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Claudia Sheinbaum será el relevo del presidente López Obrador y la depositaria de su legado para las elecciones mexicanas de 2024

La exalcaldesa de la capital ha ganado las primarias de su partido y se enfrentará a otra mujer, la empresaria y senadora del bloque conservador Xóchitl Gálvez

Mario Delgado abraza a Claudia Sheinbaum, el 6 de septiembre en Ciudad de México. Foto: NAYELI CRUZ | Vídeo: EPV
Carmen Morán Breña

En apenas siete días y a un ritmo vertiginoso, la política mexicana ha definido quiénes serán las dos aspirantes que se enfrentarán en las elecciones presidenciales de junio de 2024 para suceder al carismático Andrés Manuel López Obrador y encabezar el nuevo sexenio, cuando el actual presidente ya esté retirado en su rancho. Claudia Sheinbaum, exalcaldesa de la capital, será la candidata del ala izquierda por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), es decir, el relevo de Obrador; y Xóchitl Gálvez, empresaria y senadora, liderará el Bloque Amplio por México, una alianza de tres partidos, PAN PRI y PRD, del lado de la derecha, aunque ella se define de centro o centro-izquierda. El parto ha sido convulso en ambas formaciones, tras un proceso de selección de cabezas de cartel, mediante encuestas a la ciudadanía, que ha recibido críticas por falta de limpieza y transparencia. Como fuere, a nueve meses de los comicios, todos los titulares se empeñan ya en que México tendrá, por primera vez en su historia, una presidenta. Y a primera vista, parece que será necesario un terremoto político para contradecirlos.

Habrá que esperar nuevos sondeos para ver cómo se ha movido en estos días el interés de la ciudadanía por cada formación política. La derecha, desnortada prácticamente todo el sexenio, ha recobrado la ilusión y la esperanza por una posible victoria. La izquierda, a la que hasta ahora le es muy favorable la intención de voto, se plantea un mandato de continuidad con los programas emprendidos por el Gobierno y su objetivo es completar, en los siguientes seis años, la llamada Cuarta Transformación que prometió el presidente Obrador, una lucha contra la corrupción y la pobreza que sacara a México de su imagen y estadísticas más penosas. Se ha avanzado en ambos terrenos, pero queda mucho aún en la casilla del debe. La violencia que vive el país es una de las tareas más acuciantes, con alrededor de 100.000 muertos al año, sin que la policía ni los militares puedan apaciguar inmensas zonas del territorio atravesadas por el narco.

La elección de Claudia Sheinbaum (Ciudad de México, 61 años) asegura el proyecto del presidente, que será además crucial en la campaña que se avecina, porque López Obrador es una especie de líder espiritual indiscutible entre los morenistas. Nadie que se aleje de sus dictados podrá conquistar el poder para Morena, así lo saben todo y así lo hacen notar en cada discurso. “Es un honor, estar con Obrador”, se coreó la noche del miércoles, cuando se conoció la victoria de Sheinbaum, antes incluso que los gritos de “presidenta, presidenta”, que le regalaron a ella.

Pero la tradición política mexicana manda que el nuevo candidato, más si tiene visos de convertirse en presidente, jubila en alguna medida a quien todavía está gobernando. El partido ya se ha convocado en torno a la unidad bajo la figura de Sheinbaum, a quien sus colegas derrotados en las primarias felicitaron y se pusieron a su disposición. “Va a haber presidenta de la República, y será de Morena”, prometió la candidata.

Solo uno de los aspirantes, el excanciller Marcelo Ebrard, que quedó en segunda posición a 14 puntos de la ganadora, se desmarcó, enfadado, del proceso y del partido. Llamó “cobarde” al presidente nacional de la formación y no asistió al anuncio de los resultados de la encuesta. Su futuro es todavía una incógnita. Podría sumarse al bloque opositor o a Movimiento Ciudadano, el tercer partido, que aún no ha designado candidato electoral. Pero Ebrard ha sido el segundo y su marcha podría restar un buen puñado de votos al proyecto obradorista y añadirle un buen dolor de cabeza para las próximas jornadas. Su espantada ha deslucido el anuncio de los resultados y probablemente empañará también la proclamación oficial de la candidata, prevista para este domingo.

