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El “señor Limones” y el creciente disfraz sindical del crimen mexicano

La detención de un operador de la poderosa Catem, liderada por el diputado Haces, aumentan la presión sobre el Gobierno en su reto de frenar la delincuencia

El año se agota en un momento interesante para México, en que Gobierno y crimen tratan de mejorar sus posiciones de cara al tramo central del mandato de la presidenta Claudia Sheinbaum. El Ejecutivo acumula poder a marchas forzadas, gracias a cambios clave en la Fiscalía General de la República (FGR) y a las trincheras ganadas en meses anteriores, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y la unidad de investigación de la Secretaría de Hacienda (UIF), principalmente. Enfrente, el reto es mayúsculo. Criminales y hampones sofistican cada vez más sus disfraces y protecciones, mientras enriquecen sus conexiones con el poder. Ahora, las organizaciones delictivas se visten de sindicatos o utilizan a organizaciones legítimas para ordeñar economías legales, dejando a ciudadanos y empresarios en posiciones imposibles.

Alertado por la misma ciudadanía, o por administraciones locales, el Gobierno mira y trata de acabar con estos grupos. Al menos, esa es la sensación que han dado sus golpes en los últimos meses, el más reciente, la detención esta semana de Edgar N, alias Limones, en la región de La Laguna, en el noreste del país. Limones formaba parte de una de las ramas del Cartel de Pacífico en la zona, conocida como Los Cabrera, al mismo tiempo que integraba la estructura regional de uno de los sindicatos más importantes del país, Catem. El Gabinete de Seguridad, que dirige el poderoso secretario del ramo, Omar García Harfuch, detuvo además a cinco de sus colaboradores y congeló varias cuentas bancarias a la red criminal, que se dedicaba a extorsionar a ganaderos y comerciantes, robar combustible y lavar dinero de la familia Cabrera.

Según informó el Gobierno federal, Limones “recibía depósitos millonarios de origen injustificado, realizaba transferencias a empresas vinculadas con lavado de dinero y participaba en la compraventa de inmuebles, vehículos de lujo, joyas, relojes y juegos de apuesta”. Para hacer todo esto, el presunto criminal vestía la playera de la Catem, en sentido literal y figurado, organización sindical con millones de afiliados, fundada hace 15 años por uno de los referentes parlamentarios de Morena, Pedro Haces. Esta semana, Haces publicó un vídeo en redes en que trataba de desmarcarse del “señor Limones”, separando la actividad sindical, de la rapiña extorsiva de este individuo y su grupo. Pero el mensaje de Haces envejeció muy pronto, ante la avalancha en redes sociales de fotos de él mismo con Limones, y de este último con los cuadros del sindicato en La Laguna.

La situación no es fácil para el Gobierno, que intenta extirpar el mal sin herir de muerte a una u otra corriente de Morena, cirugía de una complejidad extrema. Individuos como Limones crecen gracias a su capacidad para vincularse al poder político, emane de la administración o de los sindicatos. El paso de los años solo aumenta la complejidad del problema y profundiza las conexiones de los criminales. Dada la dificultad, la tentación de no intervenir sobrevuela el escenario. La detención de los líderes es un primer paso. El juicio y la condena, las únicas maneras de suturar las heridas y apuntalar la sanación del maltrecho cuerpo mexicano.

Vistos los senderos que Sheinbaum y Harfuch han abierto en las selvas de corrupción y crimen que proliferan a lo largo del país, parece que el Gobierno entiende la profundidad del problema. La realidad del enemigo trasciende a la imagen clásica y maniquea del narco malo. Al contrario, el crimen, integrado por personajes que conocen las burocracias administrativas, entiende el valor de un buen disfraz y lo usa. La delincuencia funciona desde el Estado, desde su institucionalidad. Y ocurre a nivel local, estatal y federal. Así, donde el populismo propone cañonazos y bombazos, la solución parece mucho más sutil y dolorosa, pues implica atacarse a sí mismo.

Otras operaciones del Gobierno estos meses reflejan las mutaciones sindicales del crimen. En el último semestre del año ha llamado la atención, por ejemplo, la captura de Alejandro Gilmare, alias Choko, un expolicía ministerial del Estado de México que lideraba una organización, La Chokiza, presentada a la ciudadanía como una especia de sindicato informal. Con base en Ecatepec, el municipio más poblado de la entidad, La Chokiza ofrecía asesorías jurídicas a sus afiliados, publicidad para sus negocios, protección ante posibles extorsiones, etcétera. Eran muy populares. La alcaldesa de Ecatepec, la morenista Azucena Cisneros, grabó un video con Gilmare, celebrando el aniversario de la organización. El mismo Gilmare tuvo un idilio sentimental con la excalcaldesa de la alcaldía Cuauhtémoc, en Ciudad de México, Sandra Cuevas.

Pero la realidad era que El Choko y su gente usaban la buena imagen de su marca para sus trapicheos. Ahora, las autoridades acusan a Gilmare de extorsiones, homicidios y despojo de propiedades. También a otros antiguos integrantes de la banda. La trayectoria de El Choko ofrece lecturas un tanto deprimentes sobre la facilidad con que personajes así acaparan poder y la tardanza con que actúan las autoridades en ponerles un freno, desbordadas o negligentes. En cualquier caso, su detención alimenta el mensaje del Gobierno contra este tipo de fenómenos delictivos y contra la extorsión, en general, un mal al alza en el país que ha motivado revisiones legislativas y operativos especiales en diferentes regiones.

Ecatepec ofrece otros ejemplos, caso de Guillermo Fragoso, un veterano del sindicalismo criminal en la zona. Buscado por las autoridades por casos de extorsión y secuestro, Fragoso era la competencia de La Chokiza. Primero fue integrante del sindicato Libertad, que creció al amparo del Gobierno municipal, antes de la llegada de Cisneros. Y luego creó otros, caso de Unión de Sindicatos y Organizaciones Nacionales (USON) y del Sindicato 25 de Marzo. Como Limones, Fragoso construyó con habilidad una red de relaciones con el poder político, más allá de Ecatepec, que le permitieron progresar durante años. Su nombre aparece incluso en la indagatoria contra el dueño de Miss Universo, Raúl Rocha, y su red criminal. Sus líderes, Jacobo Reyes y Jorge Alberts, hablan de él como un facilitador, alguien que puede prestarles “gente”, presentarles a alcaldes y ayudarles a mover armas.

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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).
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