En Sudán, la ayuda llega de la mano de las vecinas
En medio de la crisis humanitaria, las mujeres se han erigido como poderosas agentes de cambio, formando redes locales que están marcando la diferencia, especialmente en las ciudades
Enredados en unas conversaciones de una paz que no termina de llegar, los sudaneses han soportado más de 12 meses de un conflicto violento desde que estallaron enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas Sudanesas y las Fuerzas de Apoyo Rápido [paramilitares], en lo que es la mayor emergencia de desplazamiento y protección a nivel mundial.
Aproximadamente ocho millones de personas están desplazadas internamente en Sudán, y 24,8 millones necesitan apoyo humanitario y protección. La violencia y el abuso han causado un extenso daño a las viviendas y a infraestructuras críticas como los sistemas de agua y salud, el colapso de servicios bancarios y financieros, cortes frecuentes de energía e interrupciones en los servicios de telecomunicaciones. Sudán enfrenta una crisis de protección para mujeres y niños. Tres millones de menores de edad han sido desplazados, mayoritariamente niñas, la cifra más alta a nivel mundial.
El impacto del conflicto en Sudán es urbano. Las ciudades se han convertido en puertos de movimientos “a la inversa” de población, transformándose en zonas de acogida de personas desplazadas. Esta repentina afluencia está ejerciendo una significativa presión en las infraestructuras de servicios básicos urbanos, sometidas a una presión que supera con creces su capacidad. El agua, la electricidad, los servicios sanitarios y la gestión de residuos sólidos, que ya eran escasos antes del conflicto, están desbordados y son prácticamente inaccesibles. Y una capacidad urbana desbordada es una fuente de tensiones emergentes entre las comunidades de acogida y las personas desplazadas internas, que se manifiesta en prácticas abusivas relacionadas con el acceso a los servicios básicos, lo que agrava los problemas de protección en estas ciudades.
En medio de esta crisis humanitaria, las mujeres se han erigido como poderosas agentes de cambio. Su resiliencia, liderazgo y esfuerzos colectivos desempeñan un rol crucial en la respuesta humanitaria, especialmente en la respuesta a la crisis urbana. Esta participación de las mujeres a nivel local es el reflejo del auge del activismo femenino de las últimas décadas. Durante la revolución de 2019, que condujo al derrocamiento del dictador Omar Hasan al Bashir, las sudanesas desempeñaron un rol crucial. A pesar de los obstáculos políticos, participaron activamente en las protestas y abogaron por el cambio; tanto en el Documento Constitucional de 2019 como en el Documento de Paz de Yuba se abordaron específicamente los derechos de la mujer, la paz y la seguridad, algo impensable anteriormente.
En respuesta al conflicto actual, más de 49 grupos dirigidos por mujeres han formado la Plataforma Paz para Sudán y junto a redes como Mujeres contra la Guerra y Madres de Sudán documentan las violaciones y monitorean la situación.
Una campaña promovida por mujeres, llamada Juntas contra la Violación, y creada para exigir justicia a nivel social y legal para las víctimas y mejorar las condiciones sociales y legales de las supervivientes, es un ejemplo más de cómo las mujeres lideran la respuesta a una de las armas de guerra más extendidas y con más impunidad, la violencia sexual. Desde diciembre hasta marzo de 2024 ya habían documentado 245 casos, cifra que sigue aumentando rápidamente.
Y según ONU Mujeres, las organizaciones comunitarias y redes vecinales, que distribuyen casi un tercio de la ayuda humanitaria, son lideradas por mujeres (27%) y por mujeres junto a jóvenes (27%). Son ellas las que prestan atención a las necesidades específicas de las sudanesas, que parecen descuidar los grupos locales liderados por hombres, como la distribución productos menstruales y las necesidades de las personas con discapacidad y mayores, así como la prestación de servicios de salud reproductiva, aunque los informes humanitarios alertan de que miles de embarazadas necesitan estos servicios.
Estas redes de vecinas hacen hincapié en la empatía, el cuidado y la ayuda mutua. No solo comparten y distribuyen alimentos, también cuidan de niños y niñas, con la gran mayoría de las escuelas cerradas. Fomentan un sentimiento de pertenencia y hermandad, a la vez que se empoderan mutuamente compartiendo conocimientos, defendiendo los derechos de la mujer y desafiando las normas de género, una vez más en las más difíciles circunstancias. Su papel no siempre es visible, pero es un salvavidas para millones de personas.
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