José Francisco López-Gil, nutricionista: “Hemos visto un aumento de la obsesión compulsiva por la comida saludable con las redes sociales”
Un estudio con datos de 16 países concluye que el 22% de los niños y adolescentes sufren trastornos de la alimentación
En los últimos años, la salud mental de los niños y adolescentes se ha deteriorado. Además de los trastornos de ansiedad o la depresión, los factores que afectan a la alimentación se encuentran entre los más preocupantes, pero faltan estudios para entender cómo comienzan y cómo prevenirlos. Hace unos días, un equipo de científicos liderado por José Francisco López-Gil (Archena, Murcia, 33 años) publicó un trabajo pionero en la evaluación del alcance de estos trastornos. ...
En los últimos años, la salud mental de los niños y adolescentes se ha deteriorado. Además de los trastornos de ansiedad o la depresión, los factores que afectan a la alimentación se encuentran entre los más preocupantes, pero faltan estudios para entender cómo comienzan y cómo prevenirlos. Hace unos días, un equipo de científicos liderado por José Francisco López-Gil (Archena, Murcia, 33 años) publicó un trabajo pionero en la evaluación del alcance de estos trastornos. Según una revisión de artículos que fue publicada en la revista Jama Pediatrics y que incluyó datos de 16 países, el 22% de los niños y adolescentes sufren estos problemas, que son la antesala de los trastornos más graves. López-Gil, que realizó aquel trabajo como investigador de la Universidad de Castilla-La Mancha, considera fundamental conocer la dimensión del problema y atender a las señales de alerta para evitar que lleguen a más.
Sus resultados confirman algo que se suele dar por sabido, como que estos problemas con la alimentación o la presión por tener una imagen determinada, aunque también afectan a los chicos, los sufren más las chicas. Pero el investigador considera que sus resultados también señalan algunos errores de percepción de la población sobre quienes sufren estas dolencias. “Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), la anorexia o la bulimia se asocian a la delgadez, pero nosotros hemos visto que, a mayor índice de masa corporal, mayor prevalencia de desórdenes alimentarios”, afirma. “Y tiene sentido, porque una persona con mayor exceso de peso corporal posiblemente tenga una peor imagen corporal, problemas de autoestima, e incluso, problemas de bullying en su centro educativo”, añade. “En numerosas ocasiones se asume que la persona que tiene sobrepeso u obesidad lo tiene por decisión propia, pero no es así. Hay factores que dependen del individuo, pero hay otros que no. Esta presión social conlleva, en ocasiones, a que en estas personas el desorden alimentario sea más frecuente, por lo que es muy importante prestarles atención”, remacha.
Pregunta. Igual que la ansiedad, los trastornos de la conducta alimentaria son más frecuentes en chicas. ¿A qué se debe?
Respuesta. No podemos señalar a un único factor, pero sí que tenemos hipótesis al respecto. Por un lado, están los estereotipos que se generan a través de la imagen ideal representada en las redes sociales o los medios de comunicación (especialmente en el sexo femenino). También puede deberse a la mayor presión social sobre ellas por la estética. A través de redes sociales se transmite, a veces, una imagen distorsionada de la realidad que se intenta imitar y podría generar estas conductas, principalmente en las chicas. También hemos visto un repunte de los trastornos por ansiedad, estrés o depresión, y esos problemas relacionados con la salud mental podrían ser un mediador de los desórdenes alimentarios.
P. Además de identificar el problema, ¿qué se puede hacer para evitar que siga creciendo o que se reduzca?
R. En primer lugar, se trata de mejorar la detección temprana de este tipo de conductas. Hay herramientas, como el cuestionario que hemos utilizado, que incluye cinco cuestiones que se responden con sí o no, y pueden servir para tener un cribado de estos desórdenes alimentarios. Así, se podría tener un poco más en mente este comportamiento, a través de la concienciación en atención primaria o de las familias. Hay que tener en cuenta que, si observamos estos comportamientos en nuestros hijos y se mantienen durante el tiempo, podrían derivar en problemas mucho más graves.
En segundo lugar, se deben realizar campañas que fomenten una imagen corporal positiva y hábitos alimenticios correctos. Realizar una comida copiosa y después saltarse varias comidas para compensar, por ejemplo, son comportamientos que deberíamos tener en cuenta. Estas cuestiones las deberíamos trabajar desde muy temprano, porque estamos viendo que en este grupo de edad las prevalencias son altísimas.
