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Estar sin Estar
Columna
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El pausado

¿Significa la pausa hispano-mexicana la veda al mole y la prohibición de la paella? ¿Será que se prohíba hablar español en territorio mexica o se cancele la palabra tiza en las escuelas españolas?

Pausa Andrés Manuel López Obrador

Un hombre de la tercera edad –con diversos pendientes y problemas encima—lanza como exabrupto para empezar el día un deseo, capricho o antojo que resulta en disparate, despropósito y desgracia. Al filo del alba, postula una pausa en las relaciones que existen entre México y España; diplomáticos, lingüistas y lenguados de ambos lados del océano Atlántico viven entonces el confuso remolino etimológico de acentuar o atenuar el dicho. Para no desdecir lo dicho, el señor que propuso la pausa intenta mitigar su acepción como interrupción o ruptura y acota que su intención es no más que una protesta fraterna (lo cual podría ocupar los desvelos de psiquiatras y psicoanalistas que estudien los terribles y lamentables casos en los que un hermano pone en pausa al Otro con o sin violencia).

Conjeturas aparte, poco importa que el pretexto de pausa sea el justificado hartazgo o injustificada cargada contra empresas y consorcios, entidades bancarias e inversionistas ibéricos en tierra azteca, pues en vez de fincar responsabilidades judiciales (que para eso están las leyes) y revelar complicidades y corruptelas (que para eso se pintan algunos) el Pausado pide pausa de evasión, silencio en vez de diálogo y en la calle más de uno evoca palabras como para, párale, detente, ‘spera y aguanta, mientras en las cúpulas de la burocracia se confirma que no hay traducción formal en la jerigonza oficial: no hay liturgia que dicte que con la pausa se cierran las respectivas embajadas, se cancelan contratos e inversiones, se liquidan empresas o si quedan en vilo los más de 30.000 mexicanos que viven en España y los casi 200.000 españoles que viven en México… no se habla de auditar, confirmar o cancelar los elevadísimos números de las economías compartidas y a muchos ciudadanos de México y España el silencio aplastante de una pausa les parece un ruido ensordecedor de necedades, un eslabón más en la reciente y ridícula polarización política y sí, también, una minoría peninsular y una minoría mexicana que quizá vienen deseando ponerle pausa a la zarzuela o al mariachi, a los sonetos engolados o versos de una monja atrevida, a la chilena de Hugo y la gambeta del Buitre, al brinquito de Cantinflas o las castañuelas de los Churumbeles, al temple de Silverio y el lance de Gaona o al sismo de Belmonte y el muletazo que lleva el nombre de Manolete

¿Significa la pausa hispano-mexicana la veda al mole y la prohibición de la paella? ¿Será que se prohíba hablar español en territorio mexica o se cancele la palabra tiza en las escuelas españolas, por ser de origen náhuatl? ¿Tendremos que borrar en la memoria el cuadro de Las Meninas y los murales de Diego Rivera? Quizá se celebre el silencio obligatorio para algunas canciones de Mocedades o Julio Iglesias, pero dudo que se callen los himnos de José José, Juan Gabriel o la filosofía de José Alfredo… convoquemos un cónclave sobre la denominación de origen para el chorizo y la morcilla o declaremos un decreto inamovible para que jamás se le digan callos a la madrileña a la moronga o menudo y que se forme un comité neutral de países sin eñe para delimitar el color del limón, la genealogía del tomate, el verdadero nombre de la patata y batata, camote o papa… por no mencionar la sutil censura del Quijote de Cervantes y de retro, Piedra de Sol de Octavio Paz.

Con todo, la pausa propuesta es afín a la costumbre discursiva del Pausado: ralentizar frases como guiño de reflexión o análisis, precaución fincada en pausas al habla y quizá también al andar o masticar alimentos como abono a la digestión o posible sosiego. Las pausas logran distraer el decurso de una tormenta y de ciertas sinfonías, mitigan el ruido de los dimes y diretes, los bretes y no pocas vergüenzas, pero las pausas también rompen enlaces, condicionan noviazgos y en el fútbol la pausa del VAR ha eliminado mucha magia del azar en el juego, ciertas pausas pugilísticas empujan a tirar la toalla y sí, en más de una faena se celebra la pausa que interrumpe el tedio o la trama de la lidia, sea de párrafos o toros bravos. El pausado escuda de todo embrollo al pueblo español víctima del franquismo, lo cual es encomiable aunque trasnochado: el enano del palio murió hace 49 años y sería mejor celebrar el ejemplo de la Constitución Española o el modelo multicultural, plural y democrático de la España de este siglo: diversidad de voces (Vox incluido) y Democracia con mayúscula (con todo y dos reyes), así como se supone que no debería seguir tan vigente el lastre de las décadas del PRI, el laberinto de la corrupción y el imperio del narcotráfico como símbolos exclusivos y excluyentes en el retrato del México en pausa.

Lo cierto es que la pausa en cuestión ha provocado una vehemencia que intenta limitar la demencia y de manera muy respetuosa los funcionarios de trinchera han subrayado que toda pausa propuesta de mañanera no tiene peso de decreto o declaración de intención (con lo cual hay que agradecer que Vladimir Putin no acostumbra mañanear la tensión con Ucrania y la OTAN)… y en el fondo, es más de lo mismo: la Embajada de México en España seguirá acéfala y en pausa, así como la función de Agregado Cultural seguirá sin representante y el Instituto de México en España proseguirá haciendo milagros sin presupuesto desde hace más de un año y el muy enrevesado y enredado desmadre de la nómina de trabajadores mexicanos y locales que allí laboran seguirá en un limbo pendiente… pero Nada ni Nadie pondrá en pausa jamás al Son de la Negra que resuena muy a menudo en plazas ibéricas o los Suspiros de España que llegaron en un barco llamado Sinaia; Nada ni Nadie pone pausa al infinito diccionario que nos une y distingue, a los sabores y sazones que nos multiplican, al óleo y acuarela de un inmenso mural que cubre nuestros mares y a las irrefrenables ganas que nos dan —en ambos lados del charco— de reírnos a carcajadas por los mismos chistes, postrarnos en silencio antes con creencias compartidas y dolernos por heridas o cicatrices que nos marcan a ambos pueblos desde hace cinco siglos.

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