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El incierto regreso a clases de 25 millones de alumnos mexicanos

El Gobierno de López Obrador ve con urgencia la vuelta a las aulas, pero las dudas se multiplican ante la ausencia de un plan definido en plena tercera ola de contagios de covid

Un alumno de la escuela primaria Emiliano Zapata en el Estado de Campeche, México.
Un alumno de la escuela primaria Emiliano Zapata en el Estado de Campeche, México.Nayeli Cruz
Elías Camhaji

El regreso a clases presenciales es inminente en México. “Llueva, truene o relampaguee”. Esa ha sido la consigna de Andrés Manuel López Obrador, que ha dejado claro que la vuelta a las aulas está en el tope de la lista de prioridades de su Gobierno. La urgencia es evidente. Un año y medio de pandemia se ha traducido en dos ciclos escolares en los que se ha perdido mucho: padres y madres de familia con doble o triple jornada laboral, profesores que batallan con la tecnología, estudiantes que desde que pasaron a secundaria o preparatoria no han pisado sus escuelas y deserciones cada vez más frecuentes por el impacto económico de la epidemia. Pero la reanudación de las actividades escolares encuentra al país en una encrucijada, provocada por el empuje de la variante Delta y una tercera ola de contagios de covid que tiene como principales afectados a los más jóvenes y a quienes no se han vacunado. A las puertas de que más de 25 millones de alumnos vuelvan a las escuelas, las autoridades no han presentado una estrategia definida para hacerlo, las dudas de la población se multiplican y el tiempo se viene encima, con el inicio de las actividades previsto para el próximo 30 de agosto.

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El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, dijo que se ajustarán los lineamientos sanitarios para que el regreso a clases presenciales sea considerado como una actividad esencial y ya no sea regulado por el semáforo epidemiológico, el polémico sistema de colores establecido por las autoridades para la llamada “nueva normalidad”. “No está sujeto a restricciones, aun cuando tengamos el semáforo rojo”, dijo el portavoz para la pandemia en una reunión virtual con los gobernadores del país celebrada el jueves. El exhorto a volver a las aulas fue secundado por la secretaria de Gobernación (Interior), Olga Sánchez Cordero. Y la semana pasada, la Secretaría de Educación Pública insistió en que se hará “con base en una estrategia nacional integral en la que participan todos”, pero no dio más explicaciones. Su titular, Delfina Gómez, ha tenido contadas apariciones públicas, incluso en la tribuna presidencial de las conferencias matutinas, desde que asumió el cargo en febrero.

“No hay plan”, lamenta Malaquías López Cervantes, especialista en Salud Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Regresar a clases lo más pronto posible es un asunto de la mayor prioridad, pero no se debe hacer a lo tonto”, cuestiona el médico, “no se ha dado ninguna recomendación ni se ha presentado ninguna normatividad por parte del Gobierno”.

Esas mismas dudas asaltan a algunos gobernadores, que han confesado, incluso, que no saben qué hacer con sus estudiantes. “A las madres y padres de familia, les quiero hacer una pregunta, considerando que tenemos una tercera ola de covid-19 más intensa, ¿creen que sea conveniente regresar a nuestros hijos a las escuelas? Ayúdenme a decidir”, se sinceraba el martes pasado el mandatario de Nuevo León, Jaime Rodríguez El Bronco, en sus redes sociales.

“Más que acabar con el escepticismo, el Gobierno lo está alimentando”, comenta Marco Fernández, investigador de México Evalúa. Por miedo a que sus hijos o ellos mismos se contagien, seis de cada diez mexicanos se oponen al regreso a clases, según una encuesta reciente del periódico El Financiero. “Es voluntario, pero sí necesitamos regresar a clases porque tenemos que reponer lo perdido, llevamos ya mucho tiempo con las escuelas cerradas y se está causando daño a la educación y daños también a todas las madres y padres de familia”, defendió López Obrador.

