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Trump rescata a Milei

La promesa de intervención de EE UU para estabilizar la economía argentina ata la suerte del país a la volatilidad de Washington

El presidente de Argentina, Javier Milei, ha regresado de Nueva York con mucho más de lo que había ido a buscar, en un momento en el que su país parece acercarse de nuevo al abismo económico y él, al político. Milei volvió con la promesa del presidente estadounidense de un inédito paquete de apoyo: 20.000 millones de dólares, una línea de crédito sin detallar y hasta la posibilidad de que Washington compre deuda argentina. Se trata de un rescate por parte del líder de la gran potencia mundial que esconde no pocos riesgos.

El gesto de la Casa Blanca no solo exhibe el grado de alineamiento entre ambos líderes, sino también el cálculo político de Washington. Trump ha encontrado en Milei a uno de sus aliados regionales más fieles y, de paso, a un socio útil para su propia narrativa: si Argentina sobrevive al ajuste ultraliberal será, en buena medida, gracias al padrinazgo del republicano. Milei devolvió la cortesía celebrando en la ONU la política migratoria y la guerra arancelaria de Trump, aunque ambas golpean directamente a la economía argentina, y obviando cualquier referencia a la crítica situación en Gaza y el papel de Estados Unidos en la masacre perpetrada por Israel.

El salvavidas llega en un momento de fragilidad extrema. Con el peso en caída libre, las reservas del Banco Central exhaustas y la prima de riesgo en niveles que llegaron a triplicar el de enero, el “milagro” de Milei amenaza con convertirse en pesadilla. Los mercados, que en un primer momento acompañaron el experimento de la motosierra del presidente argentino, se han vuelto en contra: la falta de divisas y la sobrevaluación del peso son señales de un modelo que, más allá del voluntarismo ideológico, carece de sustento macroeconómico.

El Gobierno respondió a la estampida con el libreto de siempre: culpando a un posible regreso del peronismo. El triunfo opositor en la provincia de Buenos Aires avivó los fantasmas de una derrota legislativa en octubre, y Milei lo utilizó para advertir que la alternativa sería el caos populista. El argumento surtió efecto en su retórica, pero no en la confianza de los inversores, que siguieron liquidando activos argentinos.

En ese escenario apareció Trump. Más allá del oxígeno inmediato, la operación refuerza la dependencia de Argentina respecto de un solo aliado externo y, peor aún, ata su suerte a la volatilidad de la política estadounidense. Que Trump bendijese con entusiasmo la hipotética “reelección” de Milei a más de dos años de las presidenciales debería encender las alarmas democráticas. La oposición, fragmentada y sin un proyecto claro, festejó la debilidad del Gobierno. Pero haría mal en confiar solo en el desgaste del oficialismo. El colapso de Milei arrastraría a toda la sociedad argentina. El peronismo, en particular, tiene la responsabilidad de articular una alternativa viable y renovada, más allá de la euforia por los recientes triunfos electorales. Argentina necesita estabilidad, consensos y un rumbo económico que combine realismo con sensibilidad social. Si Milei cree que puede gobernar únicamente con recortes y el aplauso de Trump, corre el riesgo de acelerar el deterioro.

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