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Hay una isla que Benito hizo volar a México

Bad Bunny reúne durante dos horas y media a 66.000 personas en el estadio GNP, en la segunda de sus ocho fechas en Ciudad de México

El concierto empieza como un trance. “Benito, hijo de Benito, le decían Tito. El mayor de seis trabajando desde chamaquito”. Desde las pantallas, dos muchachos mexicanos piden invocar a su cantante favorito y empiezan a contar: “Un día Tonito lo invitó pa hacer una mudanza pa buscarse alguito, par de pesos, pa algo alcanza. Gracias a Dios que ese día no estaba busy. Porque en la mudanza fue donde conoció a Lisy”. Y 66.000 personas, que están este jueves de diciembre en el estadio GNP de Ciudad de México, narran en un murmullo una historia familiar: “Antes de irse pa Almirante, donde se conocieron, vivieron en Morovis, en donde hicieron al nene. Que en Bayamón por primera vez vieron”. Y entonces un estruendo, un fogonazo. Él aparece, pero no canta. En su primer minuto en el escenario, Benito Antonio Martínez Ocasio solo mira despacito alrededor, sonríe de lado, cierra los ojos, inhala, exhala, asiente y ahí sí, ahí revela lo que da inicio a todo: “Un aplauso pa mami y papi, porque en verdad rompieron”.

Bad Bunny ha llegado a Ciudad de México para terminar el año. Hizo lo mismo en 2022, cuando cerraba su anterior tour. No es casualidad, lo ha dicho él; no hay público como el mexicano, tampoco más fiel. El artista más escuchado del mundo tiene aquí su mayor audiencia, por eso ha vendido todo para las ocho fechas en que se presenta en el GNP con la gira DeBÍ TiRAR MáS FOToS. Este jueves ha sido solo el segundo concierto y durante dos horas y media, Benito ha dado una y otra vez las gracias a México. “Me encanta ser turista aquí, en México, aunque a veces siento que estoy en casa, gracias por eso”, ha dicho al principio, para dar pie a TURiSTA; “quiero saber si México es la ciudad más cabrona del mundo”, para entrar con Safaera, o “jamás me cansaré de decirles y repetirles lo agradecido que estoy con el amor que me han dado por tantos años, por siempre aceptar lo que hago”, antes de despedirse.

No hay propósito escondido ni en el álbum ni en la gira de Bad Bunny, pero, por si acaso, el cantante lo recuerda a cada rato: esto es una oda a Puerto Rico. La isla, un territorio controlado por Estados Unidos, cuyos habitantes son ciudadanos pero no tienen derecho a elegir al presidente, está ahora viajando por el mundo. Llega con su pava, su sapo concho, su cuatro, su bomba y su plena, con su lengua. “Gracias por querernos tanto y hacer que nuestra música haya llegado tan lejos. Esta es la música de mis raíces”, ha dicho el cantante, que ha homenajeado también a la región: “Este show es simple, este show se trata de ustedes, de nosotros, de la unión de México, Puerto Rico y América Latina”. “Esta noche Puerto Rico y México son solo uno”, ha insistido durante la presentación. Al grito de “Benito, hermano, ya eres mexicano”, el artista ha concedido: “Yo por esta noche soy mexicano y ustedes, puertorriqueños”.

El concierto sigue la misma estructura que el boricua inició en los 30 conciertos de residencia en su país. El evento se divide en tres partes y dos escenarios: el principal, donde Bad Bunny toca al principio con una espectacular banda de músicos, llamada LoS SOBRiNOS, y también al final, con un cuerpo de 20 bailarines. En medio, La Casita, que simula cualquier fiesta en una vivienda puertorriqueña. Ahí es el perreo. Por La Casita han pasado, durante la gira, LeBron James, Mbappé, Penélope Cruz o Ricky Martin. Este jueves estaba en la de Ciudad de México, el actor Diego Boneta.

Ocho conciertos seguidos en la misma ciudad son mucho dinero —unos 177 millones de dólares de derrama económica, calcula la Cámara de Comercio de la capital— pero también son muchos conciertos. Así, para tratar de dar singularidad a cada uno, el artista ha preparado un segmento exclusivo para cada función, uno que no se va a repetir. El de este jueves lo ha protagonizado el cantante colombiano Feid, también conocido como Ferxxo. “Los vino a ver a ustedes directo desde Medellín, Colombia”, ha explicado Benito, después de cantar Perro negro. En el concierto también ha estado Chuwi, con quien tiene WELTiTA, y el grupo puertorriqueño Los Pleneros de la Cresta, que disfrutan CAFé CON RON.

No hay nadie ahora con él en la cima. Pero hace no tanto, apenas ocho años, un Bad Bunny trapero se presentaba en una pequeña discoteca de Lleida, en Cataluña. Él lo sabe: “Gracias a todos lo que creyeron en mí, mucho antes de que el resto del mundo lo hiciera y han visto la evolución”, ha dicho esta noche. “Muchas gracias por quererme tanto, por abrazar las canciones que he dedicado a mi país y a mi tierra, porque yo sé que ustedes aman a la suya de la misma manera, gracias por querer a este puertorriqueño con el corazón, por aceptarme tal y como soy”. Así antes de despedirse, uno de los hombres más fotografiados del planeta, pide un favor a un estadio completo: “Si ustedes se atreven conmigo, todo el mundo guarde el teléfono en este momento”. Porque “debí tirar más fotos se trata de eso, sí, de tirar fotos, de grabar, pero más que un video o una foto, sino en el corazón”. Es grabarlo para regresar. “Ahora ya salten, bailen y abracen”.

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Sobre la firma

Beatriz Guillén
Reportera de EL PAÍS en México. Cubre temas sociales, con especial atención en derechos humanos, justicia, migración y violencia contra las mujeres. Graduada en Periodismo por la Universidad de Valencia y Máster de Periodismo en EL PAÍS.
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