La tormenta que viene
Viene una movilización política álgida y gran intensidad en la competencia interna de Morena. El año electoral no será precisamente un día de campo
Morena es hoy el partido mayoritario en el país, y su rápido ascenso electoral le ha permitido conquistar —con sus aliados— 24 estados en nueve años. Poblacionalmente, eso significa gobernar a nivel estatal al 68% de las y los habitantes y, a nivel municipal, regir en 50 de los 100 municipios más grandes del territorio nacional. Una verdadera hazaña, ya que es el instituto político más joven de México. Sin embargo, vivimos tiempos líquidos, de constante transformación, y lo que crece como la espuma requiere de esfuerzo constante para mantenerse; para que prevalezca la sustancia sobre lo volátil.
Será necesario evitar que el movimiento entre a un proceso —natural— de crisis de crecimiento y del desgaste normal que significa gobernar a siete de cada 10 mexicanas y mexicanos, es decir, lo contrario a lo que experimentan el PRI y otros partidos: ausencia y renuncia de cuadros dirigentes y militantes históricos relevantes. Por eso es importante hacer un análisis —con la mayor objetividad posible— sobre lo que puede suceder en los próximos meses, en un año eminentemente electoral que no será precisamente un día de campo.
Lo primero que habremos de destacar ante las y los votantes es que la de 2024 no será una elección presidencial más, sino una jornada histórica en la que se decidirá —nada más— entre dos opciones: profundizar la transformación hacia el futuro o regresar al pasado de privilegios y corrupción. Es decir, vamos a un gran referéndum nacional para ratificar, confirmar y profundizar el proyecto de transformación del presidente Andrés Manuel López Obrador, que ahora representa la doctora Claudia Sheinbaum Pardo.
Viene una movilización política álgida y gran intensidad en la competencia interna de nuestro movimiento. ¿En qué punto estamos?
Coordinadora nacional
La realización de un proceso inédito e innovador que movilizó a los partidos de la coalición se puede calificar como positivo, dado que cinco de las seis personas participantes aceptamos el resultado de las encuestas que favorecieron a la doctora Claudia Sheinbaum, quien ahora funge como coordinadora nacional de los Comités de Defensa de la Transformación y es visible candidata a la Presidencia de la República por la coalición de los partidos Morena, PVEM y PT.
El factor Marcelo Ebrard
Desde los primeros meses del año se observaron movimientos estratégicos del excanciller Marcelo Ebrard Casaubón, con los que se desprendía su intento de diferenciarse de la aspirante más cercana al titular del Ejecutivo federal. Así lo hizo durante varios meses, hasta que inició el proceso de los 70 días, y con una actitud más crítica se fue distanciando del resto de la y los competidores.
Los resultados de las encuestas levantadas, con candados aplicados y representación personal de la y los aspirantes, no fueron distantes unos de otros, sino similares y contundentes; no obstante, Marcelo Ebrard no los reconoció ni avaló. La campaña interna no arrojó sorpresas; en realidad no duró 70 días, sino cinco años.
El excanciller presentó un recurso de inconformidad, con documentos y alegatos que a su juicio y el de sus simpatizantes representan pruebas contundentes de irregularidades en el proceso, por lo que plantean la reposición de éste, luego de la correspondiente anulación de los resultados.
Por lógica y obviedad política, no tienen posibilidades de éxito. Este recurso planteado ante los órganos internos de Morena seguramente será rechazado. Esto lo sabe el propio Marcelo Ebrard; sin embargo, no debemos desdeñar la ruta y la estrategia que ha diseñado.
En el acto de Tlaxcala, recientemente llevado a cabo al iniciar su gira por el país, dejó muy claro que insistía en las irregularidades que a su juicio se cometieron en el proceso interno, y que se alejaba de una posible negociación o acuerdo político. Ratificó además su intención de contender por Morena a la Presidencia de la República.
Al alejarse de la posibilidad de un arreglo institucional interno, se acerca a ser candidato por un partido de oposición, y en su ruta está el mantener su porcentaje de simpatizantes a su lado, sin que sucumban estos ante los llamados a la incorporación institucional y al cierre de filas con Claudia Sheinbaum.
Incluso, no es un escenario remoto que algunos cercanos estén aconsejando inscribirse en el partido como precandidatos a la presidencia de la República, ignorando el proceso interno pasado, lo cual sería éticamente cuestionable, pero jurídicamente posible, toda vez que tanto el proceso como sus resultados no son vinculantes para ninguno de los participantes.
Por su parte, la coordinadora nacional Claudia Sheinbaum se ha conducido con prudencia y reitera su llamado a la unidad y a buscar entendimientos para beneficio del movimiento y la elección, pero hasta ahora ha sido desoída.
¿Qué faltaría por hacer?
Al no haber coincidencias entre la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México y el exsecretario de Relaciones Exteriores —entre el primero y el segundo lugar de las encuestas, respectivamente—, sólo un amigable componedor podrá resolver de fondo las diferencias: el presidente de la República.
Pero esa opción para enmendar o cubrir este vacío y resolverlo también implica un costo colateral, el cual podría consistir en que la coordinadora nacional de la Transformación y segura candidata a la Presidencia de la República compartiera la conducción y el liderazgo.
Sin embargo, todo esfuerzo por garantizar la unidad del movimiento vale la pena en sí mismo. Es el bien político superior que debemos priorizar en este momento y no hay que desdeñarlo. Es el primer paso para ganar el futuro y construir el segundo piso de la Transformación.
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