Campañas: crisis y resurrección
Una campaña con baches no es rara, pero las resurrecciones no se dan en maceta. Corregir demanda arrojo e implica riesgos. Todo mundo opina y solo una persona ha de tomar la decisión
Al arranque de la campaña electoral de 2006, el analista político Sabino Bastidas se mofó de lo mal que iban las candidaturas del priista Roberto Madrazo y del panista Felipe Calderón. Del primero dijo que cada mañana la primera pregunta que hacía a su equipo era: “¿Quién anunció hoy su salida del PRI?”, mientras que para comenzar la jornada, el panista se despertaba pidiendo que le dijeran el nuevo lema de su campaña. “Ante la contundencia y penetración de ‘Primero los pobres’, de López Obrador, la campaña felipista adolecía desde el arranque mismo de la contienda de una indefinición sobre el lema y el tema que cobijarían (propagandísticamente) sus esfuerzos”, según se publica en El Presidente Electo (Planeta 2007).
En el war room del panista se quejaban de que habían cerrado muy bien el 2005, acercándose a Andrés Manuel López Obrador en las encuestas, pero que la pausa de fin de año les había robado el ímpetu. En enero, el buen ambiente mediático cosechado al derrotar en la interna a Santiago Creel se había evaporado. Las campañas entran en baches. Algunas veces salen, otras no. En el pasado inmediato tenemos en Calderón, e incluso en Vicente Fox, ejemplos de momentos críticos de una contienda en la que se duda de que puedan superar las consecuencias de errores electorales. Mas ellos sí pudieron.
En el caso del michoacano, el arranque de su contienda en enero de 2006 adoleció de dos errores graves. Como decía Sabino Bastidas, no tenían un lema claro, una oferta atractiva, un slogan pertinente y pegador. Eso era producto, sin embargo, de la disfuncionalidad de su equipo. Conscientes de que la estructura humana que había funcionado para ganar la interna panista durante 2005 no bastaba para una lucha presidencial, Felipe Calderón agregó a su equipo a gente como Josefina Vázquez Mota. Fue un error que colapsó al grupo nuclear del michoacano, al punto que en una reunión para revisar la crisis en la que habían caído, Ernesto Cordero le dijo al candidato que por ganar peso político se había perdido mística, y mística según el que luego sería secretario de Hacienda del calderonismo, era lo que había logrado posicionar a Felipe como un perfil competitivo frente a López Obrador.
“‘¿Qué está pasando, qué nos está pasando?’, cuestionó serio Felipe Calderón a Rafael Giménez” (ib). El encuestador le contestaría al candidato que lo que preocupaba es que estaban perdiendo puntos en las encuestas. “La caída fuerte es entre trabajadores”, dijo a su vez en esa reunión en la casa de campaña panista de la calle Sacramento, Guillermo Valdés Castellanos, de GEA-ISA. “(El slogan) Valor y pasión por México no había pegado”, fue la conclusión del hoy fallecido Juan Molinar Horcasitas, también del equipo panista. Frente a eso Calderón planteó: “La campaña está mal. No está funcionando, no puede seguir así, necesitamos dar un golpe de timón. Yo viví la campaña de Carlos Castillo Peraza en el Distrito Federal en 1997, y no quiero que me pase lo mismo. Carlos negaba la realidad de las encuestas (…), una persona inteligente que negó la realidad”. (ibidem)
Calderón tomó dos decisiones. Anunciar cambio de coordinación de la campaña, en donde puso como cabeza única a Vázquez Mota (que sin embargo solo sería una vocera hacia fuera, no un factor de decisión hacia adentro), y, con muchas dudas de parte del equipo, reconocer públicamente la crisis, el arranque fallido, la mala marcha de la campaña.
El candidato habló en la radio una hora con Joaquín López Dóriga. “El conductor le señala que ha desperdiciado un mes sin que su campaña prenda en el ánimo del electorado. Felipe responde que en efecto quedan solo cuatro meses: ‘Tiempo más que suficiente para darle la vuelta. Porque mira, Joaquín, cuando fue el martes negro de Vicente Fox, el de hoy, hoy, hoy, y el debate, estaba ya corriendo el mes de mayo. Estaba a menos de dos meses de la elección y estaba mucho más a distancia en términos de la encuesta de lo que estoy yo ahora, y por supuesto que se le dio la vuelta… Lo que tengo que hacer es ponerme las pilas’.
López Dóriga: Fox, te lo digo con todo respeto y con toda claridad Felipe, era un candidato que incendiaba las plazas con sus discursos. De él todavía nos acordamos de las tepocatas, de las víboras, de las alimañas, de toda aquella fauna, ¿no? Pero tú me dices… Veo tus letreros y dicen ‘Pasión y… ¿qué?
Felipe Calderón: Valor y pasión por México. Bueno, a lo mejor hasta eso habrá que revisar, porque es algo que platicaremos el lunes”.
Ese lunes nombró a Vázquez Mota, y renombró su campaña bajo el slogan de “Para que vivamos mejor”.
Pero frente a su cándida entrevista con López Dóriga, donde reconoció que la campaña estaba atascada, los analistas “se dividían entre quienes sepultaban a Calderón en definitiva al catalogar el mea culpa como un error garrafal y una inocultable muestra de desesperación, y quienes —los menos—creían que había logrado convencer a la opinión pública de que se le diera una segunda oportunidad”.
El golpe de timón–por supuesto—implicó algo más que nombrar coordinadora, cambiar slogan y dar una entrevista al respecto. Se recurrió a la guerra sucia con aquello de “Andrés Manuel López Obrador, peligro para México”, pero con todo eso junto, a las pocas semanas de esos cambios el monitoreo comenzó a registrar que López Obrador perdía puntos.
