López Obrador tiene 10 días para desactivar el desafío más grave desde que tomó posesión
Tras la amenaza de Trump de imponer aranceles, el presidente mexicano tiene ante sí la prueba más difícil de su Gobierno justo cuando cumple sus primeros seis meses en Palacio Nacional
Son 10 días bajo máxima presión. El ultimátum de Trump de imponer aranceles generales a partir del 10 de junio a productos si México no pone freno a la inmigración ha puesto al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador en modo de crisis. La contingencia creada por la más reciente amenaza del republicano era inesperada y ha tomado por sorpresa a una Administración que se ve obligada a atajar un problema social y que, de no hacerlo, podría acarrear graves consecuencias para la economía del país y llevarla a la recesión. López Obrador tiene ante sí la prueba más difícil de su Gobierno justo cuando cumple sus primeros seis meses en Palacio Nacional.
No fueron las numerosas caravanas de migrantes que habían llenado las carreteras del sur del país ni una gran protesta social lo que ha desatado la emergencia. Ha sido Trump mediante su arma favorita, las redes sociales. Economistas como Luis de la Calle, no obstante, aseguran que la propuesta de los aranceles, que incrementarían del 5% hasta el 25%, puede encontrar resistencias internas importantes en Estados Unidos, que el año pasado importó 345.000 millones de dólares en productos mexicanos.
La carta que envió López Obrador a Trump como respuesta al anuncio de la noche del jueves tuvo reacciones encontradas. La posición ha tenido el respaldo de la Conferencia Nacional de gobernadores y de la mayoría de los partidos de la oposición. Pero también se han escuchado voces críticas. El canciller del presidente Vicente Fox, Jorge Castañeda, la calificó de “patética” y “ridícula”. El exministro de Exteriores del Gobierno conservador la consideró ingenua ante lo que es una amenaza directa del presidente más poderoso y cuyo capricho saldría muy caro en un país que dirige al norte el 80% de sus exportaciones.
Otro exfuncionario como Arturo Sarukhan, embajador de México en Estados Unidos entre 2007 y 2013, dijo que la respuesta de México debía haber incluido “líneas rojas”. El diplomático se refería a una medida similar a la que el Gobierno de Felipe Calderón impuso en 2009 decretando aranceles a 90 productos agrícolas en represalia a una violación a una cláusula del entonces vigente Tratado de Libre Comercio. De la Calle afirma que estas espirales de venganzas son desaconsejables. Sin embargo, otras invitaciones a la acción no se han hecho esperar en una lluvia de ideas ante una presidencia en busca de estrategia.
Pero ni Castañeda, Sarukhan o Calderón trataron con un presidente tan abiertamente hostil contra sus vecinos del sur. Las formas de Trump obligan a diplomáticos y expertos en comercio a explorar territorios que no han sido transitados en la relación bilateral. Marcelo Ebrard, el canciller de López Obrador, ha viajado a Washington este viernes para celebrar reuniones preparatorias con socios y aliados de cara a una cumbre que se celebrará el miércoles para discutir las amenazas de un presidente que busca la reelección en 2020.
Ebrard tendrá que esgrimir allí una defensa de la que se habla poco en México. El país ha endurecido, como se lo ha pedido la Administración Trump desde diciembre, la mano con la que recibe a las decenas de miles de centroamericanos que ingresan al país rumbo al norte. Esto incluso ha provocado una política contradictoria. El discurso de López Obrador es de bienvenida a los migrantes del Triángulo del Norte y de Cuba, pero cuando llegan a territorio mexicano estos se topan con una realidad muy distinta. En mayo, las autoridades migratorias detuvieron a 22.600 migrantes y deportaron a más de 15.600. El número de expulsados ha crecido a ritmo vertiginoso desde los 5.600 contabilizados en enero. Las deportaciones de mayo rompen la marca que abril había logrado para el último trienio. A pesar de la impresión de Trump, México es una máquina de deportaciones, pues ha superado las 50.000 en estos meses. Está respondiendo a las presiones del norte. Pero Washington espera más.
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