Cara y cruz en El Cabanyal
Las casas rehabilitadas del barrio valenciano 'resisten' entre ruinas y solares
"Es que esto es un pueblo marinero". Dolores Espósito, de 72 años, suelta la frase como una declaración de principios. Como defensa de la singular estructura urbana de casas bajas de El Cabanyal, en cuyas calles vivió hasta su boda. Al igual que su amiga Pilar Ballester, de 69 años, rescata el pasado lejano para describir cómo era el barrio de pescadores antes de deslizarse por la cuesta abajo de la degradación. Ambas recuerdan las noches de verano en que en la calle de los Ángeles los vecinos se sentaban a la puerta para cenar. "Unos ponían las clóchinas, otros els caragols", apunta Pilar, "porque este barrio era la envidia del centro de Valencia".
Pero ya no lo es, aunque muchos vecinos se resisten a abandonarlo y cuidan lo que pueden sus casas. Como Pilar, que abre la puerta de la suya para mostrar un recibir impoluto. Han intentado comprársela por cuatro duros, pero ella no se va, sino que invierte lo que puede en arreglos. Y lo hace a pesar de que sobre un plano municipal su hogar quedará arrasado por las excavadoras, según el proyecto del gobierno local del PP para prolongar hacia el mar la avenida de Blasco Ibáñez a costa de 450 inmuebles -1.650 viviendas-.
"Es una pena, porque en el barrio hay unas casas que flipas"
Una parte de esos hogares condenados ya no existe. En la misma calle de los Ángeles estaban los obreros la semana pasada terminando de limpiar dos solares para vallarlos tras tirar las casas ya compradas por el Ayuntamiento. Desde enero, las apisonadoras han creado una decena de nuevos agujeros tapiados que salpican El Cabanyal entre edificaciones ruinosas y otras de fachada impoluta, y hasta nuevas. Es la cara y la cruz de un barrio en el que la rehabilitación urbana se fía a la iniciativa privada, sin apenas impulso público. "No han animado a meter dinero aquí, no dan licencias para hacer cosas y eso provoca que la gente abandone las casas", se queja un comerciante en la zona a derribar. "A mí no me dejaron hacer obras y al final vendí mi planta baja", coincide Elías Roger, de 72 años, mirando hacia el solar que quedó tras el derribo de su local en Francesc de Eximinis.
La asociación de vecinos de El Cabanyal-Canyamelar lleva tiempo denunciando que el convenio firmado en 2007 por las administraciones valencianas y el Ministerio de Vivienda para rehabilitar cerca de 800 viviendas hasta final de este año es un fiasco porque a su juicio el Ayuntamiento no lo ha impulsado ni publicitado lo suficiente. Según el grupo socialista, hasta el pasado febrero sólo se habían concedido subvenciones para 46 rehabilitaciones. El gobierno de la alcaldesa, Rita Barberá, centra sus esfuerzos en la prolongación de la avenida y la compra de los edificios que quiere tirar abajo -de momento, ha adquirido unas 200 viviendas-. La operación, que se estimó al aprobarse en 2001 en 156 millones de euros, se ha encarecido considerablemente por el paso del tiempo. Además, los inversores privados han abandonado Cabanyal 2010, creada con el Ayuntamiento y la Generalitat para el plan. Mientras, el PP ha desatendido otros aspectos, como la rehabilitación de 560 edificios y decenas de equipamientos que también prevé el plan. Las inversiones en el barrio -unos 53 millones- no han servido para reflotarlo.
Barberá, con la bendición del Tribunal Supremo para abrir la avenida tras una década de litigios con los vecinos, ha anunciado ahora un impulso a su proyecto en cuanto disponga de 166 millones que espera del Consell.
El primer objetivo es la calle de San Pedro, donde el Ayuntamiento quiere acelerar las expropiaciones para construir un ancho bulevar perpendicular a Blasco Ibáñez que implica la demolición de 136 viviendas. Una parte de la calle ya se ha convertido en una gran explanada asfaltada. A Ángeles Escudero, de 42 años y con tres niños, le han dicho que tendrá que dejar la vivienda que ocupa "en cuatro o cinco meses". "Llevo seis años aquí, a ver a dónde voy", se queja. Justo enfrente, en la acera de San Pedro que se salva como flanco del bulevar, luce por estrenar la vivienda de Francesc Aledón, de 61 años, que para su jubilación ha reconstruido esa "casa antigua" que siempre quiso y que abrió el pasado octubre al público en las jornadas de Portes Obertes que organiza Salvem El Cabanyal para mostrar la otra cara del barrio. La de la arquitectura modernista popular que sobrevive al abandono en medio de inmuebles desvencijados, como ocurre también en la calle de José Benlliure, donde sobresale por su diseño y color otro edificio cuyo destino es la piqueta. El plan municipal desanima a posibles compradores. Como Laila Torrent, de 29 años, que ha preferido vivir "de alquiler" ante el futuro incierto del barrio, lo que para ella "es una pena, porque hay unas casas que flipas".
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