Muere el provocador artista plástico mexicano Arturo Rivera
El pintor y escultor, a medio camino entre la innovación y la rebeldía, ha fallecido por una hemorragia cerebral a los 75 años
El artista plástico Arturo Rivera (Ciudad de México, 1945) ha fallecido este jueves por la madrugada a causa de una hemorragia cerebral, según ha confirmado su hija, Emilia Rivera Mejía, en sus redes sociales. Rivera tenía 75 años y vivía en Ciudad de México. El Instituto Nacional de Bellas Artes de México ha lamentado "el sensible deceso del reconocido artista, quien deja un trascendente legado en la plástica del país”.
“Hay realidades que no existirían si Arturo Rivera no las hubiese pintado”, escribió el crítico de arte Carlos Blas Galindo, que lo definió como un artista que “irrumpía en la realidad con el propósito inconsciente o no, inconfesado o no, de trastornarla”. Con escenarios cerrados y de tonos opacos, y retratos de cuerpos que se esconden pero que abren la profundidad de su mirada al observador, Rivera logró capturar la vulnerabilidad y oscuridad de sus sujetos a partir de la pintura, el grabado y la escultura. “Rivera pinta aquello que no es posible conseguir sino pintando”, sentenció Blas Galindo.
Rivera se había formado en la gráfica, la pintura y el dibujo en la Academia San Carlos de Ciudad de México, donde ingresó en 1963. Después se especializó en serigrafía en la Escuela Art City Lit de Londres, de donde egresó en 1974. El artista vivió por ocho años en la ciudad de Nueva York, donde trabajó como ayudante de cocina, en construcción y en una fábrica de pinturas mientras producía su obra. En 1979, el pintor Max Zimmerman vio su trabajo en el Instituto Latinoamericano de la calle Madison y lo invitó a Alemania como profesor en la Academia de Arte de Dusseldorf. Tras un año de trabajo con Zimmerman, Rivera volvió a México –donde se estableció hasta su muerte– invitado por el Museo de Arte Moderno, donde expuso por primera vez en 1981. Desde entonces, el nombre de Rivera empezó a sonar en el mundo del arte moderno mexicano y se convirtió en un pintor de referencia del país en el exterior.
Rivera es recordado entre sus colegas por tener un carácter difícil, explosivo, y fácilmente peleaba con sus mecenas o con otros artistas. Pero al mismo tiempo es recordado por tener una la paciencia infinita para aconsejar a los jóvenes artistas que lo admiraban, e influenciar a decenas de ellos. El pintor mexicano Marco Zamudio conoció al Rivera a mitad de los años noventa en el Museo de arte moderno y, al mostrarle una carpeta con su trabajo de principiante, Rivera lo invitó a frecuentar su enorme taller en la colonia Condesa durante varios meses. “Recuerdo que siempre allí había música rock o música clásica, desde Mano Negra hasta Bach”, dice Zamudio, quien considera que el mayor aporte de Rivera al arte mexicano fue “redignificar el dibujo en la pintura.” Rivera se hizo artista en una época que apreciaba más el arte abstracto o conceptual y, en ese movimiento, él fue una rareza: defendía el realismo en el arte dibujando casi fotográficamente la anatomía de su cuerpo, de inséctos, o de los muertos. “Es el padre del nuevo realismo mexicano”, dice Zamudio.
“Para todos los artistas que pintamos, Rivera es una referencia”, dice Javier Avilés, otro de los pintores que Rivera influenció e impulsó en los últimos años. Rivera, dice Avilés, organizó varias exposiciones con artistas jóvenes en las que aprovechaba su fama internacional para impulsar el trabajo de los menos conocidos. “Nos apoyaba siempre a conseguir espacios para exponer nuestro trabajo", recuerda Avilés, quién expuso con Rivera hace varios años y aún lo consultaba –por mensaje de texto– sobre cómo mejorar sus pinturas. “Hace una semana él aún estaba lúcido”, cuenta el pintor. Hace pocas semanas Rivera estaba peleando en redes sociales contra la casa de Subastas Morton que –equivocadamente– había promocionado un cuadro como si fuera de su autoría. “No la pinté yo nunca. El que la compre va a gastar una buena lana”, escribió Rivera en Facebook.
En 2003, Rivera fue distinguido por el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, México (MARCO), como “maestro del arte mexicano del siglo XX” y en 2005 obtuvo el Gran Premio de la segunda Bienal Internacional de Arte de Beijing con un óleo de más de tres metros de ancho por dos metros de altura realizado expresamente para el encuentro. Rivera participó de numerosas exposiciones grupales en ciudades como Nueva York, Roma, París, Londres, Múnich, Berlín o La Habana, y gran parte de su obra se mantiene en colecciones privadas de Ciudad de México, Estados Unidos, Suiza y Finlandia.
Rivera, un innovador por su apego al clasicismo que preponderaba la emoción contenida y el mensaje por sobre una técnica compleja, también fue considerado un provocador por sus fuertes críticas al mundo académico y a las tendencias del arte moderno mexicano. En una de sus últimas entrevistas, en 2016, lamentaba el cambio de nombre de su alma mater, la Escuela de Artes Plásticas de México: “Y fíjate la brutalidad, ahora es Facultad de Artes y Diseño, que quiere decir que el pintor va a hacer licenciatura, maestría y doctorado, ¿cómo?, ¿si es doctor va a pintar mejor?”, decía. Fiel a su estilo Rivera criticó en esa misma entrevista el panorama de arte contemporáneo que veía en México, donde “todo está basado en el Ready Made, se descontextualiza un objeto, se le encuentra una ‘explicación fantástica’ y se vende en miles de dólares”. Para Rivera, la pintura tenía el único propósito de conmover, al igual que la poesía y la música. “Lo otro es muy complaciente, lo otro diría que es diseño”, sentenció. “Esto a mí me sale, es mi origen. Y es lo que les digo a los jóvenes, que ser original no es pensar en aquello que no se ha hecho, es todo lo contrario, es un trabajo de introspección y de mucho trabajo para llegar a tu origen, si tienes talento, por supuesto. Yo no me parezco ni a Tamayo, ni a nadie. Yo soy yo".
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