La caída de Rosalinda González, ‘jefa’ y heredera de un clan de narcotraficantes
La esposa de Nemesio Oseguera, ‘El Mencho’, está acusada de dirigir desde la sombra las operaciones financieras de uno de los carteles de la droga más poderosos del mundo: el de Jalisco Nueva Generación
Muchos titulares de periódicos hablarán de ella como “la esposa de”. Pero Rosalinda González Valencia, de 58 años, tiene un apellido demasiado pesado para figurar exclusivamente en la historia criminal como la mujer de alguien. Está casada con Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho, uno de los capos más poderosos del mundo, que fundó en 2010 con meteórico éxito el cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y ha sembrado el terror y el caos en cada rincón de México. El currículo de su esposo es lo suficientemente llamativo como para eclipsar su figura. Pero la historia de El Mencho no se explica sin los Valencia. La sobrina hábil para los negocios de un poderoso narco de los noventa y heredera de un clan criminal, con cinco hermanos y dos hijos detenidos, ha aupado financieramente a los de Jalisco hasta lo que son ahora. La caída de la jefa hace temblar al cartel más temido del país.
González Valencia, alias La Jefa, ha sido detenida este lunes en un operativo del Ejército en Zapopan, a las afueras de Guadalajara. Pero no es la primera vez que la esposa de El Mencho y líder del clan de los Valencia es capturada y después liberada. Rosalinda pisó una cárcel por primera vez en mayo de 2018, también en Zapopan, poco antes de que el presidente Andrés Manuel López Obrador ganara las elecciones y en el marco de la guerra del anterior Gobierno de Enrique Peña Nieto contra el cartel Jalisco, su última batalla contra el narco. En septiembre de ese año fue puesta en libertad tras pagar una fianza de 1,5 millones de pesos (unos 72.000 dólares). Y en junio de este año un juez federal la vinculó al proceso de nuevo por estar relacionada con una red de 73 empresas que blanquearon 1.100 millones de pesos (unos 53 millones de dólares) para el cartel entre 2015 y 2016. De poco sirvió la audiencia, pues el magistrado concluyó que no había elementos de prueba suficientes y quedó de nuevo en libertad.
La carrera criminal de Rosalinda, según la información de las autoridades, no comenzó con su matrimonio. Su tío y patriarca de la familia, Armando Valencia, alias El Maradona, fundó uno de los carteles más poderosos en la década de los noventa, el del Milenio. La familia aguacatera originaria de Michoacán —cuna de los empresarios exportadores de esta fruta— supo pronto cómo diversificar su negocio desde la marihuana y la cocaína colombiana hasta las drogas sintéticas. Los del Milenio fueron de los primeros en esos años en especializarse en la elaboración de ese tipo de estupefacientes. Rosalinda y sus hermanos —las autoridades calculan que son unos 15, aunque la cifra varía desde 12 a 18— se dedicaron desde entonces a hacer crecer la empresa familiar de la droga y se reagruparon años más tarde en el conocido cartel empresarial de lavado de dinero Los Cuinis.
Los Cuinis, liderados por el hermano de Rosalinda, Abigael —preso en el Altiplano desde 2015—, son acusados por la DEA y la Fiscalía mexicana de funcionar como el brazo financiero y empresarial del poderoso cartel Jalisco Nueva Generación. Las autoridades consideran que son las dos caras de una misma moneda. Los de Jalisco, encabezados por El Mencho, se encargan del tráfico de drogas y sus operaciones, además de conquistar plazas, hacer la guerra a territorios enemigos y son los responsables de gran parte de la escalada de violencia que sufre México. Y, por el otro lado, Los Cuinis se han dedicado a levantar un imperio de establecimientos, desde clínicas de belleza hasta hoteles, restaurantes y ferias que le ha permitido al cartel lavar su dinero, y consolidarse financieramente como uno de los más poderosos del mundo.