P. ¿Cuáles son las señales a las que hay que estar atento?
R. Un factor es la edad. El inicio de estas conductas se suele situar entre los 12 y los 14 años. Otros factores son la excesiva preocupación por la imagen corporal, sentir que se tiene exceso de peso cuando los demás lo ven como una persona delgada, el uso del vómito autoinducido o una pérdida grande de peso corporal en muy corto de tiempo. Y si siente que la comida domina su vida, es decir, estar comiendo y no poder parar. Estos son algunos de los aspectos que evalúa este cuestionario. No significa que si tenemos a un niño o una niña con alguno de estos síntomas de forma aislada tengamos que acudir inmediatamente a profesionales de la salud mental, pero, si se mantienen durante un tiempo prolongado, puede ser una señal de que necesitemos acudir a dichos profesionales.
P. ¿Cree que puede ser algo positivo aplicar este tipo de cuestionarios en colegios o institutos para prevenir, de la misma manera que los adultos se miden la tensión o se hacen análisis de sangre?
R. Estos cuestionarios no son fáciles de aplicar en cualquier contexto para obtener resultados fiables. Si lo aplica el tutor de clase, por ejemplo, y el alumno no tiene una buena relación con él, a lo mejor no reconoce una conducta, porque no quiere que esa persona la conozca o tiene miedo a que se lo comente a sus padres o tutores. Pero quizá con un profesional de la salud o con un orientador que no tiene un papel tan activo en las clases diarias puede ser una alternativa para hacer uso de esta herramienta y que sirva como cribado. El cuestionario es sencillo, pero es necesario que lo aplique una persona con conocimientos en el área y que sepa cómo utilizarlo correctamente.
P. Y una vez que se detecta el problema, ¿cómo se trata?
R. Como el problema es multifactorial, el tratamiento debe ser multidisciplinar. Este es uno de los errores que en muchas ocasiones se cometen. Aquí han de tener cabida psiquiatras o psicólogos, que suelen ser los profesionales a los que se cree que únicamente se debe acudir, pero también son importantes los nutricionistas o médicos de atención primaria en la parte de la prevención. Una vez que ha aparecido el problema, además, también podrían ser clave los profesionales de las ciencias de la actividad física y del deporte, porque hay conductas como el ejercicio compulsivo que podrían ser síntoma de un trastorno de la conducta alimentaria.
P. A veces los TCA aparecen por un exceso de conciencia sobre lo que es sano y lo que no. ¿Cómo se puede vigilar la alimentación con naturalidad, sin pasarse?
R. Con el uso de redes sociales como Instagram o TikTok hemos visto aumentar las conductas relacionadas con la ortorexia, que es una obsesión compulsiva por la comida saludable, y que también hay que tener en cuenta. De momento no es un trastorno de la conducta alimentaria definido como tal, pero estos comportamientos están en auge, por los comentarios, positivos o negativos, que se pueden recibir en redes sociales, por la posibilidad de utilizar filtros que generan una imagen irreal de la persona, por seguir a gente que muestran en redes una conducta o un estilo de vida que después tampoco se asemeja a la realidad o que son figuras idealizadas. Todos estos factores pueden incrementar estos comportamientos cada vez más prevalentes. En la prevención, habría que concienciar de que, en numerosas ocasiones, las redes sociales no son un reflejo de la realidad.
P. Se habla mucho de la relación entre las redes y los problemas de ansiedad o los alimentarios, pero ¿está confirmado con datos?
R. No hay tantos. Nosotros hemos realizado un estudio con adolescentes de Archena, que aún no hemos publicado, y donde hemos observado que sí hay una asociación entre un mayor tiempo de uso de redes sociales y estos desórdenes alimentarios. No podemos hacer que las personas dejen de utilizar la tecnología, pero es posible que, en lo que a veces percibimos como un enemigo, pueda estar también la solución. El uso tan frecuente de las redes sociales y de la integración en la vida de los adolescentes podría aprovecharse para que, a través de esas mismas redes y por medio de influencers reconocidos, se realicen campañas de prevención dirigidas a niños y adolescentes.
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