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PARTIDO DEMÓCRATA
Columna
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‘Si camina como pato’…

El Partido Demócrata debe emprender un profundo proceso de reflexión sobre su desconexión con el electorado, especialmente con el que debería haberlos acompañado, para que pueda mantener el sistema de pesos y contrapesos del sistema político

Alexandria Ocasio-Cortez
Alexandria Ocasio-Cortez, en el Capitolio en Washington, el 19 de noviembre de 2024.Ben Curtis (AP)

Ha pasado ya casi un mes desde las elecciones que ganó Donald Trump en Estados Unidos, consolidando además las mayorías en el Senado y en la Cámara. Con una ventaja del 4%, que es definitiva, pero no es estrepitosa. A su vez, a pesar de que su campaña se gastó 1.500 millones de dólares en 15 semanas, Kamala Harris fue la primera candidata demócrata en perder el voto popular en dos décadas y fue derrotada en todos los Estados bisagra o swing states.

Pasada la campaña, vinieron los golpes de pecho demócratas, con rasgada de vestiduras, y buscando culpables. “No debería sorprender que el Partido Demócrata, que ha abandonado a la clase trabajadora, descubra que la clase trabajadora lo ha abandonado a él. Primero fue la clase trabajadora blanca y ahora son los trabajadores latinos y negros también. Mientras los líderes demócratas defienden el status quo, la gente quiere cambio, y tiene razón”, decía Bernie Sanders al día siguiente. Alexandra Ocasio-Cortez, otra de las voces más liberales (en el léxico político estadounidense), le advertía a Harris antes de las elecciones, por X, que habría una gran rebelión progresista si llegaba a sacar de su puesto a Lina Khan, a quien muchos consideran excesivamente progresista y enemiga del mundo empresarial. Khan dirige la poderosa Comisión Federal de Comercio (FTC, por sus siglas en inglés), que se encarga de hacer cumplir las leyes antimonopolio, proteger a los consumidores y regular las prácticas comerciales.

La todopoderosa y férrea líder demócrata de California, Nancy Pelosi, quien a sus 84 años fue elegida por vigésima vez a la Cámara de Representantes, culpó, al igual que otros, a Joe Biden por demorarse demasiado en renunciar a su candidatura, lo que evitó que hubiera una primaria del partido abierta en la que otros demócratas hubieran competido por la nominación. Esto en el fondo parecería sugerir que tampoco estaba contenta con Harris como candidata. Sin embargo, si una reciente encuesta publicada por Yougov tiene razón, la derrota del partido demócrata hubiera sido más amplia si el candidato o candidata hubiera sido Biden mismo, la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, o el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro. Se dice popularmente que “el hilo se rompe por lo más delgado” y en este caso, lo más delgado del hilo para muchos líderes del partido resultó siendo el presidente del país más poderoso del mundo.

Lo cierto es que la derrota de los demócratas, aunque no fue estrepitosa porcentualmente, sí fue muy clara. El partido republicano controlará, tras la toma de posesión, la Casa Blanca, la Cámara de Representantes, el Senado y el Tribunal Supremo. Suena a que Trump será un presidente omnipotente, con mucho margen de maniobra para realizar las reformas que quiere, pero las mayorías no le dan para ser un dictador o para decir que Estados Unidos ha entrado en una era de autoritarismo y fascismo. Trump tendrá que negociar y ceder con frecuencia, como le acaba de suceder con la humillante caída de su designado a fiscal general, Matt Gaetz, cuya entrada al gobierno no estaban dispuestos a apoyar muchos republicanos moderados.

Entre los latinos, la mayoría la siguen teniendo los demócratas, pero es cada vez más precaria, especialmente entre los hombres jóvenes. Así lo muestran múltiples encuestas y análisis, que además indican que una de las mayores preocupaciones es la situación económica. Similar situación sucedió con los votantes afroamericanos. Aún más, entre las mujeres —especialmente las mujeres blancas— Trump mejoró su posición, a pesar de sus líos judiciales por abuso sexual y de su posición claramente antiaborto. Esto sin contar la escogencia como fórmula a J.D. Vance, quien dijo en una entrevista en 2021 —durante el gobierno Biden— que Estados Unidos estaba gobernado por “demócratas, oligarcas corporativos y un montón de mujeres con gato y sin hijos que son miserables en sus vidas y con las decisiones que han tomado y quieren que el resto del país sea miserable también”. Es ampliamente conocido el alboroto que se armó con tan desatinado comentario, en el que hasta Taylor Swift intervino.

J.D Vance y Donald Trump
Donald Trump y J. D. Vance en un acto de campaña en agosto en Georgia. EDWARD M. PIO RODA (EFE)

De acuerdo con Pew Research Center (PRC) en una investigación reciente (noviembre 17 a 24), el 59% de los estadounidenses confían en que Trump manejará bien la economía, el 54% que lo hará bien en aplicación de la ley y lucha contra la delincuencia, el 53% en cuanto a inmigración y política exterior. En el tema del aborto, al centro del debate político nacional, solo el 45% cree que manejará bien el tema. También es interesante ver como —en el “termómetro emocional”— los votantes hoy tienen una aproximación más “cálida” hacia Trump. Este año el 43% declararon tenerla, comparado con el 34% en 2020 y el 36% en 2016.

Los resultados de Trump y el Partido Republicano son muy claros aunque, de nuevo, no son demoledores. Sin embargo, a nadie le debe caber duda del mensaje que los electores enviaron y que, en vez de señalarse y acusarse entre sí, deberían generar una reflexión en el Partido Demócrata, para ver cómo reconecta con la clase trabajadora, si quiere recuperar alguna de las cámaras del Congreso en 2 años. Trump obtuvo una mejor votación en 37 de los 50 Estados este año, aunque no haya ganado en cada uno de estos, si se compara esta elección con la de 2020 cuando compitió contra Biden. En la misma comparación, Harris obtuvo menos votos que Biden en 2020 en 44 estados, una clara desmejora del partido.

En 2016, Trump fue elegido para sorpresa de muchos, hasta él mismo, según se rumoraba en ese entonces. En 2020 el mismo voto popular decidió sacarlo de la Casa Blanca y darles paso a los demócratas. Tras cuatro años, la mayoría de la gente no quiso más progresismo y puso al conservadurismo republicano a comandar la rama ejecutiva y la legislativa con Trump como líder indiscutido del partido. Con un voto más a conciencia, porque ya lo conocen, ya saben quién lo rodea y ya saben qué es lo que pretende.

Ya es hora de que los demócratas paren de atacar e insultar a los republicanos, mirándolos con aire de superioridad moral. El ahogado no se busca río arriba. Lo que debe seguir es un muy profundo proceso de reflexión sobre su desconexión con el electorado, especialmente con el que debería haberlos acompañado, que les permita mantener el sistema de pesos y contrapesos del sistema político.

Porque finalmente, si camina como pato, tiene patas de pato, tiene plumas de pato y pone huevos de pato, es un pato. En otras palabras, si hasta los grupos que deberían estar votando por los demócratas votaron por los republicanos, el pato al que Estados Unidos quiere en este momento —para bien o para mal— es al pato Donald. Trump.

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