30 años sin paz, ni buen gobierno, ni desarrollo
La historia de Mozambique está repleta de episodios en los que conflictos armados y sociopolíticos con participación de actores externos e internos han coexistido. Pero la sociedad mozambiqueña se presenta como una que hace ya tres décadas que entró en una fase de posconflicto
El colonialismo portugués se enfrentó al Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO) desde mediados de los años sesenta, en pleno auge de los movimientos de liberación anticoloniales en el continente africano. Pero fue la caída del régimen autoritario de Portugal en 1974, mediante la Revolución de los Claveles, la que desencadenó la independencia de Mozambique un año después, junto con otras colonias portuguesas. No obstante, el nuevo Estado independiente, gobernado por el FRELIMO, de orientación marxista-leninista, se encontró tan solo dos años más tarde con el estallido de un nuevo conflicto armado.
Aquello surgió como consecuencia del enfrentamiento entre el Gobierno de partido único y la Resistencia Nacional Mozambiqueña (RENAMO). Este era un grupo armado insurgente de orientación anticomunista, financiado por los regímenes de minoría blanca de Sudáfrica y Rodesia y apoyado por diversas potencias occidentales en el contexto del enfrentamiento bipolar.
Para la mayoría de la población de Mozambique, a luta continua… —la lucha continúa, en portugués
El conflicto entre el FRELIMO y la RENAMO, que pese a su notable influencia exterior fue conocido como guerra civil de Mozambique, duró alrededor de 15 años y tuvo graves consecuencias humanas y socioeconómicas.
Han pasado ya 30 años desde la firma del Acuerdo General de Paz de Roma en 1992, con el apoyo de Naciones Unidas y en el contexto del fin del apartheid sudafricano y del colapso del bloque soviético. Desde entonces, muchas cosas han cambiado, pero otras dinámicas permanecen.
Evolución socioeconómica
La mejora de los niveles de diferentes indicadores de desarrollo tras el fin del conflicto armado entraba dentro de lo previsible. Así, la esperanza de vida al nacer o la tasa de finalización de educación primaria han aumentado significativamente desde entonces. Algo similar ha sucedido con el nivel de ingreso per cápita, aunque muy por debajo de los valores medios para África subsahariana y para los Países Menos Adelantados (PMA).
En 2021 Mozambique ocupó uno de los últimos puestos de la categoría de bajo desarrollo humano (el 185, sobre un total de 191 países). Pese a la mejora en su Índice de Desarrollo Humano y en otros indicadores vinculados a este, su valor se encuentra también por debajo de la media de estos grupos con los peores datos.
Igualmente, la reducción en los niveles de pobreza, a la que tantos esfuerzos han sido dirigidos, pese a ser notable, dista de ser satisfactoria. Así, la tasa de incidencia de la pobreza se ha reducido sustancialmente en las últimas décadas. No obstante, estas tendencias generales ocultan el incremento paralelo de los niveles de desigualdad y la fuerte concentración de los hogares pobres en las zonas rurales.
Una democracia con asignaturas pendientes
A nivel político, la paz formal dio paso a una democracia multipartidista que con el tiempo ha evidenciado diferentes deficiencias y grandes asignaturas pendientes. Entre ellas podríamos citar la falta de alternancia en el Gobierno, el inacabado proceso de descentralización a nivel territorial o el reiterado cuestionamiento de la transparencia en los procesos electorales por parte de la RENAMO.
El conflicto entre el FRELIMO y la RENAMO, que pese a su notable influencia exterior fue conocido como guerra civil de Mozambique, duró alrededor de 15 años y tuvo graves consecuencias humanas y socioeconómicas
Lo mismo cabría decir sobre los bajos niveles de calidad democrática o la alta percepción de la corrupción, evidenciados en la baja posición de Mozambique en índices sobre democracia o corrupción.
Finalmente, la confluencia de estos y otros factores acabaron por convertir el enfrentamiento político en armado cuando la RENAMO decidió retomar las armas en 2013. Ello se concretó en ataques sobre objetivos como instalaciones gubernamentales y emboscadas a trenes o vehículos en las carreteras, mayormente en las regiones del centro y norte del país.
Varios años con diferentes iniciativas de pacificación fueron necesarios para llegar finalmente al Acuerdo de Paz de 2019, si bien este acuerdo ha sido violado en diversas ocasiones por una de las facciones de la RENAMO.
Megaproyectos extractivos y nuevos conflictos
Uno de los principales cambios recientes está vinculado a la explotación de recursos extractivos, mayormente carbón y gas natural en las provincias de Tete y Cabo Delgado, respectivamente. Todo ello ha supuesto el desembarco de grandes empresas transnacionales, tanto desde el Norte como desde el Sur Global.
En estas zonas se han generado optimistas expectativas sobre la mejora de las condiciones de vida para la población local. Sin embargo, existe gran incertidumbre y preocupación respecto a los efectos concretos que todo ello puede llegar a tener realmente.
A esto habría que añadir la falta de transparencia y las prácticas clientelares, que a menudo consolidan la captura de recursos por parte de las élites políticas. Todo ello acaba conformando una sociedad “de acceso limitado” que evita una distribución justa de los beneficios resultantes de esas grandes inversiones y la aplicación de un modelo de desarrollo más inclusivo.
A su vez, estas dinámicas han aumentado también el riesgo de sobreendeudamiento y el servicio de la deuda pública de Mozambique ha aumentado muy rápidamente en los últimos años.
Además, se está generando gran frustración e incremento de la conflictividad vinculada al incumplimiento de las expectativas iniciales, a procesos de reasentamientos forzosos de miles de personas, así como a los daños medioambientales generados por dichos megaproyectos.
Por último, a partir de finales de 2017 surgió en este contexto un nuevo brote de violencia armada en Cabo Delgado, vinculado a sectores radicalizados del islam, cuyas causas conviene no simplificar.
Esto comenzó con ataques a puestos de policía, emboscadas y enfrentamientos con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, que continuaron con la destrucción de infraestructuras, quema de viviendas y asesinatos indiscriminados de la población civil en dicha provincia, para luego extenderse a las vecinas Niassa y Nampula.
Se estima que unas 3.500 personas han muerto como consecuencia de estos ataques y en torno a 800.000 han sido forzadas a abandonar sus hogares. Ante esto, la militarización de esta zona del país, por parte del ejército y de fuerzas armadas de Ruanda y de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC, por sus siglas en inglés) como grupo regional, se ha convertido en la principal respuesta por parte del gobierno; todo ello en un contexto de duras críticas a la actuación de las fuerzas de seguridad por graves abusos y violaciones de derechos humanos.
La lucha continúa
No hay duda de que en las tres últimas décadas se han producido en Mozambique grandes transformaciones en áreas muy diferentes, si bien no siempre positivas. Todo ello no ha hecho sino evidenciar los problemas y límites del modelo de desarrollo actual en términos económicos, sociales y políticos, así como los grandes retos a los que se enfrentará en el futuro.
Durante la guerra de independencia se popularizó una expresión, convertida en lema para un pueblo que aspiraba a liberarse de sus ataduras, a ser dueño de su futuro y a reconstruir su país para crear de forma colectiva una nueva realidad y alcanzar el logro una vida mejor. A día de hoy esta sigue aún muy vigente, porque para la mayoría de la población de Mozambique, a luta continua… —la lucha continúa, en portugués.
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