Los traductores de Trump

Los únicos que entienden al candidato republicano son sus votantes y su equipo. O eso parece

Donald Trump ejecutaba su famoso baile el martes en un mitin en Allentown (Pensilvania).Brendan McDermid (REUTERS)

El cómico Marc Maron lamenta las dificultades que están atravesando él y sus colegas por culpa de Donald Trump. En una entrevista con Jimmy Fallon en The Tonight Show, Maron ha dicho que el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos se ha cargado la ironía. Si quieres hacerte el gracioso y soltar una historia inventada como, por ejemplo, que el Gran Cañón del Colorado se va a usar como vertedero, mucha gente pensará que es otra idea del candidato republicano y que en realidad tampoco está tan mal porque el cañón es enorme y el espacio se puede aprovechar mejor.

Lo que cuenta Maron en esa entrevista que compartió en su cuenta de Instagram está en línea con lo que comentó el también cómico Bill Maher en su programa, Real Time with Bill Maher. Ojo, que van tacos: “El superpoder de Trump es que está tan jodidamente loco y es un mentiroso tan empedernido acerca de todo lo que se saca del culo en cualquier momento que ni siquiera notas la locura porque está por todas partes”.

Ambos tienen razón: lo del Gran Cañón sonaría creíble porque Trump ha dicho cosas más extravagantes, y dice tantas que en su caso lo disparatado parece normal. Por ejemplo, en los últimos meses Trump ha asegurado que usará el ejército para atacar al “enemigo interior”, que será un dictador el primer día (¡no pasa nada, solo ese día!), que los inmigrantes haitianos comen mascotas, que el mitin en el que un cómico dijo que Puerto Rico es una isla de basura fue “un festival de amor”, que los padres dejan a sus hijos en el colegio y “al cabo de unos días” los han operado para cambiarles el sexo, que le robaron las elecciones de 2020 y que igual le roban estas (solo si pierde), que los demócratas han traído inmigrantes directamente desde cárceles de Venezuela y del Congo para que voten y, de propina, que el golfista Arnold Palmer tenía un cimbrel enorme, no sé muy bien a cuento de qué. Y eso sin citar que han vuelto a salir a la luz sus elogios a los generales de Hitler y al propio Hitler, que en su opinión no lo hizo todo mal, lo que es un poco como decir que Ted Bundy no solo era un asesino en serie; también sacaba buenas notas y de eso la prensa no dice nada.

En esta campaña se ha acuñado el término “sanewashing”, que es la traducción que hacen los medios de comunicación de las palabras de Trump a un idioma cuerdo. Sobre todo los progresistas, por miedo a parecer sesgados con lo que sería la transcripción literal de sus desvaríos, digresiones, cambios de tema, obsesiones, frases sin final coherente y, por supuesto, mentiras e insultos. Pero en esta campaña los políticos republicanos están haciendo gran parte del trabajo en entrevistas televisivas. Sobre todo el candidato a la vicepresidencia, J. D. Vance, que se ha convertido en el Traductor en Jefe de Trump. Todas las escenas siguen un guion parecido: primero se niega que Trump haya dicho tal cosa con un “enséñame la cita”. Se la enseñan, porque existe, y luego se intenta explicar lo inexplicable. Por ejemplo, Vance aseguró que la expresidenta del Congreso, Nancy Pelosi, no es uno de esos “enemigos interiores”. Pero es que a Trump le preguntaron directamente en otra ocasión, por clarificar, y dijo que sí, que Pelosi lo es. Y así con todo.

La guerra suele seguir en Twitter, donde los simpatizantes de Trump acusan al resto del mundo de ser incapaces de entender su retórica y su sentido del humor. Y algo de eso quizás sea verdad, igual que también es verdad que desde la izquierda hay una amplia tradición de llamar fascista al contrario, de Ronald Reagan a John McCain. Pero si tenemos que traducir todo lo que Trump dice, o bien ni él sabe de qué habla o bien está haciendo luz de gas a los 330 millones de estadounidenses.

En 2016, Trump dijo que podría disparar a alguien en la Quinta Avenida y no perdería votos. Hemos llegado a un punto en el que quizás sí los perdería, pero solo porque eso ya parecería demasiado normal, casi aburrido.


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