Ver pasar tu vida delante de tus ojos

Silencio. Corre audio. Tres, dos, uno. Marca.

(claqueta)

¡Acción!

En un par de grandes pantallas una mujer mira una escena dentro de una habitación en un departamento. Es la directora, Mariana Chenillo. A su lado un hombre mira con obsesión las cuatro esquinas de un cuadro donde hay una mujer y un hombre. Es el responsable de fotografía, Serguei Saldívar Tanaka.

Esos monitores son como cajas de mago que encierran una historia.

Una pareja comienza a dialogar.

Ella protesta, él le da sus puntos de vista.

Es una danza de frases que escucho en la voz de terceros pero que conozco perfectamente.

Ella soy yo. Él es Andrés, mi esposo.

Parece un cuento de Julio Cortázar: ahí estamos nosotros viendo como ‘otros nosotros’ viven hoy la vida que vivimos hace unos años. Somos los mismos, pero en un mundo paralelo encerrado en una pantalla rodeada de números y datos, donde nuestra vida real la interpretan actores, donde podemos repetir sin error los diálogos que ocurren en una habitación, donde nos vemos siendo hoy quienes fuimos. Es un shock, es como esas imágenes de quirófanos donde un paciente muere y comienza a ver su cuerpo desde otra perspectiva, desde afuera, desde otro ángulo.

Mirarse a uno mismo en una película es muy difícil de explicar.

Lloré al vernos ‘ser’ otra vez.

Era noviembre de 2023 y estábamos en el set donde se rodaba Los dos hemisferios de Lucca, la película basada en una biografía que publiqué en 2019 sobre mi hijo y sobre nosotros como familia. Y, si bien conozco nuestra historia (suena chistoso hasta escribirlo) y conozco los avatares por los que pasamos para poder llevar a nuestro Lucca hasta India a tomar un tratamiento experimental para su parálisis cerebral, me conmovió verlo personificado.

Habíamos tenido oportunidad de ver el guion adaptado del libro, sin embargo, me llenó la garganta de nudos ver ‘mi casa’ artificial, recorrer como en un sueño los pasillos de un departamento de Ciudad de México donde ocurre durante unos meses mi vida paralela. Ver portarretratos conocidos, pasar la vista sobre objetos mudos que conocerán mi historia, escuchar la voz de Bárbara Mori y de Juan Pablo Medina con mi timbre o con las muletillas de Andrés.

Me vi ‘siendo’ otros y se me congeló el cuerpo.

Había cientos de personas en distintas habitaciones y espacios haciendo cada una una parte específica para contar esta historia. Todos nos saludan como si fuéramos conocidos. Y en cierta forma nos conocen mucho más que otras personas: saben de mi talla de ropa, el color de la tintura que uso en el pelo, la tonalidad de los ambientes que elegimos, los cuadros, los gustos, los momentos bonitos, las situaciones graciosas y las partes tristes de una historia que ya supera los límites de mi casa real.

Recuerdo que en uno de los cortes abracé a Bárbara Mori haciendo de Bárbara Anderson en la película donde también se llama Bárbara. Sin ponernos de acuerdo estamos las dos vestidas con la misma ropa y colores. La sensación de desdoblamiento es mucho más poderosa que llamarla simple casualidad. Ella soy yo, de repente yo me siento ella.

Ahora, más de un año más tarde, estamos a las puertas de ver en Netflix la película lista. Tuvimos la oportunidad de verla ‘antes que nadie’ con el equipo de producción. Fue tan movilizador como cuando tomamos un avión -de verdad- a India y desembarcamos -de verdad- en Bangalore para abrazar un tratamiento con una tecnología futurista, pero también de verdad.

Estar rodeados de la gente que dirigió, escribió el guion, actuó o apostó financieramente a convertir en película nuestra vida es una sensación que aún no he podido resumir en un adjetivo.

Escenas familiares con una pincelada fotográfica cálida y luminosa; música que envuelve y no opaca que termina coronada por una canción que me apuñala los lagrimales (Fix you, de Coldplay); diálogos duros pulidos con cincel y ternura sin caer en un dulzor artificial.

Así como muchas veces dicen que la realidad supera a la ficción, esta vez la ficción catapultó nuestra vida a otro nivel.

A partir del 31 de enero esta historia chiquita y doméstica volará, como quien sopla una flor de diente de león, alrededor del mundo hasta llegar a 283 millones de hogares en 190 países.

Aún no dimensiono este impacto.

Aún me parece que es un sueño, o que sigo en aquella caja de mago y una voz potente me despertará al decir:

Silencio. Corre audio. Tres, dos, uno. Marca.

(claqueta)

¡Acción!