La banda de los Valencia —cuyo nombre proviene de una pequeña ardilla conocida en Michoacán como cuinique, por su enorme capacidad para reproducirse— ha estado en la mira de las autoridades estadounidenses desde 2015. En ese año la DEA lo consideró como el cartel mexicano, vinculado al de Jalisco, con mayor capacidad económica del mundo. En febrero de ese año fue capturado en Puerto Vallarta (Jalisco) Abigael y continúa preso mientras esquiva, mediante trámites legales, un proceso de extradición a Estados Unidos. Después de él cayeron otros cuatro hermanos: José, Gerardo, Arnulfo y Ulises. José fue extraditado hace una semana a Estados Unidos desde Brasil, país al que huyó tras la captura de Abigael.
El matrimonio entre Rosalinda y El Mencho sellaba, como una alianza medieval, el poder de dos mundos. El de los bazucas y el de los dólares. El Mencho, de 55 años, originario también de Aguililla (Michoacán), había trabajado con la familia desde muy joven, vigilando sus campos de aguacate y después como operador en el tráfico de drogas. Se fue, como muchos de los hermanos Valencia a Estados Unidos, de mojado (ilegal), a los 14 años. Allí fue detenido a los 20 por posesión de droga y fue deportado. Como muchos otros, lo volvió a intentar al otro lado de la frontera. En 1994, con 28 años, fue detenido por vender heroína y devuelto a su país de nuevo. Algunos artículos lo relacionan en esos años con Abigael y una red de tráfico de drogas en California. Juntos formaron más tarde el poderoso grupo criminal.
La cacería contra Los Cuinis se cobró además otras víctimas. El único hijo varón de Rosalinda y El Mencho, Rubén Oseguera (El Menchito), y futuro heredero de la organización criminal fue detenido en 2015 y extraditado a Estados Unidos en 2020, después de tres intentos fallidos de capturarlo y enjuiciarlo en México. El cartel se vengó de la extradición con el asesinato de uno de los jueces mexicanos vinculados con el proceso, Uriel Villegas, acribillado a tiros en Colima junto a su esposa. Y unos días después de que el Menchito pisara suelo estadounidense, fue capturada su hermana, Jessica Johanna Oseguera, que había asistido a su audiencia en Washington, acusada de lavado de dinero.
El matrimonio fue testigo del auge del narco de los noventa y de la batalla entre los carteles de la droga por apoderarse de las plazas en los 2000. El acoso de los sanguinarios Zetas hizo que los Valencia huyeran de Michoacán. Y pronto, lo que quedaba del cartel del Milenio se configuró en el brazo armado de los históricos, los de Sinaloa, para acabar unidos a ellos. Antes de que se hicieran llamar Jalisco Nueva Generación, eran conocidos como Los matazetas. En septiembre de 2011, el emergente cartel dejó en una zona exclusiva de Boca del Río (Veracruz), en el corazón del territorio zeta, su carta de presentación: 35 cadáveres sobre el asfalto de la avenida de Ruiz Cortines. Y en 2015 ya se habían separado de los de Sinaloa y formado su propia organización. En ese año, tras un operativo fallido para detener al Mencho, derribaron un helicóptero militar con un lanzacohetes.
El cartel del Mencho ha ido creciendo a la sombra de otros más conocidos como Sinaloa, Los Zetas o Los Caballeros Templarios. Mientras las fuerzas de seguridad se centraban en romperles el espinazo a las grandes mafias durante la guerra de Felipe Calderón (2006-2012) contra el narco y que continuó Enrique Peña Nieto hasta 2018, el Cartel Jalisco Nueva Generación, relativamente joven, se iba apoderando, como un reptil, de los nichos que abandonaban sus enemigos.
Mientras esto sucedía, la familia de Rosalinda se encargaba de lavar sus cuentas. Entre los dos, controlan todo el territorio nacional y han sometido al país a las cifras más sangrientas de su historia, con más de 100.000 desaparecidos y casi 100 homicidios al día.
Con la caída de Rosalinda, que se suma a la de sus cuñados y sus hijos, el cerco al Mencho se estrecha. La fotografía de carné de identidad de su esposa tachada en rojo este lunes configura un esquema nuevo en el que pocos de los que fundaron originalmente el cartel, además de las hermanas pequeñas de Rosalinda y su cabecilla, se encuentran todavía libres.
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