El reto de vacunar a 7.000 grandes dependientes en una semana

El trabajo en cadena facilita la inmunización de este colectivo en Extremadura pese a sus dificultades de movilidad. También los cuidadores profesionales reciben la primera dosis de Pfizer

Lorenzo García, de 93 años, recibe la primera dosis de la vacuna acompañado de su hijo Manolo, dentro de una furgoneta adaptada para silla de ruedas.Roberto Palomo

La cita era a las diez de la mañana en el Palacio del Vino y la Aceituna de Almendralejo (Badajoz, 33.855 habitantes), pero los convidados llegaron media hora antes. El recinto ferial, reconvertido esta semana en centro de vacunación, era un hervidero de ilusión y nervios. Los futuros inmunizados esperaban en silla de ruedas al aire libre o aguardaban su turno en el coche, todos acompañados por sus cuidadores. Lorenzo García, discapacitado de 93 años, resumía un sentimiento general: “Ya no tendré miedo al bicho”.

Dos polic...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La cita era a las diez de la mañana en el Palacio del Vino y la Aceituna de Almendralejo (Badajoz, 33.855 habitantes), pero los convidados llegaron media hora antes. El recinto ferial, reconvertido esta semana en centro de vacunación, era un hervidero de ilusión y nervios. Los futuros inmunizados esperaban en silla de ruedas al aire libre o aguardaban su turno en el coche, todos acompañados por sus cuidadores. Lorenzo García, discapacitado de 93 años, resumía un sentimiento general: “Ya no tendré miedo al bicho”.

Más información

Dos policías controlaban el inusitado tráfico bajo un sol abrasador. A pocos metros, el enfermero Manuel Romero, aposentado en la entrada, comenta que vacunan por orden de lista: 24 personas cada 30 minutos. La impaciencia por inaugurar la segunda jornada de vacunación para grandes dependientes se palpaba el pasado martes en esta localidad pacense, pero el respeto reinó entre los asistentes.

La entrega familiar también fue protagonista. Inés Guerrero recolocaba la bufanda a su madre, Carmen Álvarez, enferma de alzhéimer: ”¡Por fin ha llegado el día, mamá!”. Con delicadeza, le explicó a la matriarca, de 86 años, que es una de las “afortunadas” que recibirá la vacuna de Pfizer. A su lado, Ana Guijarro, de 74 años y con movilidad reducida, caminaba gracias a la ayuda de su inseparable andador y su entregado marido, Manuel Retamar, que la sostenía “como cada día en los últimos 30 años”.

Carmen Álvarez, de 86 años, antes de recibir la vacuna de Pfizer.Roberto Palomo

Extremadura ha afrontado esta semana el reto de vacunar a 7.000 grandes dependientes y a sus cuidadores profesionales. El grupo incluye a las personas que necesitan ayuda para desarrollar tareas básicas, consideradas dependientes de grado III según la Ley de Dependencia, así como a las que hayan solicitado el reconocimiento y a las que, sin haberlo demandado, tengan acreditado que padecen enfermedades que requieren intensas medidas de apoyo para desarrollar su vida.

El despliegue y el sacrificio familiar han sido claves para que todo fuera “sorprendentemente fácil”, como señala la coordinadora de vacunación, Paula Salamanca. Los efectivos de la Cruz Roja también han sido imprescindibles, facilitando hasta 300 desplazamientos diarios. Salamanca subraya la importancia del trabajo en cadena: “Si falla uno, fallamos todos”.

Vacunación en el coche

Los hermanos Manolo y Antonio García, que trajeron a su padre Lorenzo, de 93 años y en silla de ruedas, se esperaban un proceso “algo caótico”. Al patriarca, que sufrió un ictus hace ocho años y requiere atención constante, le han vacunado en el coche. “Ha ido todo sobre ruedas”, bromea Manolo. La logística siempre es la misma: cuatro enfermeras poniendo vacunas y controlando el sintrom para los pacientes anticoagulados, un celador pasando lista, un médico, y dos coordinadores del proceso. José Ángel Seguet, el celador de la jornada del martes, explica que funcionan como “una cadena engrasada”.

