La muerte de Rodrigo Mondragón en CU destapa a un grupo de choque a cargo de la seguridad de la UNAM
Testimonios de guardias obtenidos por EL PAÍS denuncian extorsión y violencia alrededor del Estadio Olímpico

El círculo cercano de Rodrigo Mondragón, el aficionado de Cruz Azul que murió tras asistir a un partido en Ciudad Universitaria (CU) el pasado sábado, denunció que su allegado fue brutalizado en el estacionamiento, a las afueras del Estadio Olímpico, por al menos una decena de funcionarios de seguridad de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El suceso, que ha causado indignación y enojo entre la comunidad futbolera y la universitaria, ha destapado la existencia de un grupo de choque —conocidos como porros—, al interior de Protección Civil de esta casa de estudios superiores, que han hecho de la extorsión y sus actos violentos un sello distintivo en CU, de acuerdo con denuncias obtenidas por EL PAÍS.
En una serie de protestas realizadas este jueves y viernes, personal de seguridad de la UNAM ha manifestado su cansancio respecto a este grupo de choque a la cabeza, según denuncian, de José Felipe Romero Pérez, alias Búfalo, quien funge como responsable de la dirección general de análisis, protección y seguridad universitaria (Dgapsu) de la UNAM. “Ya no queremos más violencia”. “Fuera. Destitución. Manuel Alejandro Olvera. José Felipe Romero. Miguel Guevara no pertenece a vigilancia”, se podían leer en algunos letreros durante las protestas. Tanto Miguel Ángel Guevara, alias MG, y Manuel Alejandro Olvera, alias Cóndor 10-2, han sido señalados como los cabecillas del brazo operativo de Búfalo.
A solicitud de este diario, la UNAM ha presentado una respuesta a estos cuestionamientos. En este documento, afirman que “no existe ningún grupo de choque en la Dgapsu” y que Romero Pérez es director de área de seguridad universitaria y que en su estructura de mando, cuenta con personal de confianza que desempeña tareas “siempre con apego al reglamento”.
Sobre Olvera, quien tiene el cargo de jefe de área, y de otros nombres que surgieron en las protestas, como Edgar Durán, quien es jefe de departamento, ambos del turno matutino de seguridad; así como Guevara, de quien no especificaron su cargo, y Guillermo Campos, coordinador operativo, la UNAM especifica que “son personal de confianza; es decir, todos ellos son los encargados de coordinar las actividades del personal basificado”.
Por el asesinato de Mondragón en CU, la Fiscalía de Ciudad de México ha imputado a cuatro miembros de Protección Civil de la UNAM acusados de homicidio calificado. Noé N, de 45 años; Brallan N, de 24; Valerio N, de 57; y Luis Alberto N, de 38. De acuerdo con las denuncias, estos son subordinados de Guevara, Olvera y Romero. EL PAÍS tuvo acceso a la imputación de estos cuatro sujetos y sometió a revisión sus nombres completos en la plataforma de transparencia de la UNAM. Ninguno figura en el directorio de funcionarios. A excepción de Romero, tampoco los nombres de Guevara u Olvera aparecen en la base de datos de la universidad.
Cuestionada sobre este detalle, la UNAM ha explicado que el portal solo brinda información sobre los directivos de las distintas áreas universitarias. “Todo el personal operativo y administrativo de base no aparece en dicho portal”, explica la misiva enviada por la casa de estudios.

