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La sombra de Putin tras el nuevo orden chino

El desafío del presidente ruso a Occidente, sin aparentes consecuencias negativas, anima a Xi Jinping a endurecer su discurso

Muchos piensan que Vladímir Putin necesita seguir los deseos de Pekín porque depende de China para casi todo, y así es. Rusia vende cuatro veces más gas y petróleo a China que a la India, su segundo comprador. ...

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Muchos piensan que Vladímir Putin necesita seguir los deseos de Pekín porque depende de China para casi todo, y así es. Rusia vende cuatro veces más gas y petróleo a China que a la India, su segundo comprador. Además, el 60% de las importaciones de Rusia ya están en manos chinas.

A pesar de la fuerza aplastante de China sobre Rusia, debilitada por el conflicto con Ucrania, Putin —como el flautista de Hamelín— ha conseguido que el presidente Xi Jinping le siga como si de un mago se tratara. La influencia de Putin sobre Xi no ha hecho más que aumentar en los últimos años, como ha quedado muy claro con el giro cada vez más antioccidental de la organización de los BRICS que China sin duda domina —pero sobre la que Putin influye en la sombra. Otro ejemplo más reciente y, sin duda, muy significativo, es el desfile de la Victoria, que tuvo lugar el 3 de septiembre en Pekín, para conmemorar el 80º aniversario del fin de la segunda guerra sinojaponesa (1937-1945). Dicho desfile fue mucho más que una muestra de poderío militar para la audiencia interna. También fue una muestra clara de que la caída del viejo orden global liberal, que Putin lleva deseando desde el colapso de la Unión Soviética, tiene ahora también nada más y menos que a China, probablemente el país que más se ha beneficiado del mismo, como enemigo declarado.

El discurso de Xi Jinping en dicho desfile, así como las conclusiones de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) que tuvo lugar justo antes en Tianjin, apuntan a que Xi ha optado, finalmente, por el camino más radical para cambiar el orden global: el de la oposición directa a Occidente. Esta elección es difícil de comprender sin la influencia de Putin sobre Xi, puesto que a priori, China tiene mucho que perder en tomar una posición tan beligerante contra Occidente, puesto que aún se beneficia del mismo siendo de lejos su principal mercado de exportación. La realidad es que el hecho que Putin haya salido inmune tras la invasión de Ucrania, o incluso victorioso si pensamos en la simbología de la última cumbre con Donald Trump en Alaska, parece haber convencido a Xi que el momento de tomar las riendas de la hegemonía global es ahora, puesto que no parece que vaya a resultar tan costoso como habría podido parecer siguiendo la lógica de la historia.

El simbolismo del desfile y la retórica en el discurso de Xi apuntan claramente a un punto de inflexión en el Weltanschauung de China, en particular en sus relaciones con Occidente. Durante los últimos años, y acentuado por el inicio de la agresión de Rusia contra Ucrania en febrero de 2022, Xi ha estado moviéndose cautelosamente entre dos posiciones, la de llenar el vacío dejado por Estados Unidos en el multilateralismo, tanto más desde que Trump llegó al poder, y una postura más agresiva hacia un cambio radical del orden global que deja atrás las normas y valores occidentales. Este desfile ofrece un punto de inflexión en la ambivalencia de Xi hacia este último, lo que indica cuánto está influyendo Putin en la política exterior de China. La señal más clara de esto es el llamado de Xi a elegir entre la guerra y la paz, lo que podría interpretarse como una justificación de la guerra contra Ucrania en el caso de Rusia pero potencialmente a futuro contra Taiwán. Otra interpretación, más suave y más probable a mi parecer, podría ser entender la “guerra” como confrontación sistémica a través de la construcción de instituciones paralelas, en vez de la aquiescencia a las normas lideradas por Estados Unidos.

La larga sombra de Putin sobre Xi también se hizo especialmente perfectible en dicho desfile con la presencia central de Kim Jong-un. Solo Putin podría haber alentado un papel tan central de Kim como gesto de reciprocidad por el apoyo militar y logístico de Pyongyang en la guerra de Ucrania. Para Moscú, la exhibición de Kim en Pekín indica que Rusia puede aportar más actores antioccidentales al impulso de China por un nuevo orden global sin que Xi lo vea como un problema para las relaciones de China con Occidente.

El hecho de que el desfile de Pekín tuviera lugar justo después de la cumbre anual de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO) para nada es casual, dado el simbolismo de esta cumbre que por fin acerca a la India a China —con la visita del primer ministro Modi— después de siete años de ausencia y un importante conflicto en la frontera sinoindia en 2020. Con el mismo espíritu que la cumbre de los BRICS en Kazán (Rusia) en 2024, esta cumbre del SCO se ha focalizado en impulsar mecanismos financieros para apoyar la desdolarización, con una fuerte retórica antioccidental. De nuevo, el mayor beneficiado de todo esto es Putin, ya que le proporciona una plataforma para evitar el estatus de paria internacional (o lo que queda de ello después de la cumbre de Alaska), al integrarse en un bloque más amplio liderado por China.

Por si alguien en Occidente no se hubiera dado por aludido, me parece importante reiterar que el discurso de Xi en Pekín no solo fue retórico, sino que también anunció la creación de la Iniciativa de Gobernanza Global. Aunque aún no se conocen los detalles de dicha iniciativa, sí que se ha anunciado la posible creación de instituciones para apoyarla, como ya hiciera con el Nuevo Banco de Desarrollo en Shanghái para los BRICS o el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura en Pekín para el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda. Esta vez todo apunta a que China irá aún más lejos, posiblemente creando instituciones monetarias paralelas a las de Bretton Woods, lo que podría ser el embrión de un nuevo sistema monetario global que nos aleje del modelo con EE UU y el dólar en el centro a una realidad multipolar.

Una reflexión final sobre el momento elegido por Xi para optar por la opción más agresiva para la reconfiguración del orden global, más allá de la presión por parte de Putin. En primer lugar, aunque China debería, en principio, estar preocupada por sus negociaciones con Estados Unidos para llegar a un acuerdo comercial —o incluso con la Unión Europea, su principal mercado de exportación— la realidad es que la economía china no ha dado signos de colapso ante los aranceles de Trump. En segundo lugar, la agresión de Trump contra sus aliados solo facilita la tarea a Xi, puesto que su oferta de una nueva gobernanza global suena mucho más apetecible, por muy oscura que parezca, tras los vapuleos de la Administración Trump al orden global existente. En otras palabras, Trump está ofreciendo una ventana de oportunidad de oro para que Xi cambie el mundo en la dirección que desea. Igual antes sus deseos eran menos rupturistas, pero Putin, y su imagen de ganador con Occidente sin apenas costes aparentes, han hecho girar a Xi a una posición mucho más agresiva.

En definitiva, con Rusia empujando desde atrás y China saltando al escenario, el mundo está presenciando la formación embrionaria de un orden global rival, que empieza a cristalizarse en la Iniciativa de Gobernanza Global liderada por China, con Putin y Kim como teloneros. Occidentales: abrochaos los cinturones.

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