Un pacto de ciudades para hacer frente al cambio climático en África
La contribución de las urbes africanas al calentamiento es irrisoria, pero les afecta de lleno. Nuakchott, la capital de Mauritania, es una de las que quieren hacer de la sostenibilidad una oportunidad
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Al viajar por carretera de Nuadibú, capital económica mauritana, a Nuakchot, capital del estado, sorprende ver una hilera de 40 aerogeneradores inmóviles; la central eólica de Boulenouar. Nueva, de 100 megavatios de potencia, abastece el 20% de la potencia eléctrica del país.
Este parque eólico, construido por empresas españolas, funcionará cuando se termine la línea de alta tensión que conecta las dos principales ciudades del país, a cargo de la compañía eléctrica nacional, con financiación del Banco Mundial y fondos árabes. Mientras, la población que vive cerca del parque y de las líneas de alta tensión carece de acceso a la electricidad.
Mauritania es un país muy extenso (el doble de superficie que España) y poco habitado (diez veces menos que España) que está en fase de desarrollar su red eléctrica nacional. La mayoría de sus ciudades dependen de grupos electrógenos de fuelóleo, con un alto coste económico y medioambiental que apenas mantienen una red de distribución local y de alumbrado público. La tasa de electrificación en las zonas rurales no llega al 10%.
En las últimas décadas, el éxodo del rural a las ciudades ha incrementado sus necesidades energéticas, de movilidad urbana y de gestión de residuos, lo que les confiere un papel protagonista en la lucha contra el cambio climático.
La tasa de electrificación en las zonas rurales de Mauritania no llega al 10%
Nuakchott es un ejemplo de ello. Crece muy rápido y de manera descontrolada. Ha pasado de tener 5.000 habitantes en los años 50 a cerca de un millón en la actualidad, y la mayoría de sus barrios periféricos no cuentan con servicios básicos de agua potable, alcantarillado, saneamiento, transporte o energía. Un tercio de la ciudad se ha construido en zonas denominadas sebkhas o salinas; depresiones naturales bajo el nivel del mar, protegidas del frente marino por una línea de dunas de cuatro a 10 metros de altura.
El cordón dunar protege a Nuakchott de forma natural de la subida del nivel del mar y las inundaciones en tiempos de tormentas o mareas extremas. Pero está amenazado por la erosión marina, la extensión de la urbe y la eliminación de la cubierta vegetal. En esta ciudad, a diferencia de otras, estas inundaciones traen consigo graves problemas de salud pública debido al afloramiento de aguas residuales y la inexistencia de sistemas de saneamiento. Y la desaparición del cordón dunar agravaría estos fenómenos.
Mauritania, al igual que la mayoría países africanos, es muy vulnerable a los efectos del cambio climático pese a no haber contribuido sustancialmente al calentamiento global. Desertificación, sequías y olas de calor, reducción de tierras de cultivo, erosión marina o inundaciones son los principales riesgos ligados a este problema en el país.
Desertificación, sequías y olas de calor, reducción de tierras de cultivo, erosión marina o inundaciones son los principales riesgos ligados al cambio climático en el país
Por ello, es fundamental para las ciudades de África adaptarse a los efectos del cambio climático y, en la medida de lo posible, mitigar sus consecuencias. Para lograrlo, es preciso apostar por un desarrollo urbano sostenible, orientado a la adaptación al cambio climático, que optimice el uso de los recursos autóctonos de energías renovables, priorice la eficiencia energética, promueva la movilidad sostenible y defienda una gestión de residuos eficiente a través de planes de acción desarrollados a nivel local.
En Nuakchott ya están en ello. Trabajan en proyectos piloto con plantaciones de 20 hectáreas de huertos urbanos, una unidad de reciclaje de baterías, la mejora de la eficiencia energética en los edificios públicos, la gestión sostenible de residuos, la instalación de alumbrado público y el acceso a la energía en los barrios periféricos más desfavorecidos. Al tiempo, las autoridades locales se forman para reforzar sus competencias en estas temáticas.
El caso de la capital mauritana no es único en el continente. Gobiernos locales en Senegal, Mozambique o Cabo Verde trabajan en la misma dirección; hacerle frente al cambio climático convirtiendo sus ciudades en entornos sostenibles.
Estas urbes se reúnen en una iniciativa, el Pacto de los Alcaldes de África Subsahariana (CoM SSA), financiada por la Unión Europea, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) y por la cooperación alemana. El Pacto aprovecha la experiencia del Pacto Global de los Alcaldes para el Clima y la Energía (GCoM, por sus siglas en inglés), que reúne a más de 10.724 ciudades comprometidas a controlar las emisiones de gases de efecto invernadero y poner en marcha planes de acción para el clima y la energía sostenible.
Ahora, el Pacto en África Subsahariana busca nuevos socios para unir fuerzas en la lucha contra el cambio climático; más ciudades dispuestas incluir este desafío en sus políticas públicas y mejorar la calidad de vida de su ciudadanía.
Los riesgos climáticos suponen un gran reto para las ciudades africanas, pero pueden ser también una enorme oportunidad. Para demostrar que otro tipo de desarrollo urbano, libre de emisiones y que garantice un acceso a la energía para todos, es posible en el continente. El desacoplamiento entre energía y crecimiento es viable y la adaptación y la mitigación del cambio climático pueden ser fuentes de innovación, empleo y progreso para las sociedades africanas.
Nicolás Larrañaga Lapique es responsable de proyectos de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en Nuakchott (Mauritania). Cristina Moyano Cárdaba es coordinadora del proyecto Pacto de los Alcaldes (CoM SSA) en la AECID en Madrid.
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