Lebensraum
Casi un siglo después, Trumpito el insecto magnificado por el imperio de las mentiras ha resucitado esta palabrita sin decirla y sin tener que añadir bigotito de Charlot a su ridícula melena rubia
Lo escribió Adolfito en su mamotreto carcelario publicado con el título Mi luchita (aunque la ironía no sofoca el inmenso daño que causarían sus párrafos. La palabrita Lebensraum era de hecho herencia de un fervor de imperialismo germano desde antes de la llamada Gran Guerra, la Primera Mundial donde el cabo Adolfito se salvaba de milagro e inexplicablemente de la muerte, fincando en su derrota una saliva vengativa que lo llevaría posteriormente al poder y al timón de un partido siniestro que transpiró la palabrita de Lebensraum como utopía del “espacio vital” por el que se salivaban los delirios de extender a su Alemania hasta Siberia, conquistando toda la mitad de Europa a costa del exterminio o esclavitud de todos los pueblos que no le fueran arios: Checoslovaquia, Polonia… hasta llegar a 100 kilómetros de Moscú.
Casi un siglo después, Trumpito el insecto magnificado por el imperio de las mentiras ha resucitado la palabrita sin decirla y sin tener que añadir bigotito de Charlot a su ridícula melena rubia. Lo va insinuando ―ya como distracción a sus problemas legales o como compensación por estar a punto de convertirse en el primer presidente de U.S.A. culpable de crímenes en letanía (sin sentencia)― y lo repite incluso en imágenes: su equivocada idea de América postula la imbecilidad de cambiarle el nombre al Golfo de México, anexar al Canadá a la enrevesada unión norteamericana de las barras y las estrellas e incluso, comprar o amenazar tomar por la fuerza el infinito glaciar de la islota de Groenlandia. Lo repite y repite el insecto infernal y una inmensa mayoría de ciudadanos del mundo seguimos en la creencia de que son comicidades risibles e irrealizables, bajados de un antiguo aeroplano y agitando en nuestras engañadas conciencias un papelito muy parecido al que presumió Neville Chamberlain cuando aterrizó en Inglaterra al volver de una supuesta conciliación con Adolfito y sus botas militares, convencido y crédulo de que viviremos “paz en nuestro tiempo”.
Me temo lo contrario. Las variadas confirmaciones del cambio climático han incendiado eso que se llamó Los Ángeles en California y muchas de las calles que recorríamos hace unos meses con libros al vuelo, párrafo felices y tanto cine amanece hoy como una devastada planicie de cenizas; las nevadas cada vez más intensas e inigualables han sepultado entre vientos helados y huracanados los vuelos de mil aviones por día, las pistas de los caminos convertidas en resbaladillas… y ya en fila pesimista no descartemos la continuación de baños de sangre en lo que se llamó Palestina, Sinaloa o Samoa.
Ese mentado “espacio vital” que insufla por definición al poder que cree justificar invasiones y masacres en abono de paisajes y planicies que fermenten nuevas fábricas y construcciones, viviendas y concentraciones diversas en abono de un enfermo afán expansionista como incendio o tundra debería ser ahora redefinido ―por sanidad mental― y girar etimológicamente al ánimo de que ―de hoy en adelante y an las almas buenas o mentes claras― lebensraum ha de ser el sano afán por excluir, evadir y de paso combatir toda baba nociva de invasión geográfica, refinamiento geográfico por vía nominal o bélica y toda la nefanda verborrea irracional que nos rodea. Que tengamos como vital espacio las páginas de las novelas que nos dan alas y las páginas de la Historia que nos legan memoria, los versos memorizados en la madrugada del insomnio, la canción que susurran los niños, la cara de las nietas idéntica a la de su abuela demediada… que sea vital el espacio donde evocamos el beso y un abrazo reciente, la música que se pega al oído y ese cuadro al óleo que quiénsabedónde cuelga en original o el paisaje sin cañones, las praderas sin muros… la palma abierta de una mano donde se posa volátil una hormiga como Diablo al filo de que un pellizco racional y de sentido común lo pellizque entre pulgar e índice o lo tire al viento del olvido.
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