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Michoacán
Columna
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En la muerte de un limonero

Los ciclos de la violencia que provoca la extorsión en diversas partes de México son perfectos en términos de impunidad

Salvador Camarena

Lo peor al arrancar una columna es la sensación de que uno ya dijo lo que está a punto de escribir. Que incluso ya puso un título idéntico o similar. Qué hacer entonces cuando sucede que siguen matando productores en el México donde al año se asesina a decenas de miles.

El periodismo suele desdeñar la falta de novedad. Un evento repetido puede ser informativo, sin duda. Lo que ocurre es que las redacciones olfatean la caída del interés del público cuando algo está lejos de ser inédito o inusual. Como matar limoneros en Michoacán.

La tierra caliente michoacana ha sido escenario de un nuevo asesinato de un productor de limones. Bernardo Bravo Manríquez, líder de limoneros en Apatzingán, fue asesinado el domingo y su cuerpo, con huellas de tortura, fue encontrado el lunes.

Hijo de otro limonero, Bernardo era conocido en los noticieros capitalinos, como es conocida por todo dios en México la problemática de la extorsión en la tierra caliente a los productores de cítricos y, desde luego, de aguacates.

Bernardo tenía 35 años y una valentía demencial. Elevó hace poco la voz para denunciar el grillete criminal que asfixia a su gremio. Y lo hizo a pesar de que en menos de un año otros dos limoneros habían sido asesinados, a pesar de que el emblemático Hipólito Mora, iniciador de las autodefensas michoacanas en 2013, fue ultimado en 2023. Y a pesar de que su padre fue también secuestrado hace una década, con el más funesto de los desenlaces.

Hay entonces un patrón, así sea poco noticioso. En Michoacán, y en Tamaulipas o en Baja California, por ejemplo, matan a productores rejegos. A esos que elevan la voz. A esos que no aceptan que otros suplanten al Estado. A esos que siguen creyendo que hay ley.

La autoridad ha prometido, hablando de cosas poco novedosas, justicia y ya reportaron un detenido por el caso de Bernardo. ¿Alguien cree que este Gobierno, como el anterior, y como el anterior al anterior, y como el anterior al anterior del anterior, realmente cumplirá?

Los ciclos de la violencia que provoca la extorsión en diversas partes de México son perfectos en términos de impunidad. Es tan sincrónico el engranaje que mueve a ese delito que incluso ayuda a que la autoridad reporte bajas en incidencias delictivas.

La autoridad nunca va a reconocer —faltaba más, esa sí sería una enorme noticia— que el delito de la extorsión es funcional a una contabilidad halagüeña de la incidencia criminal. El fundamento mismo de la pax narca.

Cómo no van a caer los robos a establecimientos si ahora no tienen que ir a saquear tu tienda o comercio —con la monserga de sacar mercancía, transportarla y luego distribuirla para venderla— si ahora simplemente van y te piden cuota y ya, tú trabajas para ellos.

Cómo no van a descender los homicidios si las amenazas que profieren son creíbles; así que salvo un valiente, a pesar de toda evidencia en contra como lo fue Bernardo Bravo, que honraba su apellido, muchos otros no se resistirán y menos aún se enfrentarán.

Qué de sorpresivo tendrían los descensos en las desapariciones si ahora pueden pasar a las comunidades a reclutar a muchachos y las familias saben quién se los llevó de manera forzada, quién los retiene, quién los emplea como vigilantes, pozoleros, sicarios, carceleros…

Familias con parcelas de autoconsumo venden una vaca, pagan un rédito; si mercan puerquitos, no toda la ganancia irá a quienes lo criaron; hasta los pollos engordan alforjas de los verdaderos dueños de esas economías. Hay menos denuncias, hombre, qué misterio.

En los tiempos del levantamiento de Hipólito Mora y sus vecinos hasta el rapto y violación de mujeres se convirtió en una prerrogativa de los criminales. ¿Quién en su sano juicio, a sabiendas de que la policía local está penetrada, iría a reportar esos delitos? Otro índice a la baja.

Bueno, todo lo anterior son hipótesis.

Hablando de posibilidades: las autoridades nacionales confían en renovar el tratado de libre comercio con Estados Unidos. Si eso sigue así, ¿alguien garantiza que el guacamole de aguacates y limones con sangre michoacana no inunde el Superbowl de Bad Bunny?

Lo peor para un periodista es repetirse. Denunciar un asesinato por denunciar extorsión en la tierra en donde en 2006 Calderón inició la guerra. Repetir que a 19 años de esa fatídica decisión, que no exculpa a sus sucesores, hoy hay que volver a publicar la muerte de un limonero.

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Sobre la firma

Salvador Camarena
Periodista y analista político. Ha sido editor, corresponsal y director de periodistas de investigación. Conduce programas de radio y es guionista de podcasts. Columnista hace más de quince años en EL PAÍS y en medios mexicanos.
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