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Los puentes rotos de López Obrador con la sociedad civil dificultan la campaña a Claudia Sheinbaum

La candidata tendrá que sortear el descontento de sectores connaturales a su ideología y su procedencia de clase media académica

Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum en mayo de 2022.
Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum en mayo de 2022.Galo Cañas Rodríguez (Cuartoscuro)
Carmen Morán Breña

El partido de López Obrador siempre se ha definido de izquierdas, razón por la cual el presidente pudo hacer su campaña electoral en 2018 al lado de colectivos que suelen estar cercanos a esa ideología, véase ambientalistas, académicos, universitarios, sacerdotes, científicos o feministas. En todos ellos encontró un buen caladero de votos que ahora parece menos accesible a su candidata y heredera política, Claudia Sheinbaum. Será difícil que la aspirante morenista a las presidenciales del 2 de junio se fotografíe con Cecilia Flores, por ejemplo, una madre buscadora que confió en el presidente cuando aún no lo era y en esta ocasión ha sido invitada en los mítines de la opositora Xóchitl Gálvez. El ejercicio de gobierno ha ido dinamitando puentes, con una última polémica con los familiares de Ayotzinapa, quienes también depositaron su confianza en la resolución de su caso.

Cuántos votos le pueda restar esta circunstancia a Sheinbaum está por ver, pero su campaña quedará algo desdibujada. No son pocos quienes creen que ella gobernará distinto si llega al poder, por más que ahora sus declaraciones no se aparten gran cosa del dictado presidencial, por razones también electoralistas, pero están esperando un gesto que no llega. Uno de los choques más aparatosos lo tuvo el presidente con la comunidad científica, a quienes acusó de malversar fondos, incluso algunos fueron enjuiciados. “Hay quien insinúa que puede haber cambios si ella gobierna, pero no da señales, no se distancia del presidente, no parece que vaya a tratar de reconstruir los vínculos que antes existían”, dice Alma Maldonado Maldonado, del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) del Politécnico. “La comunidad científica sí espera un acercamiento y alguna crítica a la gestión de [María Elena] Álvarez-Buylla”, directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. “Algunos, con un solo gesto se sentirían inclinados a votarla, pero creo que eso no va a pasar, no veo cómo”, añade Maldonado Maldonado.

La ciencia quedó muy resentida y Sheinbaum es científica. También hizo su carrera en la UNAM, como joven líder estudiantil y donde conserva su plaza de trabajo, pero López Obrador protagonizó un sonoro encontronazo con la institución docente, la más señera de México y toda Latinoamérica. Sin hacer distingos, el mandatario dijo que la UNAM era “neoliberal”, uno de sus peores calificativos. La polvareda fue mayúscula, naturalmente. En qué medida pueda Sheinbaum acercarse a su casa de estudios, el tiempo lo dirá. La clase está resentida. Sheinbaum puede ser la primera mujer presidenta y en sus arengas siempre celebra los avances de la mujer, pero los movimientos feministas independientes han salido escaldados de las declaraciones del presidente en múltiples ocasiones. ¿Podría Sheinbaum haber ido a la manifestación del 8 de marzo sin esconderse? Quién sabe, porque la candidata no suele contradecir al presidente. Uno de los grandes logros de Sheinbaum es su carrera como Física, con especialidad en Energías, que la llevó a participar en el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU, ambientalista, pues. Pero ese es un terreno minado para ella si no logra separarse de los preceptos que han guiado al presidente, más volcado en el petróleo que en las renovables y cuyo enfrentamiento con los ambientalistas a cuenta del Tren Maya han sido fenomenales. Los ha llamado “pseudoambientalistas corruptos” financiados con oscuros dineros. Otro puente roto.

La candidata no tiene mucho que ver con el presidente, de marcado cariz popular. Ella pertenece a esa clase media culta, de formación académica, que estudió ballet clásico de pequeña, con conocimientos musicales, idiomas, en definitiva, la típica clase media con valores de izquierda a la que quizá podría sacar mucho rendimiento político. Aunque, como dice Alma Maldonado, “quizá sus cálculos electorales le indican que no lo necesita, que no es preciso hacer concesiones o gestos con esos sectores. Alguno ha tenido, por ejemplo, con la Universidad de Guadalajara, pero son pequeños y con incondicionales”, afirma la investigadora.

