A vueltas con las hormonas: por qué es tan difícil que tomen en serio tus síntomas
A pesar del creciente interés por la salud hormonal femenina, la falta de estudios sólidos y la atención médica desigual sigue dejando a muchas mujeres sin la atención o el diagnóstico que requieren
Elisa García, 45 años, comenzó a notar síntomas hormonales en octubre de 2024. En su centro de salud, el primer médico descartó la perimenopausia “por ser demasiado joven”. En una revisión posterior, una médica más joven sí consideró esa posibilidad y le recomendó hábitos saludables, aunque le advirtió que para un enfoque más integral debía acudir a la sanidad privada. “Una siente que tiene que hacerse un máster para entender qué le pasa”, resume.
Ana González Ramos, investigadora del CSIC y experta en la dimensión social y de género de la salud, considera que cada vez hay más libros y voces hablando de salud hormonal femenina, tanto de profesionales como de personas interesadas, porque “es un tema que nos preocupa y del que queremos saber más”. Sin embargo, reconoce que cuando se busca ayuda médica, muchas veces no hay escucha o no hay un criterio claro. Ella misma también lo ha sufrido: durante la menopausia pidió una densitometría y cada especialista le decía algo distinto sobre la necesidad de hacerla. Al final se la hicieron, pero solo tras insistir. “Esa falta de coherencia y de estudios sólidos genera confusión, incertidumbre y, en última instancia, pone en riesgo la salud de las mujeres”, dice.
El origen de esta situación lo ubica en un lugar evidente: la investigación. Según la también directora del Instituto Social de Estudios Avanzados (IESA), la investigación médica sigue arrastrando un sesgo androcéntrico: “Durante décadas, la mujer ha sido tratada como una excepción, lo que explica la falta de criterios claros y la confusión en las consultas”. Aunque celebra los avances en la inclusión de mujeres en ensayos clínicos, advierte que aún falta incorporar la perspectiva de género en la investigación, algo que han denunciado a lo largo de los últimos años voces como las de la médica Carme Valls. “Hoy existe un esfuerzo por incluir a mujeres, niños y otros grupos antes excluidos de los ensayos clínicos, porque si no participan, no sabemos cómo les afectan los medicamentos. También hace falta más conciencia sobre la necesidad de equilibrar las muestras y tener en cuenta tanto el sexo (biológico) como el género (factores sociales y culturales)”, explica.
Para María Miguélez, miembro del Grupo Gónada, Identidad y Diferenciación Sexual de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), la buena noticia es que la investigación sobre la salud hormonal femenina se encuentra en una etapa de expansión con avances significativos en la comprensión de los efectos de las hormonas sexuales en la salud general, el envejecimiento y las enfermedades crónicas. “Hoy se reconoce que las fluctuaciones hormonales influyen no solo en la salud reproductiva, sino también en la salud cardiovascular, mental y metabólica de las mujeres. Sin embargo, aún existen brechas importantes, como la falta de intervalos de referencia robustos para estas hormonas y la necesidad de definir mejor los rangos terapéuticos en diferentes etapas de la vida femenina”, señala.
Infradiagnóstico de los trastornos
Matilde Gómez Frieiro es ginecóloga y divulgadora. En 2024 publicó el libro Mujeres sin reglas (Zenith) con el objetivo de desmontar mitos y ofrecer información rigurosa en torno a la menopausia. Este es precisamente uno de los terrenos que más estamos pisando en esta última década: cada vez más mujeres cuentan sus experiencias personales, pero también más profesionales sanitarios manifiestan interés en saber más sobre este asunto. También es el que más sufre el mal del infradiagnóstico en las consultas médicas, sobre todo cuando se trata de la perimenopausia. Así lo señala Gómez, quien explica que muchas veces esto pasa porque “los síntomas son muy inespecíficos, y se diluyen en diagnósticos generales asociados a estrés o ansiedad, lo que retrasa la detección y el abordaje adecuado de determinadas patologías”.
La ginecóloga no cree que deban hacerse pruebas hormonales de forma sistemática a todas las mujeres sanas en las revisiones ginecológicas estándar; de hecho, explica que ya hay protocolos de actuación de cuándo y qué hormonas se deben solicitar ante la sospecha de determinadas patologías como el hirsutismo, el síndrome de ovario poliquístico, la galactorrea, la infertilidad o la sospecha de insuficiencia ovárica primaria. Sin embargo, señala también que es clave tener en cuenta que hay muchas situaciones que no precisan de analítica hormonal, pero sí requieren de un estudio para establecer un diagnóstico. Ese es el caso de la menopausia fisiológica, por ejemplo.
Según las expertas consultadas para este reportaje, la atención a la salud hormonal debe empezar en Atención Primaria porque la prevención es una herramienta muy eficaz. En esto insiste Clotilde Vázquez, jefa de Endocrinología en la Fundación Jiménez Díaz y especialista en hormonas femeninas y menopausia, pero añade que para que esto sea una realidad es imprescindible reforzar los equipos con más médicos y enfermeras. “Existe una clara minimización y un infradiagnóstico de los síntomas asociados a la premenopausia y a la menopausia, tanto entre profesionales sanitarios como entre algunas mujeres”. Vázquez critica que aún se asuma que “hay que aguantar lo que toca” y se normalicen suplementos o tratamientos estéticos, mientras persiste una desconfianza injustificada hacia las terapias hormonales, que, asegura, hoy son seguras y mejoran la calidad de vida.
