María Elena Ríos: “Quiero recuperar la vida que me arrebató Vera Carrizal y comenzar a vivir mis 26 años”
La saxofonista oaxaqueña atacada con ácido denuncia un proceso judicial plagado de irregularidades que casi dejan en libertad a su agresor, un importante empresario local y exdiputado del PRI
María Elena Ríos tiene 31 años, aunque hace cinco su vida se detuvo. El 9 de septiembre de 2019, dos hombres le arrojaron una cubeta con ácido por encima y se dieron a la fuga. Tenía 26 años y muchos sueños por delante. Entre ellos, terminar su carrera como saxofonista y licenciarse en Comunicación. Desde entonces, la vida no ha sido la misma. La vida no ha sido fácil. La violencia dejó marcas en su cuerpo y en su rostro. Algunas son visibles, otras, más profundas, son invisibles aunque igual de dolorosas.
Para Malena Ríos los últimos cinco años han sido un completo infierno. A las dolorosísimas operaciones a las que ha tenido que someterse, se suman un ataque armado para silenciarla y un proceso judicial plagado de irregularidades. Su lucha la ha convertido en un referente del feminismo en México y gracias a su trabajo y al de otras mujeres que viven la misma violencia, el país ha empezado a reformar sus leyes para que los ataques con ácido sean considerados intentos de feminicidio. En muchos Estados llaman a esta reforma Ley Malena en su honor.
El principal sospechoso de su agresión, el exdiputado priista Juan Antonio Vera Carrizal, estuvo a punto de ser liberado hace dos semanas por orden del juez José Gabriel Montaño. El juez no solo argumentó que no había pruebas en contra de Vera Carrizal, presunto autor intelectual, sino que tampoco las había en contra de los supuestos autores materiales. La sentencia fue anulada a las pocas horas por el Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca (TSJO) que ha pedido repetir el juicio. El juez, mientras tanto, está siendo investigado por “posibles actos de corrupción y conductas ilícitas”. En escasos 10 minutos, el juez Montaño decidió poner en libertad a todos los implicados. “Me quedé atónita. No podía creer que en tan poco tiempo absolviera a mi agresor. Por mi mente pasaban las veces que hemos ido a marchar, cuando las colectivas me han apoyado, toda la gente que ha palpado mi historia... Cómo se atrevía el juez a decir que no había daño, que no se podía acreditar que me habían echado ácido en el cuerpo... Todo el tiempo pensaba: ¿así tan fácil es dejarlo libre?”, afirma la saxofonista.
Ríos cuenta que lo único que quería era salir huyendo después del veredicto del juez. Sintió que todo había terminado. Horas después, alrededor de la medianoche, cuando estaba sumida en el llanto y la angustia, su hermana entró a su recámara para contarle que la sentencia había sido desestimada y que Vera Carrizal seguirá en prisión hasta un nuevo juicio. “Sentí como cuando estás en la alberca, aguantas mucho la respiración y de repente vuelves a respirar. Sentí que otra vez tenía un poco de oxígeno”, dice.
En los últimos cinco años, el juicio contra el agresor de Ríos ha pasado por cinco jueces diferentes, tres fiscales, tres ministerios públicos y tres representantes legales. Su caso es el ejemplo perfecto de la carrera de obstáculos que representa la justicia en México para miles de víctimas y el maltrato institucional que sufren de parte de las autoridades. Pese a todo, Ríos señala que las pruebas que tiene la Fiscalía son más que suficientes y asegura que no ha perdido la fe en la justicia. “En el juicio se pudo acreditar la responsabilidad de los hechos a través de las sábanas de llamadas. Se acreditó la gravedad del ácido. Ellos están diciendo, sus abogados, que nunca se puso en peligro mi vida. ¿Cómo no si me quemaron el 80% del cuerpo?”, dice indignada.
La cifras de la violencia ácida en México son difíciles de contabilizar porque hasta hace muy poco este delito se consideraba como un agravante en un delito de lesiones, así que no existían estadísticas. Las organizaciones y expertas que trabajan con las supervivientes, sin embargo, aseguran que se trata de un tipo de violencia premeditada que se produce como un castigo o una venganza, sobre todo contra las mujeres. De hecho, el 90% de las víctimas en México son mujeres y en torno al 85% de los agresores son hombres. En su mayoría parejas o exparejas de las víctimas. La saxofonista cuenta que meses antes de su ataque, ella terminó la relación con el exdiputado y que este llegó a amenazarla en varias ocasiones. “Me decía: Que dios te bendiga, María Elena, porque vas a pagar muy caro lo que me hiciste”.
