¿Redefinir la obesidad?: un análisis desde un enfoque no pesocentrista
Un estudio publicado en ‘The Lancet’ establece dos nuevas categorías para definir este factor de riesgo para la salud
La revista científica The Lancet ha lanzado una guía con la finalidad de realizar un abordaje más ético y científico sobre la obesidad. De hecho, en el estudio se habla de justicia social y estigma de peso, algo que personalmente me ha gustado mucho leer, pero ¿es algo novedoso o solo un poco de maquillaje?
Pongo algo de contexto:
La Organización Mundial de Salud (OMS) define la obesidad como “una acumulación anormal o excesiva de grasa, que puede ser perjudicial para la salud”.
Si analizamos esta definición de la OMS, menciona la posibilidad de desarrollar determinadas enfermedades, pero no habla de la sintomatología y daños propios de la enfermedad. Por tanto, podría interpretarse más como un factor de riesgo que predispone a otras patologías, en lugar de una enfermedad en sí. Esta clasificación como enfermedad está impregnada de conflictos de interés, especialmente con industrias relacionadas con la pérdida de peso, como las farmacéuticas.
En adultos, la clasificación internacional de la obesidad es la propuesta por la OMS y se basa en el Índice de Masa Corporal (IMC). Según este criterio, las personas cuyo IMC sea igual o superior a 30 kg/m² (igual para ambos sexos), se consideran obesas. El IMC se calcula dividiendo el peso (kg) por el cuadrado de la estatura en metros.
Sin embargo, el IMC es un parámetro que data del 1839, determinado por un físico, y adaptado por aseguradoras americanas, en los que las medidas se hacen sobre hombres blancos, es decir, que el IMC no tiene en cuenta variables tan importantes como el sexo, la edad, o la raza. Para empezar, es una medida machista y racista, que no es poco. Es un parámetro que solo tiene en cuenta el peso y la estatura, basándose en esos únicos datos del individuo, determina si hay infrapeso, normopeso, sobrepeso u obesidad, dejando de lado, la diversidad corporal y asegurando que hay un modelo de cuerpo “sano”, que tiene que ver directamente con el tamaño de este.
La evidencia científica en la práctica clínica demuestra que el IMC falla como herramienta diagnóstica. Algunos estudios revelan que cerca del 50% de las personas se categorizan de obesas, según el IMC, son metabólicamente saludables, mientras que un 30% de la población categorizada con normopeso, presenta problemas de salud significativos. Y además, el IMC, no tiene en cuenta el aumento del peso, como causa secundaria a una enfermedad, como podría ser un síndrome de Cushing o como consecuencia de un hipotiroidismo, subestima la historia propia del individuo.
En medio de este conglomerado clínico, bastante desfasado social y humanamente, ¿qué propone The Lancet? En un intento por redefinir la obesidad de manera más inclusiva y justa, el estudio de The Lancet establece dos nuevas categorías:
Obesidad preclínica: exceso de grasa sin daño aparente, pero con riesgos potenciales.
Obesidad clínica: una condición que afecta a órganos y funciones, atribuida al exceso de adiposidad.
Esta nueva definición de ”preclínica” se reduce a un factor de riesgo para desarrollar enfermedades, pero esto no quiere decir que las desarrolle. Por tanto, con esta nueva definición el estigma que acompaña a la palabra obesidad sigue intacto y la patologización a personas que, teniendo un cuerpo más grande, están completamente sanas.
Lo que se desprende del consenso, es que, aunque pone en el centro el abordaje del estigma de peso, sigue haciendo un enfoque pesocentrista de la salud. Además, el estudio declara conflictos de interés con vínculos evidentes entre los investigadores y grandes farmacéuticas como Novo Nordisk y Eli Lilly. En la guía propone el tratamiento medicalizado con semaglutida. Lo que en la práctica se traduce en ciclos de subida y bajada de peso, además de los efectos secundarios que causan estos medicamentos, aún por determinar a largo plazo.
Los ciclos de peso o weight cycling tienen consecuencias serias para la salud, que no podemos obviar. Favorecen un mayor estrés metabólico, y emocional, incrementan la mortalidad prematura, y aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes.
En mi opinión, nada va a cambiar si no se hace un enfoque de salud en todas las tallas (HAES), que no discrimine, ni suponga enfermedad solo por el tamaño corporal. Necesitamos que haya una educación nutricional accesible a todos, y que la nutrición tenga un papel fundamental en la salud pública. Además, un enfoque en salud preventivo, y no intervencionista. Si se pone el foco en la prevención, se evita el tratamiento farmacológico en muchos casos.
Se necesita más formación en trastornos de la conducta alimentaria, porque mientras la OMS no hace más que poner el foco en las cifras de obesidad o en medidas desde el ya citado IMC, los trastornos de la conducta alimentaria no dejan de aumentar y la edad de indicio cada vez es menor: ya debutan casos por debajo de los 12 años.
No podemos olvidar políticas que blinden el acceso para todos a una alimentación sana, porque si no, corremos el riesgo que de que la cesta de la compra se convierta en un privilegio solo para unos pocos. El contexto social y los recursos económicos interfieren de forma directa en la salud individual; por tanto, habrá que intervenir en políticas de salud pública que tengan en cuenta a los más desfavorecidos.
Y por supuesto, hay que trabajar sobre el enfoque pesocentrista de todos, pero en especial de los sanitarios. Si no, seguiremos sobrediagnosticando enfermedades por el peso corporal e infradiagnosticando, por el mismo motivo, obviando que ningún peso, asegura salud.
NUTRIR CON CIENCIA es una sección sobre alimentación basada en evidencias científicas y en el conocimiento contrastado por especialistas. Comer es mucho más que un placer y una necesidad: la dieta y los hábitos alimenticios son ahora mismo el factor de salud pública que más puede ayudarnos a prevenir numerosas enfermedades, desde muchos tipos de cáncer hasta la diabetes. Un equipo de dietistas-nutricionistas nos ayudará a conocer mejor la importancia de la alimentación y a derribar, gracias a la ciencia, los mitos que nos llevan a comer mal.