Los bares y antros LGTBI en México: entre la supervivencia y la inclusión
Las restricciones aplicadas a comercios por la pandemia de la covid-19 han orillado a los negocios a diversificarse para evitar el cierre
La fiesta del orgullo para la comunidad LGBTI en México no se crea ni se destruye, pero la pandemia por la covid-19 la ha transformado. Las viejas noches de antro bajo los colores del arcoíris en el centro histórico o en la Zona Rosa de Ciudad de México ya no existen o son clandestinas. Las abarrotadas pistas de baile al ritmo de Alaska y Dinarama son una estampa que solo está en el recuerdo de la comunidad.
La pandemia le ha pegado duro a los negocios en México, pero en particular a los antros y bares a los que solía acudir la comunidad LGBTIQ, a quienes se les ha acortado la fiesta junto con las restricciones sanitarias. Luis Rivas recuerda que hace poco más de un año, El Baby, uno de los antros más icónicos para gais, lesbianas y personas transgénero, recibía hasta mil personas en un día. “Cerramos El Baby, pero abrimos este restaurante en donde igual hay oportunidad de pasársela bien, divertirse y celebrar el orgullo”, dice el ahora administrador del restaurante bar Tijuana, ubicado a un costado de la Alameda central.
Para no cerrar, Rivas contrató a varias drag queens que ahora funcionan como animadoras o meseras, al mismo tiempo que elaboran dinámicas encaminadas a fomentar la diversidad, como karaokes o loterías con temática gay. “Así, con estas medidas es como nos reinventamos para no parar la fiesta”, cuenta el administrador de este bar a quien no lo detiene ni la torrencial lluvia que azota sobre su negocio.
De acuerdo con cifras del Inegi, más de 1,1 millones de negocios en México han tenido que cerrar la cortina después del confinamiento por la pandemia de la covid-19. Para Ernesto Ruiz, gerente de El Marra, la afectación sigue presente luego de cerrar el proyecto de comida que creó como alternativa a su antro. “Es como salir otra vez del clóset, porque quieres seguir la fiesta, pero hacerlo seguro y no en la clandestinidad”, indica. “La gente prefiere ir a fiestas con ubicación secreta en vez de seguir con nosotros en los lugares establecidos”, comenta al teléfono.
Ruiz también recuerda que en El Marra se podían juntar unas 500 personas en la pista de baile, todos apretujados, festejando el orgullo sin importar la orientación sexual. “La idea de estos lugares, cuando son realmente inclusivos, es que acepten a todos”, dice. Al llegar la pandemia, los centros de diversión manejados por miembros de la comunidad LGTBIQ abrieron sus puertas a heterosexuales, menores de edad y a todo el que quisiera.
El orgullo de la comunidad que sobrevive a la pandemia
Es casi incompatible pensar en una fiesta del orgullo sin un beso, o con una distancia mayor a metro y medio para festejar. “La Puri nació como espacio para que llegaran todos, para que la vida nocturna fuera realmente diversa”, dice Elías Álvarez, gerente de La Puri, otro de los antros que tuvieron que cerrar hace un año por la pandemia.
Entre antros que se volvieron cantinas o restaurantes, tanto la Zona Rosa como el centro de Ciudad de México se sienten menos festivos. “Sin duda, los lugares LGBT son mucho más festivos que los bares tradicionales”, comenta Ruiz. Y aunque la nueva normalidad parece un concepto que está a la vuelta de la esquina, para los gerentes de los bares de esta comunidad hay una pérdida de identidad cuando se convierten los lugares de antro en centros de consumo de alimentos. “Yo me aferro a la idea de que se puede ejercer la libertad bailando, y habrá que esperar a que esto pase”, dice Álvarez, de La Puri, quien se negó a reconvertir su negocio.
La fiesta espera, pero el orgullo de la comunidad no. Aunque estos espacios han cambiado de hábitos para volverse centros cada vez más inclusivos, buena parte de los parroquianos espera que la pista de baile se vuelva a llenar.
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