Ucrania entra en la cuenta atrás para decidir la guerra a su favor

La ausencia de avances en el campo de batalla provoca presiones de Estados Unidos y ansiedad en la sociedad ucrania, cuando se cumple un año y medio desde la invasión rusa

Un hombre empuja la silla de ruedas de un militar ucranio frente a un tanque ruso destruido expuesto en el centro de Kiev, durante los festejos del Día de la Independencia, este jueves 24 de agosto.Foto: ASSOCIATED PRESS/LAPRESSE (APN) | Vídeo: EPV

Una fila de tanques y piezas de artillería rusas calcinadas o inservibles se han exhibido esta semana en la avenida Khreschatyk, en el corazón de Kiev. Coincidiendo con el 24 de agosto, Día de la Independencia de Ucrania, miles de ciudadanos se acercaron al desfile de estos trofeos de guerra. Irina D. tiene 46 años y un hijo de 22 que vive con ella. Irina D. tomaba fotos el pasado jueves de una columna de piezas de artillería Mstsa-S captura...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Una fila de tanques y piezas de artillería rusas calcinadas o inservibles se han exhibido esta semana en la avenida Khreschatyk, en el corazón de Kiev. Coincidiendo con el 24 de agosto, Día de la Independencia de Ucrania, miles de ciudadanos se acercaron al desfile de estos trofeos de guerra. Irina D. tiene 46 años y un hijo de 22 que vive con ella. Irina D. tomaba fotos el pasado jueves de una columna de piezas de artillería Mstsa-S capturadas al enemigo. La mujer, partidaria de expulsar a los rusos de todos los territorios ocupados, no tenía inconveniente en dar su apellido para ser citada en EL PAÍS, hasta que una pregunta la dejó fuera de juego y se sinceró pidiendo anonimato: ¿Aceptaría una guerra de liberación que dure una década si eso implica que su hijo tenga que ir al frente? “Prefiero que los rusos se queden con [la región del] Donbás que ver a mi hijo combatiendo”.

El jueves se cumplió un año y medio desde el inicio de la guerra rusa contra Ucrania y el tiempo corre cada vez más rápido para el país invadido. La ausencia de resultados en el campo de batalla está provocando ansiedad en la sociedad ucrania, pero también entre los aliados de Kiev, en especial, en Estados Unidos. Las Fuerzas Armadas ucranias iniciaron el pasado junio la ofensiva más esperada, con la que han contado con un suministro de armas de países de la OTAN que, según escribió a finales de 2022 el general Valeri Zaluzhni, comandante en jefe ucranio, permitiría reconquistar los territorios perdidos desde el inicio de la invasión.

Las expectativas en la contraofensiva ucrania eran muy elevadas, pero la realidad apunta a un desenlace menos optimista. El Pentágono filtró la semana pasada a The Washington Post información clasificada en el que se da por hecho que las tropas de Zaluzhni no conseguirían ningún objetivo significativo en 2023, en especial, reconquistar la ciudad de Melitópol, en el sureste del país. Melitópol se ubica en la provincia de Zaporiyia y su liberación sería determinante para cortar el eje militar ruso que controla la costa del mar de Azov y los territorios hacia el sur, media provincia de Jersón y el acceso por tierra a la península de Crimea.

Críticas estadounidenses

Altos mandos militares estadounidenses también criticaban esta semana en The New York Times que el avance ucranio se está basando en una estrategia equivocada en la que se prioriza no tener bajas elevadas, algo que es inevitable cuando un ejército ataca, y en dispersar sus fuerzas en exceso en múltiples frentes en vez de concentrarse en el de Zaporiyia. “Solo con un cambio de táctica y un giro drástico puede cambiar el tiempo de la contraofensiva”, afirmaba un oficial militar estadounidense a The New York Times. Ninguno de los dos bandos comunica sus bajas, pero el Pentágono informó el 18 de agosto que, según su recuento, Rusia contaba en estos 18 meses con 120.000 soldados muertos y unos 180.000 heridos; Ucrania, según los números militares estadounidenses, sufrió 70.000 muertes y hasta 120.000 bajas por heridas.

En Washington hay otro reloj en marcha y que también va en contra de los intereses ucranios: el de las elecciones presidenciales, que se celebrarán en noviembre de 2024. El favorito para ser candidato del Partido Republicano, Donald Trump, ha dejado claro que, en caso de ser elegido presidente, interrumpirá la ayuda militar a Ucrania.

