Refugiados chiapanecos en Guatemala: “Los balazos pasan cerca de nosotros, nunca pensamos que la violencia llegaría a donde vivimos”
Una grave crisis humanitaria afecta a centenares de mexicanos que huyen de los tiros por la frontera sur a pie y en autos
Una grave crisis humanitaria se ha desencadenado en el sur de México, donde más de 600 personas de algunas poblaciones chiapanecas han huido de la violencia de los carteles criminales y han cruzado hasta Guatemala, muchos de ellos caminando durante horas por trochas en la montaña y caminos de tierra para sortear el río Grijalva. El gobierno guatemalteco y las autoridades locales están procurando refugio, alimentos y atención médica a los desplazados, que salieron huyendo de los tiros sin posibilidad casi de recoger enseres básicos. Las organizaciones no gubernamentales que operan todavía precariamente en la zona reportan la existencia de heridos, enfermos de diabetes e hipertensión y afectados por crisis nerviosas, así como numerosos niños menores de cinco años. También se ha comunicado la muerte de una persona que llegó con heridas de bala. El origen de este éxodo es la guerra abierta entre el cartel de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación, que se disputan a tiros el territorio para hacerse con uno de los negocios más lucrativos del momento, el tráfico de migrantes en la frontera sur mexicana.
Refugiado en una de las escuelas de las aldeas guatemaltecas fronterizas y a través del teléfono del alcalde de Cuilco, el municipio al que pertenecen estos caseríos, se expresaba así un agricultor que no quiso dar su nombre: “Yo vengo de allá de la frontera de México, un lugarcito muy conocido que se llama Las Mercedes. La cosa que nos hizo salir de allá de nuestro lugar de origen es el miedo, porque existen dos carteles, yo no más escucho eso, ni sé el pleito que tienen ni por qué se están pelando. No más escucho los balazos que pasan cerca de las casas, cerca de nosotros cuando estamos trabajando. Por eso nos corrimos al país vecino de Guatemala”.
Agradecido con las autoridades y el Ejército guatemaltecos, el hombre relata que ha llegado con su esposa y dos hijos de 14 y 18 años. “Nos vinimos andando por un camino de herradura”. Huyen de una situación que “empezó tal vez hace como un año o año y medio, pero que siempre se escuchaba en otros lugares”, lejos de su pueblo, explica. “Pero poco a poco se fue acercando, acercado y nunca nos imaginamos que iba a llegar hasta donde nosotros vivimos, pero, pues sí, hemos sido desplazados y gracias a Dios aquí estamos y lo más principal es la vida y la salud”, relata por el teléfono de Audilio Roblero, el regidor de Cuilco, quien se ha traslado hasta las aldeas para supervisar la situación que están viviendo los refugiados.
Miles de mexicanos salen cada año huyendo de la violencia hacia la frontera norte con Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida, pero ha sorprendido, por insólita, esta escapada por el sur hasta Guatemala. El presidente guatemalteco, Bernardo Arévalo, ha contado en televisión la situación que se estaba viviendo en Cuilco y la ayuda que estaban prestando a los chiapanecos. En el contingente que ha salido de las localidades mexicanas de Amatenango de la Frontera y Mazapa de Madero, entre otras, había también guatemaltecos que habían salido de su país a México para alcanzar los Estados Unidos y han tenido que regresar corriendo por la violencia del narco. Estos han corrido mejor suerte a su vuelta, porque tenían el apoyo de familiares. Los chiapanecos lo están pasando peor. Las autoridades mexicanas no se habían pronunciado sobre el asunto este jueves, a pesar de que el éxodo comenzó el lunes. Este viernes se ha emitido un comunicado en la Secretaría de Relaciones Exteriores informando de que el personal diplomático en Guatemala está trabajando en el asunto. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha agradecido en la mañana de este viernes “al Gobierno de Guatemala y a las brigadas mexicanas que también están allí apoyando”, ha dicho.
