China y la UE se miran de reojo para un posible acercamiento ante las amenazas de Trump
El republicano muestra suavidad frente a Pekín en los primeros compases de su presidencia, sin desatar una guerra comercial. Mientras, Bruselas exhibe su apertura a profundizar los lazos con el gigante asiático
Todos estaban esperando la llegada de Donald Trump. Ahora, con las cartas repartidas y el grueso rotulador del magnate volando sobre los informes en el Despacho Oval, es el momento de los envites y los amagos. Entre los primeros garrotazos del republicano sorprende la suavidad en el trato a China, después de las recurrentes amenazas en campaña. No hay, de momento, aranceles ...
Todos estaban esperando la llegada de Donald Trump. Ahora, con las cartas repartidas y el grueso rotulador del magnate volando sobre los informes en el Despacho Oval, es el momento de los envites y los amagos. Entre los primeros garrotazos del republicano sorprende la suavidad en el trato a China, después de las recurrentes amenazas en campaña. No hay, de momento, aranceles ni prohibición de TikTok.
En el foro económico de Davos, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y también el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, han mostrado su apertura a profundizar la relación con la República Popular. La jefa del Ejecutivo comunitario mantuvo su línea dura, pero habló de “oportunidad” para ampliar lazos comerciales y de inversión. Guiños, quizá, ante la amenaza tarifaria que también ha ondeado Trump contra la UE. Aunque es pronto para sacar conclusiones, en los primeros compases se intuye un póquer geopolítico donde se vislumbran nuevas estrategias y realineamientos. Y en el que China puede ganar protagonismo.
“Si Estados Unidos impone aranceles a la UE, ¿qué se supone que tiene que hacer la UE?”, se interroga una fuente diplomática europea radicada en Pekín. Una salida natural, añade, sería un acercamiento a China. En este mundo caótico, con el gran disruptor en la Casa Blanca y en el que las viejas alianzas se tambalean, el gigante asiático puede ser sinónimo de “estabilidad” para España y la UE, concluye esta fuente.
China, mientras, permanece a la espera. Algunos altos funcionarios confiesan que confían en ese acercamiento hacia la UE este año. El Gobierno se ve mejor preparado para una eventual batalla comercial contra Estados Unidos que durante el primer mandato de Trump. En Pekín la sensación es de impasse: las calles se vacían, porque estos días la gente regresa a sus pueblos para pasar en familia el Año Nuevo chino (el 29 de enero arranca el de la serpiente). Y da la impresión de que la Administración comunista se toma unas vacaciones mientras se recolocan las piezas del puzle geopolítico.
Bruselas lleva unos años de mensaje endurecido hacia el gigante asiático, en la estela de Washington, y ha alicatado en los últimos meses su muro defensivo para tratar de nivelar una balanza comercial descompensada. En octubre impuso de forma definitiva aranceles a los coches eléctricos chinos, un zarpazo que ha llevado a los dos bloques a las puertas de una guerra comercial. Pero el camino puede aún desandarse, sostiene la citada voz diplomática: la negociación sigue abierta. Y añade otro punto de interés: Pekín, con su ascendente sobre Rusia, puede ser de ayuda para lograr la paz en Ucrania.
La de Sánchez fue una de las primeras voces comunitarias en suavizar el mensaje hacia China. “Una guerra comercial no beneficiaría a nadie”, dijo en su último viaje a China, en septiembre. España se ha convertido en destino de inversiones de compañías chinas en sectores vinculados a la transición energética. En Davos, esta semana, tendió la mano hacia Pekín: “Uno de los retos que tenemos por delante en la UE”, ha agregado el presidente español, “es cómo definimos una relación común hacia China positiva y constructiva, y por supuesto exigente”.
En el discurso, Sánchez trazó además una línea divisoria frente al “pequeño grupo de tecno-billonarios que ya no se conforman con detentar un poder económico casi total: ahora también quieren el poder político”. Un dardo directo contra magnates como Elon Musk (al que no citó), motor de la reelección de Trump con sus millones y la alquimia algorítmica en la red social X, de su propiedad.
Hay quien ha alertado de que esta tendencia podría llevar a Madrid a un choque con Washington. “Se dirigen hacia una ruptura estratégica”, titulaba el diario hongkonés Asia Times esta semana un artículo de opinión firmado por Michael Walsh, investigador afiliado al Lasky Center für Transatlantische Studien de la Universidad Ludwig-Maximilians de Múnich (Alemania). “Sánchez no es fan de Trump ni de los multimillonarios de derechas que le apoyan, lo que pone en peligro una asociación estratégica crucial”, rezaba el subtítulo.
El artículo no analizaba un eventual acercamiento a China. Pero sí advertía de la distancia existente entre Madrid y Washington en los debates políticos sobre los objetivos de gasto de los países de la OTAN, las operaciones israelíes en Gaza y el impacto de Silicon Valley en la democracia. “La Administración de Donald Trump no responde bien a los líderes mundiales que lanzan ataques públicos contra sus partidarios”, advertía.