El martes negro de Fox, citado por Calderón con López Dóriga, fue un tropezón del que el guanajuatense pudo recuperarse. Pero el contexto entre las experiencias de ambos panistas no podría ser más distinto: la campaña de Felipe no arracaba, la otra, la del año 2000, iba “viento en popa”.
Guillermo H. Cantú, en Asalto a Palacio (Grijalbo, 2001) narra las peripecias de los foxistas en su búsqueda de la presidencia en el año 2000. El libro arranca, precisamente, con la narración del “martes negro” y sus repercusiones. “La campaña marchaba viento en popa. Los resultados de las encuestas al 15 de mayo del 2000, mes y medio antes del día de la votación, revelaban un empate más que técnico: la diferencia era inferior a 2%. Como la tendencia corría de menos a más, era seguro que en cuestión de días Vicente Fox Quesada rebasaría sin remedio a Francisco Labastida Ochoa, el candidato del partido oficial”, narra Cantú en su crónica.
En ese momento, además, Fox saboreaba el éxito en el primer debate presidencial. La tormenta para el guanajuatense comenzó cuando en la prensa se instaló la idea de que el panista rehuía el segundo debate. “La influencia del PRI sobre varios medios y líderes de opinión era evidente, y la línea en contra del panista ya estaba permeando a la población, espoleada por un comercial de Labastida que decía: ‘Yo sí quiero debatir, Fox no’”, asevera Cantú.
Fox contratacó con spots donde decía que lo que Labastida pretendía era un debate “controlado”, no uno espontáneo, real, y sentenciaba: “Labastida y el PRI quieren controlar, controlar y controlar; controlar la información, controlar tu dinero, controlar el voto”. (ibidem) Para agregar más efecto, cuenta Cantú, el equipo foxista distribuyó fotos de los ensayos de su candidato rumbo al debate. En medio de esa pugna por la narrativa del segundo encuentro, de quién rehuía, los candidatos —también Cuauhtémoc Cárdenas— fueron a otros foros, lo que solo hizo crecer la expectativa.
El martes 23 de mayo el candidato blanquiazul tomó la iniciativa en una decisión tan espectacular como arriesgada. Cantú: “Convocó a una conferencia de prensa en la que anunció haber tenido ya un primer acercamiento con Cuauhtémoc, y que éste le había concedido la oportunidad de elegir el lugar y la hora de la reunión. Hay que destacar que esa noche era la fecha en la que los partidos, a través de sus negociadores, habían acordado realizar el segundo debate. En plena conferencia, Fox tomó el teléfono y llamó a Labastida para que los medios ahí presentes se enteraran de quién realmente no quería el debate, pues lo puso en el altoparlante”.
Se dio una situación inédita en las campañas, una llamada de negociación política frente a la prensa, y al final, tras haber enlazado también al candidato perredista, se anunció que para acordar el debate Fox iría esa misma tarde a la casa de éste, asistiera o no Labastida.
Según Cantú en la campaña foxista se decidió que Fox tratara de forzar para ese mismo día la realización del debate, “con el objetivo principal de convertirlo a él en el centro de la noticia (… y) el hecho de que los otros dos candidatos más importantes se aliaran contra Fox, colocaban a éste frente a la ciudadanía como el candidato ganador”.
Lo que la gente vio, sin embargo, fue un naufragio del guanajuatense, que no pudo probar que tenía todo listo para que esa noche se llevara a cabo el debate televisado, pues de forma sorpresiva Joaquín Vargas, de la Cámara Nacional de la Radio y Televisión, se apersonó para negociar la transmisión del debate, pero el viernes.
Vicente Fox se aferró a que el debate fuera “hoy, hoy, hoy”, la contraoferta de Cárdenas y de Labastida, que sí asistió e incluso llegó mucho antes que Fox, era que fuera el viernes inmediato, cuando estarían dadas todas las condiciones. De ahí el surgimiento del calificativo de “martes negro”.
Todo el encuentro fue transmitido en vivo por la prensa, que así resumió lo ocurrido esa tarde: “‘Rehúye Fox acuerdo para debate’, cabeceó El Universal” (…) el columnista Francisco Cárdenas Cruz escribió: ‘Francisco Labastida y Cuauhtémoc Cárdenas exhibieron a Fox como caprichoso y necio. Joaquín Vargas le dejó claro que es un embustero. Quería debate anoche, no el viernes, y se montó en su macho’. Excelsior a ocho columnas informó: ‘Fox apabullado; Cuautémoc Cárdenas, hábil anfitrión; Francisco Labastida, serio, preciso’”.
Sin embargo, la jugada de Fox, fue premiada por la ciudadanía. Cantú cita al periodista Manuel Mejido, que “en El Sol de México, describió así la gran paradoja que envolvió ese día: ‘En dos horas Vicente Fox perdió tres años de campaña… pero lo curioso del caso es que las encuestas de opinión que se levantaron ese mismo martes y en los siguientes días señalaban una conclusión radicalmente distinta. Fox había sido el ganador por amplio margen del debate sobre el debate. En retrospectiva, el martes negro no solo fue el momento en que Fox perdió tres años de campaña, sino el punto de inflexión a partir del cual su victoria se hizo realmente posible”.
Una campaña con baches no es rara, pero las resurreciones no se dan en maceta. Corregir demanda arrojo e implica riesgos. Todo mundo opina y solo una persona ha de tomar la decisión, sin garantía de que haya vida después de atajar el error.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.