Los riesgos de Alemania

Las negativas previsiones para la economía germana interpelan directamente a la cohesión federal de la UE

Un empleado trabajaba el lunes en el montaje de un modelo de Porsche en la factoría de la empresa automovilística en Stuttgart (Alemania).Krisztian Bocsi (Bloomberg)

La OCDE acaba de actualizar sus previsiones económicas para 2022 y 2023, y las perspectivas que señala no son buenas: el efecto de la guerra sobre el crecimiento económico y la inflación son más agudos de lo inicialmente previsto, con un importante impacto en los países europeos y, particularmente, en Alemania. Para ella pronostica un difícil año 2023 con una caída del PIB del 0,7%, tras una fuerte desaceleración en la segunda p...

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La OCDE acaba de actualizar sus previsiones económicas para 2022 y 2023, y las perspectivas que señala no son buenas: el efecto de la guerra sobre el crecimiento económico y la inflación son más agudos de lo inicialmente previsto, con un importante impacto en los países europeos y, particularmente, en Alemania. Para ella pronostica un difícil año 2023 con una caída del PIB del 0,7%, tras una fuerte desaceleración en la segunda parte de 2022, que las casas de análisis más prestigiosas juzgan incluso más acusada. La OCDE se suma de esta manera a las advertencias lanzadas por otros organismos internacionales que apuntan a una desaceleración o directamente a una recesión en el país. Los planes de ahorro y acopio de reservas de combustible cubren solo parcialmente las necesidades energéticas a medio plazo, y en los escenarios más pesimistas el riesgo se multiplica ante un posible invierno frío y las rémoras derivadas de un modelo económico excesivamente dependiente de la energía barata rusa, que con la guerra ha saltado por los aires.

Si Alemania se ve obligada a racionar el suministro de gas a la industria, su capacidad exportadora se resentirá notablemente y es posible que traslade parte de sus efectos negativos al conjunto de la UE. Esta caída de la producción, aunada con una inflación que no remite y unos tipos de interés del BCE apuntando al alza, dibujan un escenario complicado para el canciller Scholz, en un momento en el que su liderazgo en el proceso de integración europea puede verse cuestionado por los últimos resultados electorales en Italia y Suecia, y frente a un Vladímir Putin dispuesto a doblar la apuesta en Ucrania con tal de no reconocer el fracaso de su estrategia belicista. La diabólica combinación de los precios altos y los problemas de suministros hace poco probable que Alemania opte por una política de estímulo para contrarrestar los efectos de la recesión, de manera que es probable que veamos un periodo de graves dificultades para el gigante alemán.

El impacto de esta situación sobre el conjunto de la eurozona y de la UE es ciertamente imprevisible. Una recesión en Alemania puede terminar afectando a países que, como España, se encuentran más a salvo de las restricciones energéticas impuestas por Moscú. De nuevo, las interdependencias en la eurozona señalan la necesidad de tener marcos de cooperación y compensación ante shocks asimétricos como el que estamos experimentando en estos momentos. Buscar soluciones nacionales a un problema continental sería una salida que la experiencia ya ha demostrado ineficaz, si no altamente contraproducente. La vocación federal de la UE sigue poniéndose a prueba en condiciones extremas como las que ha generado la invasión de Ucrania por Putin. Pese a los aires neosoberanistas que soplan en algunos países europeos solo en la cohesión europeísta podrán hallarse vías de solución.

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