta. Según la última encuesta publicada por EL PAIS, con motivo del 9 d'Octubre, el PP obtendría 60 diputados, seis más que ahora, y los socialistas perderían cinco, de 38 a 33. No obstante, la letra pequeña de la encuesta confirma el menoscabo de la credibilidad del presidente Francisco Camps, cuya valoración y confianza se hunden. Pero ¿por qué los escándalos de corrupción apenas pasan factura al PP en la Comunidad Valenciana? Los expertos consultados por este periódico despliegan un amplio abanico de argumentos, aunque coinciden en que "todavía" la ideología o la marca de un determinado partido político (PP o PSOE) influye más que los escándalos, y que la corrupción "desmoraliza y desmoviliza" más al votante progresista que al de derechas.
La ideología y la marca influyen más que los escándalos y las corruptelas
El catedrático en Sociología en la Universidad de Alicante Antonio Alaminos matiza que no se trata tanto de ser inmune o dejar de serlo sino de "cómo se procesan las noticias sobre estos escándalos", y explica que en general el electorado del PP, y todo su aparato mediático, minimiza estos casos, "asimilan y transforman estos escándalos reduciendo su importancia", y sin embargo a los socialistas les "desmoviliza y desmoraliza", aunque no les influya directamente a ellos.
Enrique Conejero, profesor de Ciencia Política en la Universidad Miguel Hernández de Elche y autor de estudios demoscópicos en La Vega Baja, caladero de votos del PP, confirma que "la percepción de la corrupción no influye tanto en el voto como la identificación partidaria". Es decir, que en una balanza el elector prima más su ideología o simpatía hacia un partido que el impacto de los escándalos. Además, la fidelización del voto es clave en el resultado. En el PP supera el 80%, y sin embargo entre los socialistas esta fidelidad se reduce al 50%. "El voto de derechas es más compacto, y el de izquierdas mucho más volátil", matiza Conejero.
El profesor de la Universitat de València Joaquín Azagra, coautor junto a Joan Romero del libro País Complex, recuerda que aunque no se traduzca en votos de castigo para el PP, los últimos estudios confirman que el prestigio de Camps "cae". ¿Y por qué eso no se traduce en votos? Azagra recuerda que cada persona solo tiene una opción, una papeleta, y en ese momento pone sobre la balanza la gestión de la crisis o castigar al corrupto. Además, esa corrupción "no afecta por igual a todas las ideologías, lo que se produce es una mayor abstención y una radicalización del voto en los extremos", y en el actual abanico de formaciones políticas el centro derecha tiene una única opción (PP) y la izquierda, múltiples. Azagra concluye que en las próximas elecciones autonómicas el electorado se debatirá entre "castigar la corrupción o la gestión titubeante de la crisis que ha hecho Zapatero". El periodista y ex diputado del CDS Carlos Laguna detecta ante la corrupción una "absoluta indiferencia que es peor que el pasotismo". Manuel Alcaraz, ex diputado en el Congreso y profesor de Derecho en Alicante, achaca la corrupción valenciana al modelo económico productivo desarrollado en los últimos años: construcción, grandes eventos y turismo, que han generado mucho dinero y desplegado intereses. Este fenómeno unido a la mayoría absoluta del PP en el Gobierno ha provocado una "falta de transparencia", a lo que hay que unir una "oposición débil" que en el fondo, hasta hace poco, aceptaba y comulgaba con este modelo. "La indignación ética requiere tiempo, se debe construir una alternativa para lograr una transferencia de voto", explica Alcaraz. De hecho, varios de los profesores consultados recuerdan cómo por ejemplo en los Estados Unidos el caso Watergate no afectó electoralmente a Nixon en las primeras elecciones, o en el caso de España a Felipe González, asediado por la corrupción y con las encuestas en contra, logró en 1993 gobernar otro mandato.
Manuel Atienza, catedrático de Filosofía del Derecho en Alicante, resume que el comportamiento de la izquierda y de la derecha es asimétrico: "Los primeros castigan a los corruptos y los segundos no (salvo naturalmente cuando la corrupción es de izquierdas)", y esta situación provoca una cierta "desmoralización" entre los progresistas que observan, y no entienden, cómo la derecha "se recrea, o por lo menos transige con la inmoralidad". Para Carlos Laguna la mayoría de la gente "pasa olímpicamente de la política, y a la hora de votar lo hace más pensando en la contra que en su propia elección, por eso los partidos no ganan por méritos propios sino por los errores del contrario". El problema es que parece que la corrupción no se visualiza como problema social. "La mayoría de los ciudadanos, si se les pregunta oficialmente, condenarán la corrupción, pero en una conversación distendida con unos amigos hablando del tema dirían la frase desafortunada: yo haría lo mismo, ¿o acaso tú no lo harías?", se lamenta Laguna. Alaminos cree que si los socialistas son capaces de transmitir el mensaje de que la corrupción se hace "con nuestro dinero, el de todos, que ha desaparecido" al final al PP le puede pasar factura en las urnas.
La teoría de la sal
Un veterano político socialista, durante décadas alcalde, considera que quizá la inmunidad de la sociedad valenciana ante la corrupción es como la sal "cuando te pasas, la comida pierde todo el sabor y lo echas a perder, pierde todo el efecto". Y las sucesivas noticias de corrupción al final pierden su lectura negativa, y entre el electorado cala aquella frase de que "al final todos los políticos son igual". Joaquín Azagra alerta, precisamente, de que eso podría pasar en el caso Gürtel, que al final, beneficie al PP. "En una sociedad desideologizada, donde unos no se cansan en repetir que todos son iguales, es una invitación a la abstención", y añade: "Con una izquierda que opta por posicionamientos más contundentes y radicales, al final resulta que la corrupción del PP pasa factura a los socialistas".
Los expertos consultados también achacan a la oposición política, y en especial, al PSOE, buena parte de la imposibilidad de rentabilizar políticamente estos escándalos. José Sanmartín, profesor de Derecho en Alicante y experto en temas de corrupción, critica el "seguidismo" del PSOE en algunos temas que le "ha granjeado el desapego de una parte de su electorado", y como ejemplo cita la connivencia con la política urbanística del PP. "El esfuerzo titánico de ética pública que hace Ángel Luna no cuenta con el respaldo de todo el partido, no es normal que esté él prácticamente solo", apunta Sanmartín. El profesor de la Miguel Hernández Fernando Conejero coincide en que un factor que explica estos resultados es la oposición política al PP, que "es débil, carece de liderazgo, ni se le conoce, ni se le ve ni tampoco presenta una alternativa clara". Y el profesor Manuel Alcaraz advierte, a modo de conclusión, que "en esta situación de emergencia democrática si el PP arrasa y consigue una victoria nítida y contundente será interpretado por ellos como un plebiscito para limpiar la imagen de corrupción".
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