Tres empleados de seguridad se han contactado con este diario para denunciar el accionar de Romero, Guevara y Olvera. Estos tres testimonios afirman que el grupo de porros que encabezan cuenta con al menos 20 integrantes. “La UNAM solamente los tiene para amedrentar, robar y extorsionar a las personas que, en su caso, dentro del campus no quieren acceder a lo que ellos dicen. Los cargan en sus vehículos, les roban, los sobajan [humillan] y los han llegado a mandar hasta al reclusorio”, cuenta Mario (nombre ficticio para preservar el anonimato).
Antonio, otro nombre ficticio por el temor a las represalias, explica que este grupo de choque cobra derecho de piso en los alrededores del Estadio Olímpico. Dice que a los que venden mercancía, cerveza, revendedores o los que estacionan coches, les cobran derecho de piso para poder trabajar cerca del recinto deportivo. “Tienen a gente de la Rebel [la barra brava de Pumas, el equipo de la UNAM] y son ellos quienes cobran en el estadio y en el campus. En caso de que no lo hagas, se comunican con Miguel Ángel Guevara, mejor conocido como el MG, que es el jefe de todo el grupo de choque. Si no pagas la extorsión, te levantan, te llevan o te siembran droga [inculpar falsamente con narcóticos]”, complementa.
El personal de seguridad sindicalizado de la UNAM ya ha tenido sus fricciones con este grupo de choque porque “les dan mucho cobijo”, explica Mariano, otro funcionario que prefiere mantener el anonimato. “Lo de Rodrigo [Mondragón, aficionado de Cruz Azul] fue lo que destapó la cloaca porque se les fue de las manos. Esto iba a pasar tarde o temprano. Nosotros como sindicalizados ya sabíamos todo lo que estas personas hacen dentro del campus, pero no podemos meter las manos al fuego porque desde el sindicato ya nos dijeron: ‘No se metan”, detalla.
Los tres dicen que este grupo pasa “disfrazado” como personal de Protección Civil de la UNAM. No están en la nómina, “pero sí reciben pago de la UNAM”. Antonio afirma que fue MG quien dio la orden para que desaparecieran a Mondragón por más de cuatro horas tras la detención y la golpiza que le propinaron afuera del Estadio Olímpico. “¿Cómo apareció? Muerto. Ellos sabían lo que habían hecho. Estuvo todo el tiempo dentro de CU. Nunca salió. Esto tenía que pasar, ya debían muchas. Es la punta de un iceberg grandísimo”, añade.
Sobre estas acusaciones, la UNAM explica que no se tiene conocimiento de denuncia alguna, en la que señalen presuntos actos ilícitos a personas de base o de confianza responsables de las tareas de seguridad en la universidad.

Un túnel del terror en CU
José, nombre ficticio para preservar la identidad de otro afectado, denuncia que, junto con tres miembros de su familia, también fue víctima de este grupo de choque el pasado marzo. No quiere dar detalles sobre su detención por temor a ser identificado por sus agresores. Sin embargo, ocurrió durante un partido de los Pumas en la Copa de Campeones de Concacaf.
Él junto a sus tres familiares fueron detenidos por al menos 15 elementos de Protección Civil de la UNAM cerca de los estacionamientos de la puerta de acceso H al estadio. “Desde que nos subieron a la patrulla fue puro golpe”, relata. Los metieron al recinto deportivo y los dirigieron a un túnel al costado izquierdo de ese mismo acceso. Recuerda que uno de los menores de edad que los acompañaba, de 16 años, gritaba para que pararan los golpes. Otro de los adultos que venían con él era asfixiado por este grupo de porros. “Fue prácticamente como media hora de pura golpiza. A mí, el MG, me hizo como tres aberturas en mi cabeza con el radio que traía en la mano. De puro milagro seguimos vivos los cuatro”, según relata.

Los bajaron de la patrulla y le preguntaron a José a qué reclusorio se quería ir. Este les preguntó: “¿Por qué me voy a ir a un reclusorio? ‘Porque traías un kilo de marihuana’, me dijeron. Yo le dije que no traía nada y me mostraron una bolsa con un kilo. Pensé que ya nos iban a soltar y el MG me agarró. Traía un cortador de puros y me dice: ‘Me voy a quedar con un recuerdo tuyo. ¿Cuál quieres?’, me dijo señalándome mis dedos”. José tuvo que rogar y pedir disculpas por algo que no había hecho. Fue de ese modo que no lo lastimaron, los soltaron y entregaron a una patrulla de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) capitalina.
Sobre esta denuncia, la UNAM ha dicho que, en este momento, “no existe otro antecedente de un hecho como el que, lamentablemente, sucedió el fin de semana pasado”. “Se ha colaborado con las autoridades capitalinas desde el primer momento en que tuvimos conocimiento del hecho, para que puedan realizar su investigación y deslindar las responsabilidades correspondientes”, detalla el comunicado de la universidad.
Los agentes de la patrulla de la SSC les preguntaron qué les había pasado. Los cuatro prefirieron guardar silencio. Los policías les dijeron que no podían remitirlos al Ministerio Público, ya que, debido a la gravedad de las lesiones que presentaban, iban a pensar que ellos se las infligieron. Los dejaron en la estación de metro Copilco, a poco más de 2 kilómetros del Estadio Olímpico.
Acudieron a la Fiscalía de la alcaldía Coyoacán. Sin embargo, les dijeron que no podían tomar su denuncia porque en ese momento no sabía quiénes eran sus agresores. Con el paso de los meses, se dieron cuenta de la vinculación de sus atacantes con la UNAM. Con el testimonio de otros casos similares en los alrededores del Estadio Olímpico, supieron identificar y reconocer a MG como el cabecilla de este grupo de choque.
“Ya se hicieron un nombre. Yo ya no me acerco ni un poquito por ahí [Estadio Olímpico]. Tengo amistades que todavía trabajan en los alrededores. Los ven y corren, porque saben que es madriza [golpiza] segura”, sentencia José.
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