Argelia o la crisis múltiple

El rápido respaldo de la UE a la posición española rebaja la tensión con Argel y fortalece las fronteras exteriores europeas

El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, el viernes tras abordar con la Comisión Europea en Bruselas sobre el conflicto con Argelia.STEPHANIE LECOCQ (EFE)

El desorden multipolar favorece a los países propensos a utilizar la fuerza y las amenazas y sitúa en posición de debilidad a las democracias europeas, sometidas a las reglas de juego, también en la escena internacional. El detonante de la actual crisis argelina fue el cambio de posición del Gobierno español respecto al Sáhara Occidental, mal gestionado y explicado justamente por su incidencia potencial en el cambio de orden mundial en ...

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El desorden multipolar favorece a los países propensos a utilizar la fuerza y las amenazas y sitúa en posición de debilidad a las democracias europeas, sometidas a las reglas de juego, también en la escena internacional. El detonante de la actual crisis argelina fue el cambio de posición del Gobierno español respecto al Sáhara Occidental, mal gestionado y explicado justamente por su incidencia potencial en el cambio de orden mundial en marcha con epicentro en Ucrania. España debía recuperar la relación con Marruecos, eso está fuera de toda duda. Y tenía que hacerlo en un escenario muy complicado por el histórico enfrentamiento entre los dos grandes países del Magreb, Argelia y Marruecos, lo que aconsejaba extremar al máximo los movimientos diplomáticos de Exteriores ante cualquier variación de las relaciones con uno u otro. Ahora bien, sería equivocado limitar las causas de la crisis actual solo a esa torpe actuación del Gobierno español, a las divisiones dentro de la coalición de izquierdas —especialmente sobre el futuro del Sáhara Occidental— o a la irresponsabilidad de la derecha española a la hora de compartir las políticas de Estado.

No hace falta buscar la pistola humeante que demuestre la existencia de vías de comunicación Moscú-Argel en la ruptura con España, anunciada y luego rectificada, para encajar todas las piezas del desorden geopolítico súbitamente declarado en el norte de África. Si Rabat cuenta con sus excelentes relaciones con Israel, sus servicios secretos y sus empresas de seguridad, como la creadora del sistema de espionaje Pegasus, las relaciones de Argel con Moscú, sus militares y sus agentes, son fundacionales y estratégicas desde la propia independencia. Ambos han utilizado las armas que caracterizan la época, Rabat la inmigración y Argelia la energía, y han reactivado el conflicto congelado del Sáhara Occidental, de la misma forma que Vladímir Putin activa sus conflictos congelados en Donbás, en Transnistria o en Georgia.

Como escribió Tucídides en su Historia de la guerra del Peloponeso, los fuertes hacen lo que quieren, los débiles lo que deben. Paradójicamente, España parece encontrarse entre estos últimos cuando se trata de relacionarse con dos países autoritarios como Marruecos y Argelia, ambos enredados en sus rivalidades territoriales e incapaces de emprender el camino de la apertura democrática, la cooperación y la integración regional en el Magreb. Pero España es Europa, y en dos ocasiones en un año la UE ha hecho valer el peso del conjunto para defender a uno de los suyos frente a las respuestas disruptivas de los dos gigantes del Magreb. En la primavera de 2021, a propósito de la entrada masiva de personas por la frontera marroquí en Ceuta. Ahora, frente a la decisión argelina de suspender el tratado de cooperación con España vigente desde 2002 y el anuncio de romper las relaciones comerciales.

La rápida y contundente reacción de Bruselas y la igualmente rápida rectificación de Argelia indican la efectividad de la presión de la Unión Europea, en un juego a muchas bandas en el que la UE ha acabado imponiendo su autoridad. Un éxito. Ahora le toca actuar al Gobierno de España porque nuestro país no puede resignarse a la subrogación a Bruselas de la difícil diplomacia hacia el Magreb, un territorio con el que estamos obligados a entendernos.

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