_
_
_
_
Narcotráfico
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La historia del narco está por (re)escribirse

Con la entrega a Estados Unidos de 29 capos mexicanos, se produjo un giro que transformará medio siglo de lucha contra las drogas

Retrato de la corte de Rafael Caro Quintero en su comparecencia en el Tribunal Federal de Brooklyn, Nueva York.
Retrato de la corte de Rafael Caro Quintero en su comparecencia en el Tribunal Federal de Brooklyn, Nueva York.Jane Rosenberg (REUTERS)
Salvador Camarena

La historia del narco mexicano vivió este jueves un giro que reescribirá medio siglo de la lucha en contra de las drogas.

Con la entrega a Estados Unidos de 29 narcotraficantes, en una movida política que supondrá, primero que nada, un aluvión de discusiones sobre la legalidad de esa expatriación, la presidenta Claudia Sheinbaum ha tomado su primera gran decisión sexenal.

Sheinbaum optó por aliarse con Washington y entregar un montón de bad hombres, ofrenda con la que se pretende evitar los aranceles; es un paso que obliga a preguntar al Gobierno de México, y a preguntarse en voz alta, a cambio de qué y con qué probables consecuencias.

Desde el jueves, el crimen organizado que campea a lo largo y ancho del país sabe que la presidenta que aún no cumple ni un semestre en el cargo tiene la mano tan firme como para cancelarles un futuro en una prisión mexicana y el llevadero limbo de juicios que se eternizan.

Extradiciones múltiples, o como vía para amedrentar a insumisos criminales, no son nuevas. Entrega fast track a los sheriffes estadounidenses, en cambio, constituye todo un cambio de las reglas del juego si no se descarta la pena capital para los expulsados.

Sheinbaum ha abierto una caja de Pandora. Las consecuencias de tratar de apaciguar a Donald Trump dándole criminales sin mediar proceso de extradición que conjure la posibilidad de una inyección letal, se verán en los días por venir. Ya nada será igual. Ojalá sea para bien.

Como todo sismo, en este se resentirán las oscilaciones de distinta forma dependiendo el suelo en que se esté parado. Para los criminales, el Gobierno de la República es un nuevo enemigo. No que antes fuera su amigo, pero la obvia connivencia es cosa del pasado.

Una delincuencia que se asumía como más lista que los Gobiernos de México, y más astuta que los pinches gringos, se resistirá a aceptar el nuevo “orden” mundial impulsado por Trump y aceptado por Sheinbaum.

Sabíamos que la llegada del republicano a la Casa Blanca supondría cambios. Algunos de los pronósticos más descabellados se están quedando pálidos: ¿para qué lanzar ataques con drones en suelo mexicano si Omar García Harfuch me los entrega sin papeleo?

Los narcos se sentirán traicionados. Daban por cierta una mala interpretación del patriotismo. Nunca entendieron que el “no me vengan conque la ley es la ley” les terminaría alcanzando también a ellos, y en la peor de sus versiones: se quedaron sin defensa alguna.

Las toneladas de dinero sucio con el que compraban policías, fiscales y hasta jueces acaba de entrar en un escenario donde esos billetes podrían volverse papel mojado, bilimbiques sin valor ante los deseos de venganza de Washington y la debilidad mexicana.

El sentimiento de traición de los cárteles, que apelaban al supuesto patriotismo del Gobierno para sentirse a salvo de la nostalgia estadounidense por llevar a forajidos a la horca, podría causar en México una escalada de violencia de impredecibles consecuencias.

Quién descarta que querrán resistir con metralla y bomba la decisión del Gobierno de Sheinbaum. Y que querrán cobrar a sus amigos en la política el incumplimiento del pacto: el dinero que entregaron para que no se les molestara será reclamado con intereses y metralletas.

Claudia Sheinbaum reescribe la historia del narco mexicano. Ni Felipe Calderón se atrevió a tanto, y así nos fue. La decisión de la presidenta, que implica valor y temeridad, será aplaudida por muchos: se vuelve indiscutible la decisión que ha demostrado para atacar a criminales.

Sin embargo, la Presidencia de la República abrió un delicado espacio de “todo vale”. A Sheinbaum no la detuvieron ni juicios ni amparos: entregó a gente que no tenía ni dos semanas de aprehendida, y a santones de la leyenda negra del narco que litigaban su extradición.

