Las peticiones de López Obrador a Biden sobre migración que México evita aplicar
El presidente mexicano solicita a EE UU que regule a miles de mexicanos y centroamericanos mientras las deportaciones en su Gobierno alcanzan cifras récord
El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador ha repetido este martes una solicitud vieja a su homólogo Joe Biden durante una reunión en el Despacho Oval que se ha convertido en el asunto medular de la visita. Que Estados Unidos facilite la entrada a los trabajadores mexicanos y centroamericanos “más cualificados” para empujar la economía, regularizar a los que están y dar certeza a quienes llevan tantos años sin documentos. Unas peticiones que chocan con el caos y la crisis humanitaria que soportan miles de migrantes en tierras mexicanas. Las instituciones se han desbordado de solicitudes de asilo en México, en los centros de detención no cabe un alma más y las deportaciones con su Gobierno se han disparado. El tema migratorio no empieza en la frontera con Estados Unidos, sino unos 4.000 kilómetros más abajo.
Concretamente en un rincón de Chiapas, enclavado en el México más pobre, rodeado de un puñado de pueblos que casi nadie conoce, pero que los migrantes se saben de memoria a fuerza de haberlos pateado. Tapachula y los municipios que la rodean, que colindan con Guatemala, llevan años soportando la olla a presión de la crisis migratoria. El verdadero muro que contiene el grueso de los que huyen hacia el norte.
Por esta ciudad, de poco más de 300.000 habitantes, cruzan la mayoría de los que después se acumulan en la frontera con Estados Unidos, y muchos de los que ahora viven de manera ilegal ahí. En Tapachula se han agolpado, entre el año pasado y este, más de 122.000 migrantes en busca de asilo, según los datos de la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (Comar). Y ahí han sido detenidos otros 40.000 por los agentes de Migración, solo en este Estado.
Un campo de refugiados sin lonas blancas, con una ayuda internacional que no alcanza para la magnitud de la tragedia —ACNUR se ha declarado rebasado, como el resto de las organizaciones mexicanas— y al que pocas veces mira la prensa, ni nacional ni extranjera. Tampoco se menciona en las reuniones bilaterales.
Desde que López Obrador firmara con el Gobierno de Donald Trump un acuerdo para blindar las fronteras en 2019, además de aceptar el tratado Quédate en México (Remain in Mexico), para acoger a todos los que buscaban asilo en Estados Unidos, miles de migrantes no han tenido otra opción que solicitar el refugio en tierras mexicanas o conseguir una visa humanitaria. La única forma de buscar una regulación que les permita trabajar y sobrevivir.
Mientras en su reunión con Biden, el mandatario pide que se dé documentos a los migrantes, en su país se han solicitado de enero a mayo casi 50.000 peticiones de asilo —más de 179.000 desde 2021 hasta la fecha— y solo se han resuelto 8.988 casos, entre los que han recibido el asilo o una proteccion complementaria.
El presidente mexicano ha expulsado en los primeros cinco meses del año a 46.617 personas y el año pasado, a 114.000, muchas más de las que caben en el Estadio Azteca. Unas cifras que superan a las del mismo periodo de 2018, cuando gobernaba Enrique Peña Nieto, del PRI, criticado por su política de mano dura frente a la inmigración.
Y pese al dique que supone el sur de México y todo el territorio nacional, la situación del otro lado de la frontera con Estados Unidos se ha convertido en un tema crucial. La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos indican que de septiembre a mayo, 1.536.899 migrantes han sido detenidos en su intento por llegar a territorio estadunidense; se estima que la cifra rebase por mucho el registro total del año pasado: 1.734.686 personas en esa situación.
La crisis económica derivada de la pandemia, las crisis políticas y de seguridad que viven países de Centroamérica y el Caribe, especialmente Cuba y Haití, han expulsado a miles mujeres, hombres y niños a huir de su realidad asfixiante. Las cifras de migrantes que cruzan México para llegar a Estados Unidos y otros para quedarse un tiempo son las más altas desde que se tiene registro.
Biden, acorralado por el racismo y el odio impulsado por los líderes de la oposición republicana, y en vísperas de unas elecciones legislativas en noviembre, donde teme perder poder en el Congreso, se encuentra en el peor momento posible para hacer concesiones con México en el tema migratorio. Las encuestas indican que la política migratoria de Biden y su control de la frontera serán, junto a la economía, uno de los asuntos dirimidos en las urnas. Y le ha respondido a López Obrador: “Necesitamos trabajar más juntos”. Aunque no ha detallado ninguna propuesta para regular la migración.
Las tragedias recientes son el reflejo de la política fallida entre ambos países. La última, la de San Antonio (Texas), donde fueron hallados 53 migrantes muertos, asfixiados en el interior de un camión; 27 de ellos mexicanos. A esta se suman otros cientos que mueren al cruzar la selva, los montes, mutilados en el tren que cruza México, conocido como La Bestia, otros más ahogados en el mar. Y las que se espera que sucedan mientras huir del hambre y la violencia sigue siendo una tarea clandestina y altamente mortal para miles de personas.
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