Gate 93, la puerta de entrada de los españoles a Silicon Valley

Tres españoles 'techies' crean un fondo para integrar a las 'startups' creadas en España en la cuna del emprendimiento

De izquierda a derecha: Ibai G. Urruchua, Juanjo Feijoo y Javier Cortés, socios fundadores del fondo Gate 93.Fabián Oloarte - Platzi

Los mitos son casi tantos como las ilusiones con las que vienen los emprendedores a esta orilla del Pacífico. Antes la cosecha era de fruta y ahora proliferan las empresas que se adquieren o salen a Bolsa. Esta es una tierra fértil en muchos sentidos.

Desde los buscadores de oro a los emprendedores, San Francisco ha vivido oleadas de inmigración que tratan de labrarse un futuro mejor, alcanzar los sueños, brillar en un entorno ultra competitivo. No todos los consiguen, por supuesto. Basta con citar que entonces las grandes fortunas las hicieron los que ofrecían servicios para los minero...

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Los mitos son casi tantos como las ilusiones con las que vienen los emprendedores a esta orilla del Pacífico. Antes la cosecha era de fruta y ahora proliferan las empresas que se adquieren o salen a Bolsa. Esta es una tierra fértil en muchos sentidos.

Desde los buscadores de oro a los emprendedores, San Francisco ha vivido oleadas de inmigración que tratan de labrarse un futuro mejor, alcanzar los sueños, brillar en un entorno ultra competitivo. No todos los consiguen, por supuesto. Basta con citar que entonces las grandes fortunas las hicieron los que ofrecían servicios para los mineros: vendedores de palas y fabricantes de ropa de trabajo. De entonces queda Levi’s, el fabricante de vaqueros que nació a mediados del siglo XIX en esta ciudad. Hoy se multiplican los espacios de coworking, las empresas de servicios para facturar e incluso las herramientas de comunicación para startups, como Slack, pasan a ser una promesa de negocio próspero, por no hablar de los que ofrecen menú o fruta fresca para estas oficinas chic. El problema estriba en la cantidad de cadáveres que van quedando en la carrera por el éxito.

La premisa es clara: no todo el dinero vale igual.

En una conversación informal, durante un afterwork típico de la zona, tres amigos con muchos puntos en común comenzaron a pensar en la cantidad de startups llegadas de España que han probado suerte y se han vuelto antes del despegue de su idea.

Los ejemplos surgen rápidamente. En los más de tres años de corresponsalía algunos casos duelen especialmente. Como el de Koldo García, de Madpixel, una startup de contenido enriquecido con varias propuestas interesantes. Desde análisis de objetos en vídeos a revistas enriquecidas. Su empresa sigue creciendo, desde España, pero la aventura en Silicon Valley no tuvo el eco que anhelaban.

O el caso de Roser Solanes y Oriol Sanleandro, un matrimonio joven de Barcelona que puso en marcha lo que entonces era una novedad en San Francisco. Make Eat Easy ofrecía una suscripción para recibir alimentos frescos y una receta para hacerlo. Se enviaba un kit para dos raciones. La idea era que cada semana se recibieran las cantidades adecuadas para no comer siempre lo mismo, descubrir sabores, aprender nuevos platos y no desperdiciar. Ahogados por la falta de financiación, cuando Blue Apron, recientemente estrenada en bolsa, pasó de la costa este a la oeste, con un gran pulmón en forma de inversión para hacer campaña. Terminaron emprendiendo el viaje de vuelta.

Por el camino aprendieron muchísimo de logística, embalaje, conserva y entrega de alimentos, narrativa en recetas rozando el entretenimiento y los deseos y gustos del consumidor final. Ambos son padres hoy. Sanleandro es general manager de Cabify en la Ciudad Condal y Solanes ha lanzando una firma de potitos para bebés con ingredientes naturales, Biotitos. Esta zona ha dejado huella en sus trayectorias, pero queda la sensación de que con algo más de ayuda y conexión su historia podría haber sido diferente.

