Cómo reconocer a tiempo un trastorno de conducta alimentaria en niños y adolescentes

Los casos de anorexia, bulimia o atracones han aumentado tras la pandemia y su edad de inicio se ha adelantado, en una sociedad obsesionada con la delgadez e impregnada por la cultura de la dieta y la gordofobia

El rechazo a planes que impliquen comida puede ser un síntoma de trastorno de la conducta alimentaria.Anastasiia Bid (Getty Images)

Desde la pandemia, los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) no han hecho más que aumentar. En ese momento, el aislamiento, la falta de socialización, el mayor uso de redes sociales y el bombardeo mediático con salir de una pandemia mundial más delgado y en forma, fueron un caldo de cultivo idóneo para aferrarse al control sobre la comida y el cuerpo, como una manera de evadir la realidad que estábamos viviendo.

Los TCA no son más que una manera disfuncional de sobrevivir a traumas y de protección ante dificultades que no sabemos manejar. Es importante saber que tienen un componente genético muy elevado, de casi un 60%. El ambiente también hace mucho: vivimos en una sociedad obsesionada con la delgadez, en la que la cultura de dieta y la gordofobia lo impregnan todo. Y últimamente, se ha impuesto en la salud un neoliberalismo por el cual, si no estás suficientemente delgado, en forma o adecuado a los cánones estéticos, es por tu falta de disciplina. Como si la diversidad corporal no existiera, y todos tuviéramos que ser similares a un molde corporal universal.

Además de haber aumentado la prevalencia de estos trastornos, se han adelantado y comienzan a la edad de 12 años, acudiendo a los servicios médicos en una situación más grave. Este año he llevado en consulta a un chico con 15 años que, con tan corta edad, había pasado ya por dos ingresos hospitalarios por anorexia nerviosa. Y por desgracia, no ha sido el único. Tampoco quiero dejar pasar el hecho de que ser mujer ya es en sí un factor de riesgo para sufrir un TCA, por lo que la prevalencia en mujeres es mucho mayor.

En los años que llevo trabajando como nutricionista especializada en trastornos de la conducta alimentaria, últimamente estoy viendo esta oleada de chavales cada vez más jóvenes, preocupados por su cuerpo y aterrados por engordar, mientras están en pleno desarrollo. Es crucial una detección lo más temprana posible. Por todo ello, he querido hacer esta recopilación de comportamientos que nos pueden alertar de que nuestros pequeños estén pasando por un posible TCA:

  • Mayor interés por la comida, sobre qué se va a comer o cenar, cómo se va a preparar. Necesidad de control sobre lo relacionado con la comida y la compra. Incluso no querer comer esos platos que antes les gustaban, y ahora parece que ya no les apetecen tanto.
  • Ir inmediatamente al baño después de las comidas. Quizás se estén purgando. Es importante estar pendiente sin parecer un policía, porque precisan comprensión y ayuda. En realidad, un TCA esconde muchísimo sufrimiento. No necesitan broncas, sino apoyo y comprensión.
  • No querer asistir a comidas familiares o a planes con amigos que impliquen comida. Evitan ir a la comida, y puede que se pasen después o que ni siquiera asistan.
  • Tener comportamientos extraños en la mesa, por ejemplo: desmenuzar excesivamente la comida, beber mucha agua durante ellas, escarbar en el plato, eternizarse comiendo. También pueden cambiar su actitud en la mesa y estar muy irascibles y protestones, como producto del miedo y la ansiedad que les provoca la comida.
  • A veces esconden comida en el cuarto, en la ropa, para no comerla o bien para comer a escondidas esos alimentos que se prohíben o que en casa les han restringido. En este caso, lo que suele ocurrir, es que comen a escondidas por la vergüenza que les provoca reconocer que les gusta ese alimento, pudiendo haber atracones. Al haber tanta restricción, suelen acabar comiendo gran cantidad de comida a hurtadillas, lo que después les deja mucho malestar físico y, sobre todo, emocional.
  • Querer hacer una alimentación más saludable, aunque no sepan qué significa eso más allá de perder peso y dietas. Se interesan por las calorías, los ingredientes, cómo están elaborados los platos. Pueden estar muy vigilantes con lo que comen otras personas con las que se pueden comparar; por ejemplo, las niñas con las madres, amigas o hermanas.
  • Presentar un repentino interés por la cocina, y disfrutar haciendo comidas para los demás, que ellos no prueban. Les suele gustar servir y agasajar con comida a otros, disfrutan viendo cómo comen. Hay un triunfo interno que les refuerza la creencia de que los otros son débiles y sucumben a los encantos de la comida, mientras que ellos se mantienen férreos sin probar bocado.
  • El carácter también les cambia, y están mucho más tristes y ausentes. Pueden estar muy malhumorados. Suelen estar más destemplados, con frío constante, y más ausentes. Generalmente, se debe a la neblina mental: les cuesta concentrarse, por lo que el rendimiento académico también puede verse afectado, aunque generalmente son muy perfeccionistas y exigentes consigo mismos.
  • Se vuelven más activos, o en casa o en la escuela, mueven sin parar las piernas, deambulan. Aumentan mucho la actividad física, realmente es que no pueden estarse quietos.
  • Puede haber cambios repentinos en el peso, bajan o suben de repente. No consiguen un peso más o menos estable. Hay que tener cuidado con esto, porque sigue permaneciendo el mito de que los trastornos de la conducta alimentaria cursan con infrapeso, y por desgracia ocurren en todos los pesos, de hecho, solo un 7 % de ellos, están en pesos muy bajos. Celebrar pérdidas de peso en niños y adolescentes puede agravar las conductas peligrosas que les han llevado a hacerlo. No siempre un niño o un adolescente más delgado, va a estar más sano.
  • Tienden a aislarse, a pasar mucho tiempo solos, encerrados en el cuarto, y suelen dejar de hacer planes con amigos. A veces, el aislamiento social es una consecuencia del trastorno de la conducta alimentaria y, a veces, el aislamiento puede desencadenar un TCA, como ocurrió durante la pandemia.
  • Pueden pesarse mucho, criticar mucho su cuerpo y esconderlo. Es importante saber que a los niños no se les pesa. Suelen cambiar su forma de vestir y empezar a usar prendas más holgadas, escondiéndose tras tallas más grandes.
  • En los casos más graves, pueden lesionarse, y es posible que tengan heridas en brazos o piernas, en zonas que puedan ocultar fácilmente. Se hacen daño con objetos domésticos como una tijera, un marcapáginas metálico, o simplemente golpeándose ellos mismos. Las autolesiones son formas de liberar el dolor emocional que sienten.

Este artículo no pretende ser un diagnóstico, solo una llamada de atención ante estos síntomas. Si observamos alguno, es preferible consultar con un especialista en TCA. En estos casos, toda prevención es poca. Y, por último, ¿qué clase de sociedad somos, si los niños y adolescentes temen engordar? Deberíamos plantearnos nuestra responsabilidad en ello.

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