El coste de la ayuda militar, financiera y humanitaria para Ucrania por parte de sus aliados es ingente: Estados Unidos ya ha aportado a Kiev 113.000 millones de dólares (104.000 millones de euros, más de la mitad dedicado a material militar) y el presidente, Joe Biden, ha pedido este agosto al Congreso que apruebe un nuevo paquete de 40.000 millones. Según el Instituto para la Economía Global de Kiel, que monitoriza periódicamente el apoyo internacional a Ucrania, el total de la ayuda recibida por Kiev en los primeros 15 meses de la guerra ascendía a 165.000 millones de euros. Para entender las dimensiones de esta asistencia, el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea aportaron 288.000 millones de euros a Grecia entre 2010 y 2015 para evitar la quiebra del país. Estados Unidos invirtió 2,3 billones de dólares en dos décadas de ocupación en Afganistán, entre 2001 y 2022, una media de 110.000 millones por año.

Un desgaste insostenible a largo plazo

Cada vez más voces advierten de que el desgaste de un conflicto a gran escala como el de Ucrania es insostenible a largo plazo. Sintomático de ello fue la reunión secreta que mantuvo el pasado julio en Nueva York el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, con veteranos diplomáticos estadounidenses. El fin, establecer un canal diplomático que permita abrir negociaciones en el futuro para terminar con la guerra, “afrontando aspectos como el destino de los territorios que Ucrania no será capaz de liberar”, según informó la televisión NBC.

Las declaraciones más amargas para Ucrania, que reflejan la creciente presión sobre Kiev, las expresó el 15 de agosto el jefe de la oficina del secretario general de la OTAN, Stian Jenssen, durante un foro político en Noruega, cuando contempló que una opción para que el país acceda a la Alianza Atlántica sería la cesión de parte de su territorio a Rusia. Aunque Jenssen matizó posteriormente sus palabras, su intervención ha marcado desde entonces el debate político en Ucrania.

Una niña pasa ante vehículos rusos expuestos en el centro de Kiev, este jueves 24 de agosto, durante la celebración del Día de la Independencia. CATHAL MCNAUGHTON (EFE)

El mantra repetido por las cancillerías occidentales es que las Fuerzas Armadas ucranias deben reconquistar todo el territorio que sea posible para partir de una mejor posición cuando llegue el momento de negociar el fin de la guerra. Así lo recordó el presidente francés, Emmanuel Macron, en una entrevista del 23 de agosto para Le Point: “Mi deseo es que la contraofensiva ucrania pueda devolver a todo el mundo a la mesa de negociación para que se alcance una solución política en las condiciones más favorables”. Macron añadió que deben ser los ucranios los que establezcan las condiciones de la negociación. Y las condiciones ucranias son, por el momento, explícitas: no habrá concesiones. Así lo indica el plan de paz propuesto por Zelenski y así lo estipuló una resolución aprobada por la Rada [la cámara legislativa] el 23 de agosto en la que se pedía prohibir por ley renunciar a cualquier región ocupada por Rusia a cambio de terminar la guerra.

Defensas rusas sólidas

El problema es que la contraofensiva no está cumpliendo con las expectativas que había creado la propia cúpula militar ucrania. Los precedentes llamaban al optimismo. Rápidas contraofensivas en verano y otoño de 2022 liberaron la provincia de Járkov por completo y la mitad occidental de la provincia de Jersón. Pero el contexto respecto a hace un año es muy diferente porque desde entonces, Rusia ha levantado 800 kilómetros de estructuras de defensa, triples líneas de obstáculos antiblindados, campos de minas y una red de nidos de ametralladoras, búnkeres y de fosos de artillería. El resultado es que en dos meses y medio, el único avance significativo ha sido un corredor de unos 12 kilómetros de largo en el frente de Zaporiyia. Melitópol todavía está a 65 kilómetros de las tropas ucranias.

La incorporación de los tanques alemanes Leopard y de cientos de blindados de infantería de la OTAN, además de nuevas piezas de artillería autopropulsadas occidentales, mejores que las predominantes en el campo de batalla, las de fabricación soviética, eran utilizadas por la propaganda ucrania como una suerte de refuerzo invencible. Durante los preparativos de la contraofensiva, en una entrevista con EL PAÍS del pasado abril, el general Sergéi Melnik se mostraba convencido de que el poder de fuego ucranio forzaría en algún punto del frente la huida de las tropas rusas, abriendo una grieta determinante en las defensas del invasor. Nada de esto ha sucedido de momento.