Experto en Historia de las Izquierdas y Movimientos Sociales, el profesor Carlos Illades separa la figura de López Obrador del resto de “las nuevas izquierdas latinoamericanas, muy vinculadas con los movimientos sociales”. “El caso del presidente es peculiar, porque su movimiento es alrededor de él y se disputa esa centralidad con los movimientos independientes”, explica. En resumen, que feministas sí, pero las del partido, ambientalistas sí, pero los de Morena, indígenas también, pero si son de su Cuarta Transformación. “En esa lógica, el obradorismo tiene problemas con cualquier organización independiente a la que no pueda subordinar”, prosigue el profesor de la UAM, quien cree, además, que el pensamiento político del presidente es “muy conservador: en feminismo solo reconoce a maestras y enfermeras, que son como un ejército, supuestamente disciplinadas, abnegadas, de clases populares. El feminismo le parece clasemediero y sus reivindicaciones tampoco van con él, el aborto, etcétera”, sostiene Illades, quien acaba de publicar La revolución imaginaria. El obradorismo y el futuro de la izquierda en México (Océano).

No puede decirse que el mundo de la cultura se haya distanciado por completo del obradorismo, o al menos no de la Cuarta Transformación, pero cada día son más los nombres de cineastas, escritores y artistas que se desmarcan del presidente. Algunos conservan su admiración por Sheinbaum, a quien apoyan, como la premio Cervantes Elena Poniatowska o la cantante Regina Orozco, que ha pasado a formar parte del equipo de la candidata, pero nunca ha ocultado que el presidente dejaba que desear, bajo su criterio. Otra de las instituciones más relevantes que sitúan a México en el mundo es la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, cultura con mayúsculas. El presidente se despachó diciendo que esa cita no era más que un “cónclave de la derecha”. El pasado noviembre, en plena feria, la candidata aterrizó en la capital de Jalisco, donde también acudieron el entonces aspirante de Movimiento Ciudadano, Samuel García, y la líder del Frente opositor, Xóchitl Gálvez, que tuvieron sus respectivos encuentros con los lectores. Invitada también Sheinbaum, se disculpó amablemente y se fue a Nayarit.

Quedaba la Iglesia. México, como buena parte de Latinoamérica es territorio de religiosos ligados o no a la Teología de la Liberación que han desempeñado una labor al lado de los pobres, el gran catecismo del presidente López Obrador. Pero muchos de ellos, que se han señalado por su ayuda a los migrantes, a los indígenas, las clases oprimidas, también han salido escaldados con este gobierno. La violencia que asuela el país ha tenido buena parte de la culpa. El asesinato de dos jesuitas y un guía turístico que se refugió en una iglesia de Chihuahua levantó las críticas de esta congregación hacia las políticas de seguridad que no fueron bien encajadas por el presidente. Sheinbaum ha ido al Vaticano a ver a Francisco, a quien admira, ha dicho. Pero en México las relaciones con la Iglesia son tensas. Un compromiso por la paz que el Episcopado ha dado a firmar a todos los candidatos no ha sido del gusto de la candidata, que no comparte el diagnóstico pesimista que los religiosos hacen de la situación actual. Lo ha firmado, pero añadiendo al documento sus consideraciones al respecto.

Illades cree que Sheinbaum es más progresista que el presidente, “el asunto es que en la campaña no lo podrá mostrar, dado que su estrategia es reproducir el discurso de aquel, siempre se ratifica en la línea de él”. “Creo”, dice, “que si ella llega al poder, quizá buscará la distensión con esos colectivos porque me parece que va más con sus propias ideas, pero hay mucha desconfianza entre los movimientos sociales con la 4T”, explica el profesor. Opina que el asunto se torció cuando la ciudad se volcó con la derecha en 2021 y Sheinbaum “se alineó con López Obrador”. Illades no cree que este asunto le reste votos a la candidata, aunque sostiene que hay “una desconfianza bien ganada”. “No creo que los posibles electores de la izquierda cambien su voto por Xóchitl Gálvez, quizá se abstengan, pero la abstención beneficia al puntero”, explica.

Como sea, si en algo no se parecerá la campaña de Sheinbaum a la que en su día hizo su mentor será en las fotos. Ella no podrá fotografiarse con aquellos que han tenido seis años para completar su desilusión por el cambio.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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