Todo arranca con el listado de grandes dependientes que la Junta envía a las distintas áreas de salud. A partir de ahí, explica Seguet, les citan uno a uno a lo largo de los siete días. “Los tiempos son clave, un retraso desbarata todo”. El coordinador del programa de vacunación en Extremadura, Ceciliano Franco, en contacto directo con el Ministerio de Sanidad, habla de un “triple reto”: el enorme número de personas que debían vacunar en poco tiempo, las dificultades de movilidad de los grandes dependientes, y la novedad que supone vacunar en el coche.

La enfermera Yolanda Sánchez prepara una dosis de la vacuna de Pfizer.Roberto Palomo

Los equipos de enfermería coinciden con Franco: “Era un reto ilusionante y ha ido mejor de lo que esperábamos”. Francisco González, de 54 años y enfermo de esclerosis múltiple, llegó con “miedillo” pero recibe la vacuna sonriente y da las gracias a estas “astronautas” vestidas de blanco. El enfermero Luis Brajones, con doble mascarilla, subraya que no solo es un reto de logística, también es “un desafío humano”, por lo delicados que son los grandes dependientes. Brajones señala la bolsa que tienen preparada por si hay reacciones adversas: “Venimos equipados hasta las canchas. Desfibriladores, adrenalina, suero... pero hasta ahora no ha habido complicaciones”.

Muchos familiares esperaban que les vacunaran en casa, “resguardadines”, como desliza la cuidadora Patricia Sanchís. La vacuna a domicilio era una vía que estudiaba la Agencia Española del Medicamento y que en Extremadura ha sido, según explica el coordinador Ceciliano Franco, “testimonial”. Fuentes de Sanidad señalan que la opción estaba encima de la mesa, pero finalmente lo descartaron por el tipo de vacuna. La de Pfizer no se puede mover porque se estropea o se desperdician dosis, como sostiene la enfermera Marigé Peguero, que ya ha vacunado a más de 100 dependientes. “No es una vacuna al uso, tiene una temperatura de conservación extrema y muy poca estabilidad fuera de esas condiciones”, remata la sanitaria.

Críticas por no incluir a los cuidadores no profesionales

Isabel Antúnez, de 77 años, preguntaba indignada a las dos enfermeras que coordinaban el proceso: “¿Por qué a mí no me vacunan?”. Las sanitarias le responden tajantes: “Seguimos el listado oficial”. Antúnez cuida a su hijo Francisco, de 54 años y enfermo de esclerosis, desde hace 40 años, y lamenta no recibir la inyección: “No tiene sentido, vivo pegada a él”. José García, de 58 años, a cargo de sus padres, también lo ve “ilógico”. El pasado 9 de febrero, Sanidad confirmó que los cuidadores no profesionales quedaban fuera de la fase prioritaria de vacunación.

Francisco González, 54, y su madre Isabel Antúnez, 77, en la jornada de vacunación de Almendralejo.Roberto Palomo

Aproximadamente unas 134.000 personas cuidan a algún familiar dependiente en España, y el 90% de este grupo son mujeres, según datos de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales. Muchos tienen miedo de contagiarse y que el dependiente a su cargo se quede solo sin recibir asistencia, como Antúnez: “No tengo para pagar una ayuda profesional”.

Desde Sanidad entienden esta polémica, pero insisten en que los profesionales atienden generalmente a más de un paciente: “Al moverse tanto, contagian más”. Y añaden que la prioridad es la salud del dependiente: “Los familiares cuidan siempre a la misma persona, que ya está vacunada”. La semana termina en Extremadura con 7.000 inmunizados y unos equipos sanitarios satisfechos: “Lo importante es vacunar bien y rápido”.

Más información

Archivado En