Ravi Gupta: “Las mutaciones del coronavirus quizás harán que nos tome uno o dos años más recuperarnos”
Para este experto en microbiología, las variantes del virus dominarán la conversación mundial en los próximos meses, pero la clave contra la pandemia seguirán siendo las vacunas
Las llamadas variantes británica, sudafricana y brasileña del coronavirus han despertado dudas, miedos y preocupaciones en todo el mundo. “Más contagiosas”, “más resistentes a las vacunas” y “más mortales”: cada nuevo descubrimiento de los científicos sobre riesgos potenciales y cada adjetivo en la prensa sobre las nuevas versiones del SARS-CoV-2 han diluido la esperanza que se había ganado desde finales del año pasado con la llegada de las vacunas para hacer frente a la pandemia. Lo cierto es que los virus mutan todo el tiempo y que solo un puñado de cambios en su material genético están bajo la lupa de los especialistas y las autoridades sanitarias.
Una de ellas, la E484K (también llamada Erik por los genetistas), presente en muestras de las tres variantes más conocidas, ha encendido las alarmas en México después de que se encontrara en las últimas dos semanas en cinco personas contagiadas con la covid-19: cuatro casos en el Estado de Jalisco y uno en San Luis Potosí. Mientras el Gobierno mexicano apura las pesquisas epidemiológicas, EL PAÍS ha buscado a Ravi Gupta, profesor de Microbiología Clínica de la Universidad de Cambridge y uno de los investigadores que encabeza los esfuerzos para saber más de esta mutación, para despejar muchas de las inquietudes y de los temores que han surgido en los últimos días.
“Creo que estaremos bien”, afirma Gupta y asegura que aún no hay motivos para que la gente en México tenga que estar “mucho más preocupada que antes”, sobre todo porque los casos detectados con esta mutación aún son muy pocos. El pronóstico es más desalentador cuando se habla de la epidemia como una crisis global. “No hay duda de que las nuevas variantes harán más difícil la respuesta mundial contra la pandemia”, asevera. “Las mutaciones quizás harán que nos tome uno o dos años más recuperarnos”, advierte, “la buena noticia es que se han podido fabricar vacunas y el punto más importante es que se siga teniendo acceso a esas vacunas”.
Las miradas del grueso de los investigadores están puestas en la proteína espiga, que es la que permite al coronavirus penetrar e invadir las células de nuestro cuerpo. La proteína espiga también es el blanco de las vacunas que se han desarrollado, porque se busca que nuestro sistema inmune pueda detectar y actuar ante esta “amenaza”. Gupta explica que la E484K es precisamente una mutación en la proteína espiga del SARS-CoV-2. “Está en un lugar crítico para la interacción entre esta proteína y los receptores de nuestras células”, dice por teléfono, “este cambio o mutación, que estamos viendo en nuevos virus como los que se han encontrado en Brasil o Sudáfrica, puede afectar la respuesta de nuestros anticuerpos y eso es lo que preocupa a mucha gente”.
Las variantes brasileña o sudafricana tienen varias mutaciones en comparación con la versión “original” del virus, pero la E484K se clasifica como una mutación de escape porque es probable que al eludir más fácilmente las defensas de nuestro cuerpo provoque una versión más grave de la enfermedad. Los cambios en la proteína espiga también pueden hacer que las vacunas sean menos eficaces, apunta Gupta. “Las mutaciones pueden permitir que el virus siga infectándonos y a las demás personas”, señala el virólogo, recientemente incluido en la lista de la revista Time de las 100 personas más influyentes del año por conseguir la cura de un paciente con VIH. El llamado paciente de Londres es apenas la segunda persona del mundo en superarlo.
Un botón de muestra de los argumentos de Gupta es el caso de AstraZeneca en Sudáfrica. El país suspendió esta semana la aplicación de esa vacuna después de que un estudio mostrara baja eficacia contra la variante predominante ahí, que es un 50% más contagiosa según los últimos datos, sobre todo en casos leves. La farmacéutica dijo que invertirá para desarrollar un nuevo prototipo, probablemente disponible para finales de año. Más tiempo y dinero. La información que se tiene —y este es uno de los matices recurrentes del científico durante la conversación— no es suficiente para decir que la vacuna sea inútil o que otras vacunas con tecnología similar, como la Sputnik V, tengan estos problemas. Hay que probar caso por caso, vacuna por vacuna. “Quizá una vacuna no detenga los contagios, pero tal vez sea útil para evitar que la gente se muera. Creo que muchos se han olvidado de que al final lo más importante es proteger la vida de las personas”, comenta.
Por los hallazgos recientes sobre la transmisibilidad y la respuesta inmune, si los países ven cada vez más casos con este cambio en el material genético del virus es necesario que las autoridades sanitarias estén alertas, agrega. El continente americano, que concentra la mayor cantidad de nuevos casos en el mundo, es uno de los terrenos de interés en el campo de las mutaciones porque “si no se controlan los contagios, es probable que surjan nuevas variantes”.
En su opinión, las restricciones de viaje que ha impuesto el Reino Unido a sus residentes, por ejemplo, son una buena forma de reaccionar, aunque reconoce que no son sostenibles por mucho tiempo. Sugiere aumentar la aplicación de pruebas y fortalecer la detección de contagios. La mejor forma de protegerse, afirma, es el distanciamiento social y acelerar la aplicación de vacunas. “Se necesita dar un empujón a las vacunas”, insiste, “es necesario que los países inviertan más, que se gasten más dinero en esto”.
La mayor parte de las secuencias genéticas de las diferentes versiones del virus se han publicado en el Reino Unido. Es, sin duda, el país que más investigación ha hecho, mientras que el resto del mundo apenas se ha empezado a sumar a los esfuerzos. Gracias a eso se han podido conocer en las últimas semanas variantes como la japonesa y algunas en Estados Unidos. El hecho de incluir los gentilicios en los nombres coloquiales de las variantes ha sido polémico, con cuestionamientos de que puede ser, incluso, ofensivo.
Gupta no comparte esta opinión porque los nombres técnicos, como B.1.1.7 en el caso de la variante británica, pueden ser demasiado confusos. “Si el público no puede entender de lo que estamos hablando, corremos el riesgo de que no puedan seguir las recomendaciones; usar jerga científica y palabras que no se entienden es la forma más fácil de tener ese problema”, comenta, aunque dice que es importante que las personas entiendan que esos adjetivos solo quieren decir que se descubrió ahí. “La comunicación es importante para acabar con el alarmismo”, recomienda, “parece que las variantes dominarán la conversación en los próximos meses”. “No todo es negativo”, dice Gupta, “de alguna forma es positivo si ayuda a que la gente se tome todo más en serio”.
La E484K ha sido llamada erróneamente la “mutación mexicana” en algunos medios locales. Justamente, lo que las autoridades intentan determinar es cómo surgió una mutación que suele verse en la variante sudafricana y brasileña en casos que, hasta donde se sabe, no viajaron al extranjero. Una hipótesis, dice Gupta, es que “como muchos de nosotros nos hemos contagiado, es probable que virus sea capaz de mutar para seguir infectando a más personas”. De cualquier modo, cinco casos no son suficientes para hablar de una nueva variante. “Si se encuentra un virus que se identifique por primera vez ahí y que tenga muchas mutaciones, ya se puede hablar de una variante”, aclara el investigador, “no basta solo una mutación, se necesitan unas cuantas para demostrar que ha evolucionado de una forma específica: hay muchas mutaciones sucediendo en muchas partes del mundo”.
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