Solo durante 2022 en México, 222 mujeres recibieron amenazas de ser agredidas con ácido o sustancias químicas, según cifras del Banco Nacional de Datos e Información sobre Casos de Violencia contra las Mujeres (Banavim). Otro dato. De 2001 a junio de 2022, la Fundación Carmen Sánchez, que atiende casos de violencia ácida, documentó 33 de estas agresiones a mujeres. Sin embargo, el 90% de estos delitos suelen quedar en total impunidad.
El juicio deberá repetirse de nuevo, con el desgaste emocional, físico y económico que eso representa para una víctima. “Es muy desgastante, pero pues hay que luchar”, dice Ríos, aunque reconoce que los últimos años su vida ha sido una pesadilla. “Una pierde la noción del cansancio por querer alcanzar la justicia”, dice. Pese a todo, sigue creyendo en que se hará justicia. “Es algo por lo que pugnamos las mujeres desde el momento en que no desistimos de nuestras carpetas. Todavía creo que puede haber justicia”. No obstante, dice temer por su vida y la de su familia. No es la primera vez que tratan de matarla. Asegura que Vera Carrizal ha llegado a amenazarla dentro de la sala del tribunal. “En las audiencias, cuando paraban la grabación, él varias veces se intentó acercar a mí y en varias ocasiones me dijo: María Elena que dios te bendiga. Vas a pagar por todo lo que hiciste”. Desde entonces, va acompañada por escoltas armados y forma parte del Mecanismo de Protección para periodistas y defensores de derechos humanos.
Insiste en que este tema lleva siendo del conocimiento de la presidenta del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca desde hace muchos meses y le sorprende que la institución haya reaccionado “hasta el último momento”, cuando la liberación era inminente y la indignación social, mayúscula. “El juez no tomó decisiones solo, siempre lo hizo con el respaldo del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca”, denuncia la saxofonista.
Oaxaca tiene tipificado el delito de alteraciones a la salud por razón de género y en su Código Penal tipificó las agresiones con ácido o sustancias corrosivas. Sin embargo, hasta el momento no ha aprobado en su Congreso una ley contra la violencia ácida. “Hace falta voluntad política para cambiar las leyes, pero muchos Estados no han mostrado interés en proteger la vida de las mujeres”, asegura la joven. Alrededor de 13 Estados del país ya incluyen los ataques con ácido como agravantes en un delito de lesiones, sin embargo, no como un delito aparte. En 2023 la Ciudad de México, por ejemplo, dio un paso más y cambió la ley para que la violencia ácida sea considera como un delito de feminicidio en grado de tentativa. Actualmente la Ley Malena es reconocida también en Puebla, Baja California, Guerrero Colima, Veracruz, Campeche, Quintana Roo y Nayarit. “Agradezco que le pongan mi nombre, pero se trata de una lucha colectiva de muchas mujeres que hemos sido agredidas de la misma manera”, y habla de casos como el de Esmeralda Millán, en Puebla o Elisa Xolalpa, en Ciudad de México.
La saxofonista reconoce que siente impotencia al ver cómo las leyes avanzan, pero sin embargo, su caso sigue estancado. “Soy consciente de que es un camino largo de recorrer porque el problema es una cultura misógina que no va a reconocer que esta violencia es muy grave”. El caso se ha convertido en algo paradigmático porque pone contra las cuerdas a todo un sistema. Las agresiones y el maltrato institucional contra María Elena Ríos hacen objetivo el odio y la discriminación que sufren cada día las mujeres en México. “Si existe justicia, se promoverá la esperanza de que las cosas pueden cambiar y de que la luz no solamente es para mí, sino para todas las mujeres de este país. De lo contrario, el mensaje de castigo también será un mensaje para todas”, apunta la saxofonista.
Después de muchas operaciones dolorosas, Malena, como le dice su familia, ha vuelto a ponerse vestido y huaraches. Después de mucha terapia, ha vuelto a tocar el saxofón. Después de mucho esfuerzo, ha vuelto a recuperar la sonrisa que con tanto odio quisieron borrarle. Sin embargo, la justicia no llega después de cinco años y mientras tanto, se niega a que la vida siga adelante si no hay condenas máximas para sus agresores. Cuando ese momento llegue, asegura que volverá a vivir. Como si respirara después de mucho tiempo con la cabeza sumergida. “Quiero recuperar la vida que me arrebató Vera Carrizal y comenzar a vivir mis 26 años”.
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