Las capas tectónicas de los bajos fondos comenzarán a crujir. Si ser detenidos no es opción, pues acaba de inaugurarse por todo lo alto el riesgo de resultar expatriados con lujo de publicidad y sin garantía de vida, a qué estarán dispuestos los delincuentes con tal de no caer.

Urge que la presidenta Sheinbaum explique a fondo la entrega de 29 narcotraficantes realizada el jueves. No solo se tiene que saber a cambio de qué fue tal despacho de connacionales, sino los escenarios de represalias que analizaron, y cómo han de conjurarlos.

La versión de que jueces estaban por liberar a varios de esos capos es, además de poco creativa en la coyuntura de su embate contra el Poder Judicial, insuficiente dada la envergadura de la decisión tomada, aunque esta se quiera atribuir a su gabinete de seguridad.

Las y los mexicanos tienen que ser alertados por su Gobierno de las implicaciones de este cambio de estatus. Qué mejor noticia sería el que a partir de ahora el Gobierno sea más fuerte e imponga su supremacía a criminales que son, en varias regiones, el gobierno de facto. Es, desde luego, prematuro decretar tal fortalecimiento.

Los grupos criminales difícilmente experimentarán una desbandada ante esta muestra de fuerza del Gobierno. No solo porque también en los mercados ilegales prima la ley de la oferta y la demanda, sino porque faltarían muchos golpes para desmantelar las redes criminales.

Y faltaría algo que se antoja muy complicado para Morena. La sierra eléctrica de Sheinbaum tendría que cortar cabezas a la hidra de la narcopolítica. Sin eso, lo del jueves quedará reducido a complacencia con Trump, no a decisión definitiva para acabar el poderío criminal.

La presidenta acaba de levantar el segundo piso de la subrogación de la justicia mexicana: los capos, a sobrevivir a Estados Unidos sin garantía de que evitarán el corredor de la muerte. De un plumazo, Sheinbaum zanjó el debate por la petición de Ismael Mayo Zambada.

Para seguir con la terminología en boga: amenazada por la carta del Mayo, ese o me repatrían o colapsa el marco legal de las relaciones bilaterales en materia de extradiciones, Sheinbaum optó por dinamitar ella misma esos acuerdos: los narcos, despojados de derechos.

Los juristas tendrán material a pasto para un debate donde no pocos aplaudirán a la presidenta (y a Trump), aliviados al saber que hay algo que puede infundir miedo a los criminales; otros encontrarán bizantina la polémica jurista, parloteo desconectado de la pesadilla de sobrevivir en un país formalmente de leyes mas gobernado por quienes pasean con sus cuernos de chivo.

Políticamente se abrirá otra discusión. Se ha rasgado el velo del patriotismo de la izquierda mexicana, que acusó siempre a la derecha de ser la entreguista con Washington. Sheinbaum, la presidenta pragmática, ahora tendrá que demostrar que el giro ha valido la pena.

Y no se trata de que resulte que, en efecto, se lograron evadir los aranceles (cosa que está por verse), sino de que la presidenta explique y asiente en la opinión pública la naturaleza de la relación que sostendrá México con Estados Unidos en el futuro inmediato.

Con el retorno de Trump a la presidencia de EEUU, la guerra contra las drogas, ese invento nixoniano, tiene nuevos capítulos. En estos, México no puede solo poner la sangre de las víctimas o despachar incondicionalmente a quien demanden los gringos.

Porque incluso en el caso de Rafael Caro Quintero, entregado este jueves a la DEA, Estados Unidos tiene mucho qué informar de oscuras operaciones de agentes estadounidenses en suelo mexicano en los 80: culpar a ese narcotraficante del asesinato de Enrique “Kiki” Camarena sin explicar la actuación en México de agencias estadounidenses en esa era convulsa, manchada de tráfico de armas para la Contra nicaragüense en la Guerra Fría, es un injusto reduccionismo.

Una vez más sorpresivos acontecimientos obligan a reescribir la historia del narco. Y lo que falta. Empero, hay algo incontrovertible: México no es, ni por mucho, el único responsable del tráfico a Estados Unidos, ni Washington tiene autoridad para erigirse en juez supremo.

De igual forma, mientras México no consolide instituciones de procuración de justicia y de cualquier otro tipo, viviremos obligados a ceder en cualquier crisis hasta límites insospechados.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_