Fernández, que es también profesor del Tecnológico de Monterrey, cuenta que en esa institución ya se alistan para retomar el semestre la próxima semana, primero a distancia y poco a poco en modo presencial, con medidas como aforos limitados al 50%, pruebas aleatorias para detectar contagios e, incluso, análisis de aguas residuales para identificar la presencia del virus. Pero esa no es la realidad del país. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) encontró desde 2019 que ocho de cada diez inmuebles educativos tienen condiciones mínimas de sanidad, con problemas tan graves como la ausencia de agua potable. Otras instituciones de educación superior, con mayor margen de decisión que otros niveles educativos, buscan ser más cautas. La UNAM, la universidad más grande del país, ha dicho que iniciará el próximo lunes a distancia y que solo volverá al modelo presencial después de tres semanas consecutivas con semáforo verde y con uso obligatorio de cubrebocas.

Las enormes brechas de desigualdad no hicieron más que ensancharse durante la pandemia. “Tenemos una generación perdida y lo que es muy frustrante es que desde la comodidad del escritorio del burócrata, hablar de un modelo híbrido es muy fácil”, cuestiona Fernández y añade que el Gobierno no ha dado un impulso al acceso a Internet con precios reducidos ni ha invertido en la capacitación de los docentes, no solo en cuanto a protocolos sanitarios, sino sobre cómo lidiar con otros problemas que han dejado su huella en la pandemia, como la pérdida de seres queridos o trastornos de salud mental. “Hay que ser honestos, el riesgo cero no existe en ninguna parte del mundo, si abrimos las escuelas habrá algunos contagios, pero el tema es cómo los prevenimos”, sostiene el especialista.

Más que tener pupitres un poco más separados, López Cervantes insta a hacer énfasis en el uso de cubrebocas, el lavado de manos y la ventilación de las aulas. Y aunque el Gobierno ha puesto sus fichas en la vacunación, inmunizando como grupo prioritario a los maestros con la vacuna de CanSino, también hay escepticismo sobre la efectividad contra la variante Delta del fármaco chino, que no ha presentado estudios científicos como evidencia de su eficacia, critica el especialista. De parte del Gobierno federal, no hay mensajes claros sobre el rastreo de contactos ni planes anunciados de tests aleatorios ni estrategias diferenciadas por nivel educativo ni por avance del virus en cada región. “Las cosas no se resuelven por decreto presidencial”, dice Fernández en alusión a las palabras del presidente de que la decisión ya está tomada.

Al temor por la tercera ola se contrapone el hecho de que México es de los países del mundo que más tiempo llevan sin abrir las escuelas y que las experiencias de otros países han funcionado con un éxito relativo, apunta Andreu Comas, académico de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP). “El regreso es viable siempre y cuando se haga después del pico de contagios y bajo protocolos”, afirma el epidemiólogo. Comas recuerda que en junio ya hubo el regreso a clases de alrededor de un millón de niños en 13 Estados del país, sin mayores problemas. La iniciativa #AbreMiEscuela defiende que en esa reapertura apenas hubo 97 casos de covid en más de 23.000 escuelas y que la mayoría de los contagios se dieron fuera de las escuelas, no adentro.

El programa Virus Universitario, dice Comas, supervisó el regreso exitoso de una escuela en una comunidad marginada de San Luis Potosí y la clave fue la adopción de un protocolo proactivo: con grupos burbujas que no conviven entre sí, el apoyo de familiares para detectar síntomas, disminución del aforo, horarios escalonados, ventilación, filtros de entrada a alumnos y profesores, y aislamiento de casos, entre otras medidas. El epidemiólogo lo llama el modelo del queso gruyere: cada medida tiene hoyos por donde puede escapar el virus, pero cuando se pone cada capa encima de las demás la protección es mucho mayor.

El mantra de la Unicef ha sido que las escuelas deben ser “las últimas en cerrar y las primeras en abrir” y que los rezagos educativos por la pandemia “no pueden esperar”. Hoy México nada a contracorriente para resarcir las políticas que fueron, en distintos momentos, primer y último recurso para frenar los contagios. Lo hace en el segundo periodo más grave de la pandemia en el país por el número de infecciones, con un acumulado de casi tres millones de casos confirmados y cerca de las 250.000 defunciones por covid. Millones de alumnos, profesores y sus familias están a la expectativa.

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Sobre la firma

Elías Camhaji
Es reportero en México de EL PAÍS. Se especializa en reportajes en profundidad sobre temas sociales, política internacional y periodismo de investigación. Es licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico Autónomo de México y es máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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