Hay otros factores que han sido clave en el éxito defensivo ruso. La destrucción de la presa de Nova Kajovka, el pasado junio, alteró la orografía del río Dniéper, que delimita el frente de guerra en el sur, convirtiéndolo en un accidente geográfico todavía más complejo de superar militarmente. Así lo confirmaba un informe de aquel mes de junio del Centro para Estudios Internacionales y Estratégicos, un instituto de análisis de defensa de Estados Unidos: las fuerzas ucranias afrontarían más obstáculos porque, o bien aumentó la anchura del río en algunos tramos, o bien la mayor parte de lo que antes era un espacio navegable en lanchas rápidas ahora son lodazales que la cúpula militar ucrania requiere de tiempo para estudiar sobre cómo superarlos. La catástrofe ecológica de la presa, que los servicios de inteligencia ucranios y occidentales dieron por hecho que fue dinamitada por el invasor, fue utilizada por Valeri Guerásimov, jefe del Estado Mayor ruso, para reubicar buena parte de sus hombres en el frente sur al este, a Donbás, Járkov y sobre todo, Zaporiyia.

El refuerzo desde el frente sur ha servido también para relevar a las unidades del grupo de mercenarios Wagner, que tras la intentona de golpe de Estado del pasado junio han sido apartadas por el Kremlin del escenario bélico. Cerca de 32.000 paramilitares de Wagner tomaron parte en la invasión, una fuerza con la que Rusia por el momento no puede contar, sobre todo tras el vacío dejado por la muerte de la cúpula de Wagner el pasado jueves en la explosión del avión en el que viajaba, y en el que también falleció su líder Yevgueni Prigozhin.

En la teórica militar contemporánea se considera imprescindible, para el éxito de un ejército que ataca, tener superioridad aérea. Un tercer hecho decisivo en contra de los intereses ucranios es que Rusia cuenta con 10 veces más aviones y helicópteros que Ucrania. La red de baterías de defensa antiaérea móviles de ambos contendientes ha dejado en un plano secundario el uso de aeronaves para ataques en el frente, pero Kiev lamenta que las lentas y difíciles negociaciones para obtener aviones de combate de la OTAN, en concreto, los F-16 estadounidenses, han lastrado sus probabilidades de éxito. Ya en el mes de marzo, el portavoz de las Fuerzas Aéreas ucranias advertía en rueda de prensa que sin los F-16, “la contraofensiva no tendrá éxito”. Finalmente, tras ocho meses de discusiones con la Administración de Biden, Estados Unidos autorizó este agosto que Países Bajos y Dinamarca entreguen a Kiev 61 aviones F-16.

Dmitro Kuleba, ministro de Exteriores ucranio, replicaba el pasado 20 de agosto, en una entrevista al diario Bild, a las dudas que estaba generando el estancamiento en el frente: “Lo que pido a los analistas es que sean más prudentes y que sus predicciones sean a largo plazo. Necesitamos más recursos en el largo plazo para obtener más resultados en el corto plazo. Tengan confianza, tengan paciencia, la victoria es un trabajo duro”.

Irina Vereshchuk, ministra ucrania para los Territorios Ocupados, fue más explícita en un comunicado del 15 de agosto, un texto que provocó miles de respuestas críticas en las redes sociales. En el documento, Vereshchuk afirmaba: “Tenemos que ser honestos, el camino a la victoria será largo y duro. Tenemos que prepararnos para una guerra duradera. Ciudadanos y autoridades, todos tienen que adaptarse a una guerra larga y dura.” El Kyiv Post publicó un extenso e inusual reportaje con una veintena de testimonios de ciudadanos de la capital que replicaban a la ministra que se negaban aceptar vivir durante años en una guerra a gran escala. El cansancio de la población empieza a ser una preocupación para el Gobierno, alertaba un análisis de The Economist del 20 de agosto. “Puede ser que tras un año más de guerra, los ucranios empiecen a estar cansados”, decía en una entrevista del pasado diciembre con este diario el experto estadounidense en Ucrania Paul D’anieri: “Así es como acostumbran a terminar las guerras, con la gente tan casada que acaban aceptando cosas que al principio no habrían aceptado”.

Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.

Sobre la firma

Más información

Archivado En