Cómo hacer ejercicio físico puede ayudar a mejorar la memoria
Una investigación prueba que 25 minutos de actividad física son suficientes para mejorar la memoria espacial, incluso en personas sedentarias
Ya se ha demostrado que la actividad física contribuye a evitar el deterioro cognitivo, pero ahora un estudio argentino da un paso más para intentar probar que podría incluso generar neuronas nuevas en la edad adulta.
Neurocientíficos y tecnólogos probaron que incluso personas sedentarias mejoraban su memoria espacial luego de hacer 25 minutos d...
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Ya se ha demostrado que la actividad física contribuye a evitar el deterioro cognitivo, pero ahora un estudio argentino da un paso más para intentar probar que podría incluso generar neuronas nuevas en la edad adulta.
Neurocientíficos y tecnólogos probaron que incluso personas sedentarias mejoraban su memoria espacial luego de hacer 25 minutos de ejercicio en bicicleta fija. La actividad física es, en realidad, una excusa para demostrar algo más: que ese esfuerzo puede contribuir a generar neuronas. “Nos basamos en un tipo de memoria espacial que se llama Patterns Separation (patrones de separación) que se elabora en el Giro Dentado, una región del cerebro que es el angulito del hipocampo, donde se procesan las memorias espaciales. Es el único lugar del cerebro de los mamíferos y, por lo tanto, también de humanos, en el que se cree que puede haber neurogénesis; generación de nuevas neuronas. Entonces, lo que intentábamos buscar es una memoria espacial que indirectamente funcione mejor si hay neurogénesis”, explica el neurocientífico y codirector del estudio Fabricio Ballarini, quien desarrolla su trabajo en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires y en el Instituto de Biología Celular y Neurociencias de la Universidad de Buenos Aires.
La clave está en el Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro (BDNF, por sus siglas en inglés), una proteína relacionada con el crecimiento y la salud de las neuronas que, además, aumenta cuando se hace ejercicio físico. Esto ya se había demostrado en ratones hace más de una década y ahora pudo adaptarse el experimento a humanos gracias a la realidad virtual, en el que participaron investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN). La memoria espacial, que registra información sobre el entorno y la ubicación de los objetos, se deteriora con el envejecimiento y la enfermedad de Alzheimer, por lo que es importante estudiar formas sencillas de mejorarla.
“Al estudiarse en humanos no se pueden analizar aspectos moleculares por cuestiones éticas, así que hay que observar el comportamiento de la memoria”, aclara Ballarini, desvelado por uno de los dilemas centrales de la neurociencia: si las neuronas pueden o no nacer en la edad adulta. El investigador explica: “El dogma central, sobre todo en mamíferos, es que nacemos con una dote de neuronas que se van muriendo y no nacen nuevas. Para saberlo habría que poner una cámara permanente que detecte el momento exacto en que nace una neurona. Eso es imposible. La única forma de saberlo es indirecta. Por eso, nuestra hipótesis central es que si las personas hacen actividad física, se elevan los niveles de BDNF”.
Si eso ocurre, los investigadores creen que debería reflejarse en un mejor desempeño de la ubicación espacial que solo se procesa en el giro dentado, donde brotan las neuronas. “Lo que buscamos es alguna evidencia indirecta de que podría haber neurogénesis en el humano y que eso se dispara con el ejercicio. En el fondo, el objetivo máximo es demostrar que la actividad física genera neuronas nuevas”, afirma el neurocientífico, popular en el país por su actividad como divulgador. De hecho, parte del financiamiento de este estudio se benefició de su actividad como comunicador de la ciencia, además de algunos fondos de transferencia tecnológica de la UNICEN y el aporte salarial habitual del CONICET.
Una cueva memorable
Un grupo de 98 voluntarios y voluntarias de entre 18 y 40 años entraron a una suerte de cueva visual, un Entorno Virtual Asistido por Computadora (CAVE, en inglés), en la que se proyectaba un paisaje desértico en las paredes y el piso para dar una sensación de inmersión real. Allí, debían observar atentamente e intentar memorizar la ubicación de una serie de banderas. Podían desplazarse virtualmente con una palanca de mando, como en un videojuego, y valerse de las pocas referencias montañosas o algunas nubes. El entorno artificial les permitió mantener estables las variables ambientales que, en un contexto natural, se habrían visto alteradas por factores como el viento, la luz solar, la temperatura o la interferencia de animales.
Las proyecciones permitieron, además, “no tener nada puesto, como un casco, de modo que sea más parecido a la realidad”, según destaca el doctor Cristian García Bauza, coordinador del laboratorio en el que se desarrolló esa herramienta. Al salir, los participantes fueron separados de manera aleatoria en dos grupos: uno que se ejercitó en bicicleta fija durante 25 minutos, dentro del que había deportistas y sedentarios, y otro que miró sentado un vídeo de una carrera de ciclismo. Esto se hizo para poder distinguir la sensación mental de estar haciendo actividad física de los efectos cerebrales de hacerla realmente. Veinticuatro horas más tarde, según explica la investigadora de la UNICEN Florencia Rodríguez, ambos grupos regresaron a la CAVE para comprobar si eran capaces de ubicar por sí solos las banderas que habían visto en la primera etapa. El resultado fue que todos los que habían realizado ejercicio físico, incluyendo a los sedentarios, pudieron ubicarlas correctamente en el espacio, mientras que quienes solo habían visto un video de una carrera, no lograron ese objetivo.
Hallar alternativas a los fármacos es otra de las motivaciones del equipo neurocientífico. “Lo que nos interesa muchísimo es encontrar cuestiones que tienen que ver con estimulaciones externas que puedan ayudar a la memoria. A partir de los 40 o 45 años se empieza a observar déficits de memoria en personas sanas y aún más en una población en proceso de envejecimiento. En algunos países, a fin de siglo va a haber una cantidad enorme de adultos con problemas cognitivos, tanto en la población económicamente activa como en la inactiva”, dice Ballarini. Por eso, explica, su búsqueda se basa en encontrar herramientas puntuales. Por ejemplo, si se quiere afianzar un recuerdo, como estudiar algo, se podrían seguir determinados pasos como sorprenderse, ir a algún sitio específico, dormir una siesta o hacer actividad física, algo que sea producto de entender cómo funciona el cerebro. “Nosotros lo probamos con memoria espacial y ahora intentaremos probar con el recuerdo de algo que no tenga que ver con la memoria espacial. Lo orientaremos hacia algún promotor de la memoria”, añade.
Aunque este estudio no es suficiente por sí solo para concluir taxativamente que el ejercicio físico genera neuronas, sí representa un paso significativo hacia ese objetivo.
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