Los fundadores del fondo durante un encuentro en San Francisco.Fabián Oloarte - Platzi

Por supuesto, se aprende de la aventura, pero a un grupo de tres amigos y conocedores profundos del ecosistema les dolía ver ilusiones truncadas cuando, en muchos casos, se podría haber planteado el aterrizaje y desarrollo de manera distinta.

Ese contexto fue el caldo de cultivo de Gate 93, la puerta de embarque habitual para ir y volver de San Francisco a España. Ahora también hace alusión a un fondo de inversión de capital riesgo con una visión diferente.

  • El equipo

Javier Cortés (Valencia, 1980), Ibai García Urruchua (Abadiño, 1982)y Juan José Feijoo (Buenos Aires, 1985) comenzaron a pensar en crear una red de apoyo, primero. Después, en una consultoría con toques de mentoría. Tras contemplar todas las opciones posibles, se percataron de que el mejor vehículo para tener un impacto real, organizado y sostenido, era convertirse en VC, leído visí, los glóbulos rojos de este sector efervescente.

Querían evitar abandonos o confiar demasiado en el voluntarismo. Cada uno de los socios no dirigentes que se han sumado a la idea ha aportado capital, conocimientos y el compromiso de poner al servicio de los recién llegados su red de contactos profesionales. Ese es precisamente uno de los puntos diferenciales, conectar con los expertos en cada campo y paliar las carencias de los equipos para estar al nivel exigido en un ecosistema extremadamente competitivo.

Cortés, que estudió un año en San José, la antigua capital de Silicon Valley, antes de entrar en la universidad, lleva siete años en San Francisco. Después de ejercer como consultor, llevando de cerca los números de Twitter o Yahoo!, fichó por Instacart, donde es controlador financiero. Ahí conoció a Feijoo, un ex-Googler que. tras pasar por Instacart, donde era vicepresidente, acaba de fichar por Adobe. Durante la etapa de ambos en Instacart fueron clave en la última ronda de financiación, más de 400 millones con una valoración de más de 3.400 millones de dólares para el carrito de la compra más usado en esta zona.

García Urruchua, ingeniero y MBA por el IE, ha pasado por Mozilla y Tok Box. Este verano fichó por Hearsay Systems.

Al trío fundador se ha sumado Tony García Jiménez, uno de los magos del márketing de la zona. Hace casi 10 años vendió su primera empresa de tecnología. Desde entonces ejerce de asesor, consejero e inversor con Richmond Partners tanto en firmas locales como de España y América Latina, una de sus debilidades.

  • El método

A su alrededor se ha creado un ambiente especial, de suma. Perfiles relevantes del mundo tecnológico han comenzado a formar parte de Gate 93. Family offices, socios de otras propuestas que piden coinvertir para estar dentro de las oportunidades, inversores que se fían de una combinación de olfato y pasión por el análisis de datos para encauzar una startup hasta jugar en la primera división de la tecnología.

Vista aérea de San José, en Silicon Valley.

La premisa es clara: no todo el dinero vale igual. Una frase que se repite aquí y cobra sentido cuando se exploran las posibilidades de este colectivo, bien conectado, con reconocimiento profesional. Muchos fondos tienen más pulmón financiero, pero no la información de cómo se funciona tanto en España como en Silicon Valley. Ibai apunta a los contactos como punto distintivo: “Muchos quieren venir, pero no hay mucho orden. He intentado ayuda a los que vienen de escuelas de negocios, del IE, de Mondragón Team Academy, pero faltaba una manera formal de ayudar”. Feijoo también ha percibido que en este tiempo las promesas rotas se han multiplicado: “Hay muchos que dicen estar aquí, pero a la hora de la verdad no abren puertas. Queremos aportar sin aparentar”.

Los tres repiten una frase: “Queremos devolver lo que Silicon Valley nos ha dado. Ponemos nuestro tiempo y conocimiento como advisors porque pensamos que con capital, talento y apoyo podemos corregir lo que no se hace bien”.

Ellos ya lo han hecho, quieren ayudar a que otros sigan sus pasos.

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