Ferraris sin rumbo en la noche sin fiesta de Marbella
El inicio de las restricciones, con la clausura de discotecas y el cierre de restaurantes a la una de la madrugada, corta las alas al turismo
Sentados en unas escaleras, Miquel, Dani y el resto de sus amigos andan planeando qué hacer. La noche es joven, como ellos, que rondan los 30 años. Han viajado desde Barcelona a Marbella para pasar una semana de vacaciones. Elegantes, están listos para comerse la noche. Sin embargo, no tienen dónde dar bocado. Es la una de la madrugada, pero las discotecas de la Costa del Sol están cerradas, como los bares de copas. Y los empleados de los restaurantes ya miran de reojo a los muchos clientes que permanecen en sus terrazas. E...
Sentados en unas escaleras, Miquel, Dani y el resto de sus amigos andan planeando qué hacer. La noche es joven, como ellos, que rondan los 30 años. Han viajado desde Barcelona a Marbella para pasar una semana de vacaciones. Elegantes, están listos para comerse la noche. Sin embargo, no tienen dónde dar bocado. Es la una de la madrugada, pero las discotecas de la Costa del Sol están cerradas, como los bares de copas. Y los empleados de los restaurantes ya miran de reojo a los muchos clientes que permanecen en sus terrazas. Es lunes y el ambiente en Puerto Banús es el de un sábado en cualquier otro rincón de vacaciones. Solo que las miles de personas que pasean lo hacen sin rumbo fijo ni local al que acceder tras el cierre del ocio nocturno por la crisis sanitaria. “Nos han invitado a fiestas privadas en villas, pero preferimos no ir: no hay seguridad”, dice casi al unísono este grupo de jóvenes, que tampoco se ha sentido seguro en los clubes de playa, donde “no hay control”. “¿Qué hacemos?”, vuelven a preguntarse. La playa tampoco es una opción: su uso está prohibido en la localidad a partir de las nueve y media de la noche.
La Junta de Andalucía publicó a media tarde del domingo la normativa, acordada por el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas, que obliga al cierre de locales de ocio nocturno y reduce la apertura de restaurantes hasta la una de la mañana, sin que puedan aceptar nuevos clientes a partir de la medianoche. La medida busca evitar nuevos rebrotes de coronavirus, que en Marbella han dejado 347 casos positivos en las dos últimas semanas, según los datos de la consejería de Salud y Familias. Es la segunda cifra más alta de toda Andalucía tras la ciudad de Málaga, que acumula 395.
El litoral andaluz ha sido epicentro de numerosas polémicas desde que un dj escupiera alcohol a quienes bailaban a su alrededor en el club Kokun, en Torremolinos. Benalmádena, Mojácar, Punta Umbría y Córdoba son puntos donde el ocio nocturno también ha sido señalado, como el festival Starlite, que mantiene sus conciertos diarios en Marbella pero ha cancelado las sesiones musicales posteriores. “Se han usado imágenes de clubes de playa, fiestas privadas o chiringuitos para demonizar al ocio nocturno, que estamos siendo muy cuidadosos”, dice Juan Rambla, vicepresidente de la federación Andalucía de noche, que reúne a más de 120 discotecas. “Esto es un cachondeo”, afirma para, después, añadir preocupado: “Estas medidas no se pueden soportar sin un plan de rescate”.
Cuando cae el sol en Marbella, la testosterona se transforma en la avenida Julio Iglesias en una competición por ver qué motor ruge más y quién lo tiene más grande. Hay un atasco singular. A un Lamborghini amarillo le siguen un Porsche Carrera azul marino y un Ferrari rojo. Esperan para entrar en una glorieta por la que circulan un Maserati y una ristra de Mercedes. Desde la puerta vacía de la discoteca Mirage, un grupo de jóvenes holandeses observa el desfile sin mascarilla. Es la tónica habitual. “Solo se las ponen cuando nos ven”, dice un agente de la Policía Local que patrulla la zona. Mirage no ha abierto esta noche, tampoco Kube, Funky Buddha o Seven, apenas separadas por unos metros. En ellas bailaban los cuerpos esculturales la semana pasada que, hoy, no saben dónde mostrarse.
“Es la Ley”, dice el portero del restaurante Vudú, a reventar pasadas las once de la noche. Muy cerca, en Sunset Café, una chica recibe sin mascarilla a la clientela que no para de llegar. Minutos después de la medianoche la empleada coloca una mesa en la entrada e impide el paso a nuevos clientes. “Son medidas que te dicen, de manera más o menos directa, que te vayas a casa”, comenta el marroquí Adam desde el restaurante Gold, que se disculpa en inglés ante unos turistas por no dejarles pasar a cenar. “Esto es malo para el negocio, claro, pero comprensible porque evitará más brotes”, destaca Bernard Sallamh, responsable de Baalbak, donde sirven comida libanesa. Aún quedan minutos para la una de la madrugada, pero su equipo ya recoge la terraza.
“Esto es un toque de queda sin sentido”, añade la francesa Olivia Valère, cuya discoteca cerró las puertas el domingo. “Debían habernos dejado 15 días más para recuperarnos económicamente, esto es muy duro”, cuenta la empresaria, que se siente perseguida después de que su negocio haya sido objeto de varias polémicas durante el verano. Su restaurante Lov sí abre, aunque solo hasta las una, cuando habitualmente cerraba a las tres. En la madrugada del lunes, a las 1.30 todavía salían clientes del local. Otros restaurantes de Marbella permanecían a esa hora con aforos prácticamente completos, que los agentes de la Policía Local visitaban con paciencia para recordar que debían cerrar. Dos establecimientos han sido ya sancionados. “La respuesta es bastante favorable, pero siempre hay excepciones”, dice Javier Martín, jefe de la policía municipal marbellí, que también vigila de cerca las fiestas privadas, un potencial peligro que ha sido foco de brotes en lugares como en las Baleares.
A través de un sendero junto a la playa, en apenas cinco minutos se llega desde Puerto Banús hasta el Ocean Club, uno de los espacios más exclusivos de Marbella. Las fiestas donde se derramaban por doquier botellas de champán de 500 euros han dado paso a un absoluto silencio. Su web anuncia la reapertura para el 30 de abril de 2021. Es el paso que seguirán muchos establecimientos de la noche marbellí y andaluza. Dan el verano por perdido, a pesar de que el turismo —especialmente belga, holandés y francés— sigue llegando a la Costa del Sol. “Este año toca ser diurnos”, dice Miquel, que junto a sus amigos termina de trazar un plan que —probablemente— les lleve de vuelta al hotel. Este verano, la noche es más corta que nunca en Marbella.
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