Sheinbaum tendrá que afanarse ahora en restañar las heridas abiertas, lo que en México se conoce como operación cicatriz. No hay en el mundo un partido que salga ileso de un proceso de primarias. Por eso, los aspirantes, menos Ebrard, se conjuraron ayer por la bandera de la unión.

Mientras todo esto ocurre, el presidente se mantiene alejado de los focos para no interferir o hacer como que no interfiere en un proceso de partido. Ha optado hasta por salir del país, él, que no suele viajar. La gira que empieza este viernes y que le llevará por Colombia y Chile es apenas su cuarto viaje al exterior en todo el mandato. Pero no se hace fácil pensar que tomará un papel secundario en los meses por venir. Muy al contrario, está llamando al electorado para que los resultados en el Congreso el 2 de junio, que también eso se votará, eleven los escaños actuales, porque se ha propuesto modificar la Constitución para sacar adelante algunas iniciativas de calado, como la reforma electoral, y necesita para ello la mayoría de dos tercios que perdió en los comicios intermedios de 2021. López Obrador gobernará hasta el final y Sheinbaum tendrá que definir su espacio político como mejor sepa en estos meses, al lado del presidente, pero diferenciándose de él.

México es un país muy diverso. Al enorme machismo que aún se respira en todo el territorio, se une un fortísimo movimiento feminista que no ha dado un paso atrás en todo el sexenio, en el que no ha contado con los parabienes del presidente, que lo ha atacado en numerosas ocasiones, situándolo entre sus enemigos políticos como escudo tras el que se escondía la derecha. Sin embargo, en esta ocasión, el país ha dado un salto de gigante al situar a dos mujeres en la contienda política más importante.

Claudia Sheinbaum, doctora en Física y experta medioambientalista, es una mujer discreta de perfil muy institucional, que puede exhibir experiencia en la gobernanza: ha dirigido la capital, una enorme y complicado mole de nueve millones de habitantes y su periferia, con una demografía aún mayor, que también requiere de las políticas de la ciudad. Su gestión de la pandemia, la movilidad y la educación han sido más exitosas que las del Gobierno federal, a decir de expertos en esas materias. Le falta carisma político o tono mitinero. A cambio, ofrece una imagen académica, rigurosa y seria a la que puede sacar partido cuando los mexicanos imaginen a su futura presidenta.

En la esquina opuesta del ring tendrá a Xóchitl Gálvez, que no será presa fácil, porque esta sí cuenta con un don de gentes que le ha alzado como candidata por encima, incluso, de las preferencias de los partidos a quienes representa, que han tenido que rendirse a su empuje político. A su paso por las primarias han sucumbido veteranos políticos y la ultraderecha. Con 61 años, empresaria exitosa y mujer hecha a sí misma, de orígenes humildes y cercana al pueblo, se ha revelado como la única persona que podía sacar al conservador PAN y al desgastado PRI de la pésima consideración que los mexicanos tienen de estos partidos debido a su pasado corrupto. Lo resumía uno de los aspirantes del bloque morenista en estas primarias, Gerardo Fernández Noroña: “Que no se haga ilusiones la oposición. La derecha tiene su lugar ganado en el basurero de la historia y de ahí no saldrá”.

Pero nada está escrito en esta carrera que acaba de comenzar. La oposición se ha venido arriba y los morenistas cuentan con un legado de seis años que los ciudadanos parecen dispuestos a dar continuidad. Apenas una cosa, y no es segura, se atisba estos días: México tendrá una presidenta por primera vez en la historia.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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