Los últimos feminicidios de México encuentran mayor reacción política y una sociedad más consciente del problema
La política se suma al enfado de la ciudadanía ante las últimas muertes de mujeres que han salpicado los medios de comunicación
La ola de feminicidios que ha sacudido a México esta semana ha tenido una intensa repercusión mediática y una reacción política inesperada por parte de la jefa de Gobierno de la capital y aspirante a la presidencia de la República en 2024, Claudia Sheinbaum, quien ha regañado alto y claro al fiscal que se encargaba de uno de los casos por sus polémicas declaraciones de revictimización. En ese gesto y en el amplio eco que empieza a tener la violencia machista quieren ver algunas organizaciones el despertar de una sensibilidad distinta en un país que entierra sin ruido, cada día, un promedio de 10 mujeres asesinadas. Para otros, el asunto no pasa de un oportunismo político.
Si hay un movimiento bien engrasado y activo en México, capaz de poner contra las cuerdas al sistema político, es el feminismo. La fortaleza de los mensajes y las protestas le han granjeado las críticas constantes del presidente del Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, que no ha dejado de hostigar al colectivo en cuatro años de mandato. Y esa es la razón de que las feministas no confíen en los gestos que estos días llegan desde el Palacio Nacional, donde se han exhibido los logros policiales contra los agresores y una respuesta de mano firme ante los feminicidios: 27 detenidos entre el 3 y el 9 de noviembre y 14 sentenciados, que enfrentarán penas de 40 a 70 años de prisión. La impunidad en el país norteamericano es casi sinónimo de injusticia, porque más del 90% de los casos no encuentra una sentencia de culpabilidad.
Uno de los detenidos, por ahora, es el conductor desde cuyo taxi se arrojó fatalmente la joven Lidia Gabriela, cuando el coche circulaba a toda velocidad sobrepasando el destino marcado. El terror a los secuestros en el transporte público está plenamente justificado. Una profesora de inglés, Mónica Díaz, tomó el autobús el 3 de noviembre y se apeó a 20 metros de su trabajo, nada más se supo hasta el hallazgo del cadáver, seis días después. De la cantante Jazmín Zárate también se perdió la pista cuando volvía a su casa tras un concierto hasta que encontraron su cuerpo tirado en un paraje al lado de un aserradero. Pero ha sido, quizá, el cadáver de Ariadna Fernanda López, el que ha indignado a las autoridades en mayor medida. La joven pasó una noche con varios amigos en un departamento de un barrio céntrico de la capital y su cuerpo fue encontrado a kilómetros de allí, en Tepoztlán, en el Estado de Morelos. Esa es la razón de que el fiscal Uriel Carmona se hiciera cargo del caso y de que sus palabras despertaran un descontento que viene de antiguo: los análisis periciales, dijo, mostraban una alta presencia de alcohol y la muerte se debía a una broncoaspiración, es decir, asfixia con el vómito. O sea, otra borracha que se encontraba con su destino. El feminismo en México está acostumbrado a declaraciones oficiales de ese tenor: mujeres que se ahorcan con sus bragas o con el cable de un teléfono, otras que llevaban una vida loca o vestían de tal o cual forma.
Uriel Carmona no mencionó que la muchacha presentaba golpes. Y el video del garaje en el que el ahora detenido la lleva muerta al hombro, como un costal, acabó por detonar la indignación. Feminicidio, dijo la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, y la Fiscalía de la capital atrajo de inmediato el caso. Las acusaciones al fiscal Carmona fueron inesperadas por explícitas: “Consideramos que hay un encubrimiento del fiscal general de justicia de Morelos”, dijo Claudia Sheinbaum. “¿Cómo un fiscal general de justicia sale públicamente a decir que científicamente ella fallece por una broncoaspiración? Si ustedes escuchan al fiscal de Morelos dice [que] no hay signos de violencia. ¿Cómo puede ser que haya un fiscal que encubra deliberadamente?”.
“Yo creo que estas palabras [de Claudia Sheinbaum] son un caso excepcional, porque los políticos normalmente son cuidadosos con las narrativas”, dice Ana Yeli Pérez Garrido, integrante del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio. Y aunque es consciente del papel político que en estos momentos juega la alcaldesa como aspirante a presidenta del Gobierno, considera que “es un mensaje importante ante la sociedad, que sitúa las deficiencias de los servicios periciales o de la fiscalía. Eso es favorable en México, no es un tema menor el que nos ocupa”, afirma la activista.
En los últimos cinco años, las Fiscalías estatales han ido alcanzando su autonomía del poder político, que antes era el encargado de designar a su titular. Aunque en algunos casos eso sea solo sobre el papel, se ha contado entre las buenas noticias. “Pero en este país todo acaba complicándose en perjuicio de las víctimas, y las Fiscalías han cobijado la impunidad bajo su autonomía, por eso es importante que los políticos envíen sus mensajes de intolerancia ante esto”, añade Pérez Garrido.
Más allá de eso, no ve que las reacciones oficiales contra los feminicidios sea algo que está extendiéndose por todo el país. Tampoco lo cree la feminista Patricia Olamendi, pero ambas consideran que, desde luego, las protestas durante años de los colectivos de mujeres sí están dando sus frutos en la sociedad, más consciente cada vez de estos delitos y demandante de justicia. Dice Olamendi que el feminismo “ha logrado generar una sensibilidad que se ha extendido también a los medios de comunicación y entre algunas autoridades. Eso es relevante, un gran avance para la consecución de justicia”. Cree que a pesar de los mensajes del presidente, “en los que ha acusado a las feministas de mentir cuando señalaban que crecía la violencia contra las mujeres o que no había políticas de prevención y apoyo, hoy se están generando otras opiniones. La sociedad empieza a decir basta. Porque esto es una película de terror”, afirma.
El feminismo lleva largo tiempo tratando de que todo México declare la emergencia nacional ante la violencia contra las mujeres, de tal forma que se activen ciertos protocolos para su protección. Están hartas de que los fiscales “salgan diciendo que la víctima estaba borracha. Casi todas las fiscalías son negligentes y groseras”, critica Olamendi. Ella considera que la regañina de Sheinbaum al fiscal Carmona “no ha sido más que un espectáculo político y eso es despreciable”, opina.
En esa línea crítica se mantiene la antropóloga feminista Melissa Fernández Chagoya, quien considera que el fenómeno se ha mediatizado, sí, pero en ocasiones, dice, “como un fenómeno de marketing”. Sin embargo, opina que la sociedad ahora se da más cuenta del modus operandi de esas revictimizaciones, tanto si ocurren en los medios de comunicación como entre los fiscales. “El feminicidio es mediático, por eso los políticos salen a hacerse los héroes en favor de sus intereses. Es necesario este proceso para aumentar las exigencias, que no sea solo algo superficial, sino que se alcancen compromisos”, afirma la científica social.
“Lo único que queremos saber es quién mató a esas mujeres y por qué, que se actúe tanto en la capital como en el Estado de México, que tienen las peores cifras de feminicidios, y no que se anuncien actuaciones en el Zócalo de bandas de música cuyas letras humillan a las mujeres”, zanja Olamendi, experta en prevención de violencia de género. Esas letras machistas que menciona se escuchan a menudo en el autobús de línea, donde algunos vagones con asientos rosas están reservados a las mujeres por los abusos que soportan. Puede que algo se esté moviendo en México, pero todos coinciden en que es poco y lento.
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