Un diccionario de la imaginación
Si una idea está en tu mente, ya se puede ver desde fuera. Hace falta un artilugio aparatoso, pero eso es solo un problema técnico
No revelo ningún secreto si digo que imaginación viene de imagen y, de hecho, es la “facultad del alma que representa las imágenes de las cosas reales o ideales”, en la bella expresión del libro gordo. ¿Te has fijado en si tu pensamiento discurre en imágenes? El mío suele hacerlo, aunque sé que hay gente que dice pensar mediante el lenguaje. Mi impresión es que ...
No revelo ningún secreto si digo que imaginación viene de imagen y, de hecho, es la “facultad del alma que representa las imágenes de las cosas reales o ideales”, en la bella expresión del libro gordo. ¿Te has fijado en si tu pensamiento discurre en imágenes? El mío suele hacerlo, aunque sé que hay gente que dice pensar mediante el lenguaje. Mi impresión es que el lenguaje viene después, una vez que ya tenemos en la mente el cómic de lo que estamos recordando, o de lo que estamos simulando, o de lo que estamos fabulando. El caso es que nuestro conocimiento del cerebro ya ha avanzado lo bastante para como ver ese cómic desde fuera del cráneo, y como para traducirlo en frases con una precisión chocante. Es un diccionario de la imaginación.
La nueva técnica supone el fin del elefante en la habitación, esa idea que está en la mente de todo el mundo, pero que nadie expresa por miedo a violar algún tabú, irritar al jefe o quedar como un miserable. Porque, si la idea está en tu mente, se puede ver desde fuera. Hace falta un artilugio bastante aparatoso, pero eso es un problema técnico, y ya sabemos la velocidad a la que se pueden resolver los problemas técnicos en nuestros días cuando hay un incentivo de muchos ceros. No hace falta llegar a los 12 ceros del nuevo sueldo de Elon Musk (un billón de dólares). A menudo basta con la mitad de ceros (un millón de dólares) para estimular a un ingeniero con talento. Si la máquina llegara a simplificarse tanto como para caber en unas gafas, nuestro flujo de pensamiento sería un libro abierto para quien las llevara.
La invención se llama mind captioning (“subtitular la mente”) y es obra del neurocientífico computacional Tomoyasu Horikawa, de los laboratorios NTT en Kanagawa, Japón. Horikawa ha utilizado un modelo de lenguaje profundo (distinto de los large language models, LLM, como los de ChatGPT y similares) para analizar las descripciones textuales de 2.000 vídeos. Luego ha mostrado los vídeos a seis voluntarios metidos en el tubo de resonancia magnética para ver qué ocurre en su cerebro. Una segunda herramienta de inteligencia artificial dedujo después las asociaciones entre los patrones de actividad del cerebro y lo que se contaba en los vídeos. Es decir, un diccionario de la imaginación. El dispositivo es simple, pero sus resultados son asombrosos.
Por ejemplo, un participante ve un vídeo en que una persona salta desde lo alto de una cascada, y la máquina dice primero “salto flujo” y luego va mejorando su descripción hasta llegar a “arriba caída rápida cascada” (paso 10) y “una persona salta sobre una cascada profunda en la cumbre de una montaña” (paso 100). No puedo evitar pensar en lo mucho que le gustaría a Noam Chomsky ese lenguaje en evolución. Como en su gramática generativa, el texto parte de imágenes, construye una “estructura profunda” y la hace evolucionar hacia la “estructura superficial” que normalmente pronunciamos.
Otro punto interesante es que no hace falta que la persona esté viendo el vídeo mientras la máquina subtitula su mente: basta con que lo recuerde, o con que lo imagine. Los resultados son muy similares. No es el primer dato que indica que ver algo se asocia a los mismos patrones de actividad cerebral que recordarlo, pero desde luego demuestra ese concepto general con notable elocuencia. Si te digo que imagines un elefante, tu cerebro hace más o menos lo mismo que si lo estuvieras viendo realmente. Quizá la máquina de Horikawa no vaya tan lejos como para revelar tus pensamientos privados, pero es obvio que camina en esa dirección, y con paso firme. La intimidad no existe; es solo un mito del siglo XX.