“La situación es muy grave, las familias están sin nada, sin dinero, sin recursos, sobre todo los mexicanos. Los que estaban en el centro de Amatenango lograron salir, pero otros más alejados ya no pudieron, porque había bloqueos en las carreteras con llantas ardiendo”, explica por teléfono Adela Ramírez, de la organización humanitaria Pop No’j, desde Guatemala. Cuenta que los bomberos están colaborando para trasladar a los que necesitan atención médica y la oficina de la Mujer de Cuilco, así como la de Derechos Humanos de la zona y el Ministerio de Desarrollo Social tratan de identificar y atender a los desplazados. “Ha habido un muerto que llegó herido de bala, y una nena de 5 años está internada con deshidratación en el centro de atención maternoinfantil. La población está prestando víveres, ropa y colchonetas para que puedan dormir en el suelo”, sigue Ramírez. Las comunidades fronterizas a las que han llegado tras horas y horas de camino están alejadas del centro municipal de Cuilco, como a dos horas, y el acceso no es fácil, se necesitan vehículos todoterreno. Los refugiados han sido alojados en tres escuelas de las aldeas de Ampliación Nueva Reforma (217 albergados), Unión Frontera (ocho) y Monterrico. Todavía se están definiendo las necesidades más urgentes de cada uno. “En la escuela de Monterrico hay unas 50 personas de 28 familias con 15 niños menores de cinco años para los que se necesita comida, productos de higiene, ropa, zapatos y leche”, dice un comunicado de Pop No’j”. Otros han encontrado asilo en viviendas particulares y aún se espera la llegada de más personas que están en tránsito.
La movilización de las autoridades guatemaltecas, con el presidente del Gobierno a la cabeza, ha contrastado con el silencio en la parte mexicana, de cuya inacción se ha quejado la gobernadora del departamento de Huehuetenango, Elsa Hernández. “Lamentablemente, las autoridades mexicanas no están protegiendo a sus ciudadanos”, ha señalado. El Ejército está custodiando la zona para garantizar la seguridad de los recién llegados.
La situación en Chiapas es muy complicada. Mientras unos se desplazan hacia el sur, una caravana de migrantes centroamericanos trata de seguir camino por el norte para atravesar México y llegar a Estados Unidos, son más de 3.000. El Estado selvático mexicano, antaño un territorio tranquilo, está viviendo en los últimos tiempos numerosas crisis originadas por el crimen organizado, que se está enseñoreando de la zona y agravando la situación de los pobladores, gente pobre dedicada al campo en su mayoría.
El negocio de la droga que circulaba por esa frontera, controlado tradicionalmente por el cartel de Sinaloa, no había interferido singularmente en las condiciones de vida de la población. Pero ahora el Cartel Jalisco Nueva Generación les disputa el territorio, que se ha convertido en paso de miles de migrantes cada año, que son extorsionados por el crimen. Les despojan de lo poco que traen a cambio de permitirles continuar el camino. En algunas estaciones de autobuses hay letreros que indican que no se venden boletos a los extranjeros. “Están amenazados por los carteles”, explica Juan Manuel Zardain, funcionario de la Comisión de Derechos Humanos en Chiapas, pero que habla a título personal. Los criminales tienen sus propios autobuses para trasladar a los migrantes por precios abusivos. Pero no siempre se cumple el viaje prometido. A veces los dejan en medio de la nada y sin dinero. Otras son detenidos por la policía mexicana que también los humilla y extorsiona.
El tráfico de personas está complicando también la vida de los chiapanecos más pobres, “que son reclutados a la fuerza para que trabajen para los carteles”, dice Zardain. “El cartel Jalisco Nueva Generación tiene códigos distintos, los extorsionan y les cobran el piso”, una suerte de impuesto criminal por desempeñar cualquier actividad, desde la producción agrícola hasta la venta en un puesto ambulante. “Se están apoderando de los negocios ilegales, pero también de los legales, como la venta de huevos”, afirma el funcionario. La situación que está viviendo Chiapas se ha ido cociendo lentamente, mientras los carteles se iban apropiando del bello Estado sureño, y ahora la población más pobre sufre los desplazamientos que otros miles de mexicanos ya experimentaron antes y aún hoy. Las fronteras son un hervidero de personas que huyen del hambre y la violencia.
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