Soluciones “en interés mutuo”
“No veo yo un cambio drástico en la relación UE-China”, puntualiza otra fuente diplomática comunitaria en Pekín, cuando se le cita el reciente discurso de Von der Leyen, también desde Davos. La jefa del Ejecutivo comunitario dedicó buena parte a China. “Creo que debemos comprometernos constructivamente con China para encontrar soluciones en interés mutuo”, dijo por un lado, recordando que en 2025 se cumple medio siglo de relaciones diplomáticas entre la UE y la República Popular. “Lo veo como una oportunidad para comprometernos y profundizar nuestra relación con China y, en la medida de lo posible, incluso para ampliar nuestros lazos comerciales y de inversión”.
Alertó, por otro lado, del “shock chino” que podría provocar la sobrecapacidad alentada por el Estado, de las medidas comerciales defensivas y del “de-risking [reducción de riesgo]”: los viejos conocidos. Pero subrayó la intención de seguir negociando con Pekín, y de abrirse a otros actores del mapa, como la India. “Este nuevo compromiso con países de todo el mundo no es solo una necesidad económica, sino un mensaje al mundo. Es la respuesta de Europa a la creciente competencia mundial”. Global Times, diario oficialista de Pekín, ha interpretado su discurso “divido” como un reflejo del dilema de la UE en su política hacia China.
Los tiempos cambian. Y el discurso de Von der Leyen contiene menos espinas que aquel otro pronunciado en marzo de 2023, en vísperas de su primera visita pospandémica a Pekín, cuando acusó a China de querer cambiar el orden mundial para imponer su dominio, de manejar sus herramientas “de coerción económica comercial” y políticas de desinformación para ello. En Davos no hubo nada de eso. “Este es el momento de comprometerse más allá de los bloques y los tabúes”, señaló.
Llamadas entre Washington y Pekín
Hasta ahora, Trump ha mostrado un perfil más bien sedoso hacia Pekín. Hubo una llamada con el presidente chino, Xi Jinping —“buena, amistosa”, según dijo el magnate en la cadena Fox News— antes de su investidura; luego, concedió una prórroga para que la red social de vídeos cortos china TikTok siga en funcionamiento. También conversó este viernes el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, con su homólogo en el país asiático, Wang Yi.
En la llamada, Wang aseguró que los lazos entre las dos potencias han llegado a “una nueva e importante encrucijada”. El objetivo, dijo, ha de ser encontrar “la forma correcta de que China y Estados Unidos se lleven bien en la nueva era”, de acuerdo con la nota oficial de Pekín. Rubio subrayó que la Administración Trump buscará una relación “que promueva los intereses estadounidenses y ponga al pueblo estadounidense en primer lugar”, según el comunicado de Washington.
A pesar de las amenazas en campaña de imponer aranceles de hasta el 60% a los productos chinos, y del anuncio de que podría golpear con otro 10% por la implicación china en el tráfico de fentanilo, de momento no hay nada. Y Trump ha asegurado que no descarta incluso llegar a un acuerdo comercial con Pekín: “Pero tenemos un gran poder sobre China”, enseñó los colmillos en Fox, “que son los aranceles, y ellos no los quieren, y preferiría no tener que usarlo, pero es un poder tremendo sobre China”.
“Estamos todavía en juegos de artificio”, señala Javier Solana, exjefe de la diplomacia comunitaria y ex secretario general de la OTAN. Hace notar que ya hay una respuesta de la UE, que señala que no le gusta Trump y, aún menos, la mezcla de Trump con Musk. “Y, por lo tanto, si se pone Trump a hacer chulerías, pues tenemos que hacer alguna chulería, digamos”, prosigue. “Pero aquí no hay nada todavía, todo son fogatas. Tenemos que ver cuál es el primer movimiento que hace Trump realmente con las tarifas”.
El también exministro de Exteriores español, y ahora presidente de EsadeGeo —el Centro de Economía Global y Geopolítica de la escuela de negocios barcelonesa—, añade que la UE no va a estar en ningún caso en “una posición antichina total”: al contrario, “quiere tener una relación lo más fluida y lo más pactada posible con China”. En cuanto a la presunta suavidad de Trump con el gigante asiático, recuerda que Musk tiene en Shanghái la mayor fábrica de vehículos Tesla fuera de EE UU. Una ola arancelaria contra los eléctricos chinos no le beneficia. La presencia de intereses del hombre más rico del mundo, amigo y tuitero en jefe de Trump, tendrá previsiblemente influencia en las negociaciones. “Vamos a ver cómo se arreglan esas cosas entre Musk y Trump, ¿no?”, zanja Solana. “Estamos todavía en el capítulo cero”.