Entre los síntomas más comunes de los desequilibrios hormonales suelen estar los cambios emocionales —irritabilidad, tristeza, ansiedad o labilidad emocional—, pero también hay otros signos que con frecuencia se minimizan o se interpretan mal. Por ejemplo, ocurre, como cuenta Clotilde Vázquez, que cuando una mujer presenta la tensión arterial alta, a menudo se le dice que es por estar nerviosa o que es “tensión de bata blanca”, sin hacer un seguimiento adecuado. Sin embargo, advierte que la hipertensión es un enemigo silencioso, especialmente a partir de los 50 años. “Estos signos no deben banalizarse ni atribuirse solo a ansiedad, ya que reflejan un déficit hormonal real. Además, tras la menopausia, se dispara el riesgo cardiovascular, metabólico y óseo (obesidad, diabetes, hipertensión, osteoporosis). Por eso, esta etapa exige una atención médica específica y preventiva, centrada en detectar y tratar a tiempo los cambios que pueden derivar en enfermedades crónicas”.
Tradicionalmente, la salud de la mujer ha quedado en manos de los ginecólogos y ginecólogas, pero la mayoría no está especializada en menopausia. Aunque existen referentes internacionales como la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM), muchas mujeres no se sienten bien atendidas ni comprendidas. Y es que, aunque la menopausia tiene su origen en la falla hormonal del ovario, sus consecuencias van mucho más allá del ámbito ginecológico: afectan al metabolismo, al sistema cardiovascular, a la salud ósea, cognitiva y emocional. “Limitar su abordaje a lo genitourinario o mamario deja fuera una parte esencial del bienestar y la salud integral de las mujeres”, señala Clotilde Vázquez.
Pero es que, además, no todo es menopausia. Para María Miguélez, de la SEEN, también existen claros retrasos diagnósticos en patologías ginecológicas como la endometriosis, el síndrome de ovario poliquístico o el fallo ovárico primario. Clotilde Vázquez incluye los tratamientos hormonales para la fertilidad (FIV), ya que muchas mujeres sufren síntomas intensos sin recibir asesoramiento adecuado; y lo mismo pasa con enfermedades como los problemas tiroideos o la diabetes, donde los síntomas femeninos se confunden con frecuencia con ansiedad o estrés, en lugar de abordarse como signos clínicos reales. Matilde Gómez Frieiro ve que en la práctica clínica cuadros como el síndrome de ovario poliquístico, las disfunciones tiroideas leves, la perimenopausia precoz o la insuficiencia ovárica temprana pasan desapercibidos, no solo al médico si no incluso a la propia mujer que desatiende a las señales que le manda su cuerpo normalizando el malestar. Parte del problema es que los síntomas hormonales como el cansancio, los cambios de ánimo, las alteraciones menstruales, la caída de cabello, el incremento o la pérdida de peso, pueden parecer muy inespecíficos si no se contextualizan, y la consulta médica muchas veces se centra en resolver lo más urgente.
Información fiable o pseudociencia
Cuenta Elisa que ha encontrado más información de la que le ofrecieron en el centro de salud en redes sociales. “No sabía que la perimenopausia podía empezar tan pronto, ni reconocer los síntomas; llegué a pensar que me estaba volviendo loca porque no me reconocía ni física ni emocionalmente”, señala. Para ella, cualquier información clara habría marcado una gran diferencia.
Muchas pacientes sienten que sus síntomas “hormonales” no son tomados en serio en el sistema de salud: a menudo acuden con información y con síntomas, que luego cuesta mucho ubicar y encontrar un profesional que escuche y que transmita interés por lo relatado. ¿Hasta qué punto la medicina actual está al día con los avances y conocimientos sobre equilibrio hormonal y salud femenina? Matilde Gómez Frieiro asegura que, si bien la medicina avanza rápido, la formación continuada no siempre llega con la misma velocidad a todos los profesionales. “En el campo de salud femenina, hemos pasado de un enfoque casi exclusivo en la reproducción y el embarazo, a entender la importancia de las hormonas en todas las etapas de vida. Sin embargo, la integración de estos conocimientos en la atención pública todavía es irregular”, sostiene.
La ginecóloga también es divulgadora en redes sociales, un espacio que conoce bien y en el que sabe que hay profesionales “bien formados y preparados para divulgar con rigor”, pero también otros que transmiten contenidos sin respaldo científico. “Si una persona no domina el tema puede verse confundida por información contradictoria”, dice Gómez, que recomienda comprobar si la persona que divulga es especialista certificada (“No es lo mismo ser un profesional sanitario que un autodenominado coach o asesor de salud”) y desconfiar de discursos alarmistas, soluciones rápidas o tratamientos “milagro”, sobre todo si quien divulga es quien vende dichas soluciones.
“La información nos da poder para decidir con conciencia. Cada mujer, según sus objetivos, puede elegir lo que mejor se adapte a su vida, pero esa decisión debe partir de información fiable, no de ruido o desinformación”, dice Ana González Ramos. El problema, añade, es que hoy la información está fragmentada y sesgada, no solo por el perfil de divulgador que comentaba Matilde Gómez, sino también por los algoritmos de las redes sociales. “Muchas veces creemos estar bien informadas, pero en realidad solo vemos una parte del panorama”, afirma. Por eso opina que es clave formar mejor a los profesionales y aprender a reconocer esos sesgos —no solo digitales, también sociales o profesionales— que condicionan la forma en que entendemos la salud y tomamos decisiones.