_
_
_
_
PENSÁNDOLO BIEN
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El Chapo, final de temporada

En su juicio nada se dijo sobre la droga que pasa por la frontera que debe recorrer ilegalmente miles de millas para llegar a Nueva York o Chicago por vías controladas por las supuestamente eficaces e incorruptibles autoridades de EE UU

Jorge Zepeda Patterson
Una imagen de Joaquín Guzmán proporcionada por la DEA.
Una imagen de Joaquín Guzmán proporcionada por la DEA. AP

El melodrama compitió con la trama judicial hasta el último momento. A decir de las crónicas, más románticas que judiciales, El Chapo parecía menos interesado en la resolución del jurado que seguir con la mirada a su esposa y asegurarle con un gesto romántico su amor eterno. Así concluyó el juicio del narco más famoso de las últimas dos décadas, un show convertido en temporada mediática, a pesar de que todos dábamos por descontado el final: veredicto de culpabilidad y muy probable sentencia a cadena perpetua.

Es un show que, por desgracia, confirma todos los clichés tan convenientes y acomodaticios para las buenas conciencias norteamericanas en el tema de las drogas: en efecto, las pruebas y testimonios muestran que los narcos mexicanos son sanguinarios, astutos, maestros en el arte de corromper autoridades, hombres todopoderosos que dominan a Gobiernos endebles. Pero sobre todo, confirma lo que las series de televisión han mostrado una y otra vez: los capos latinoamericanos son responsables del tráfico de drogas que victimiza a tantos estadounidenses.

Más información
También los pobres amenazan a López Obrador
Un presidente con prisa
Poderes salvajes
40 días y 40 noches

Como todos los clichés, este también pone en evidencia tanto como lo que esconde. Porque, es cierto, resulta imposible negar después de dos fugas de la prisión (también cinematográficas) y una vigencia de 25 años, que la justicia mexicana simple y sencillamente no podía en contra del líder del cartel de Sinaloa. O para decirlo rápido, que no puede en contra del crimen organizado.

Todo ello es cierto, pero solo es una parte del fenómeno. El cliché convierte a los capos en origen y explicación del tráfico de drogas, cuando en realidad no son más que el instrumento al que recurre la realidad para satisfacer una necesidad, el consumo, expresado en una derrama descomunal cifrada entre 20.000 y 40.000 millones anuales de dólares, según la fuente que se utilice.

La narrativa con la que se justifica el juicio en contra de El Chapo en Nueva York, al margen de su correlato jurídico, se centra en los crímenes cometidos en contra de los ciudadanos de aquel país. Como si se tratase de una fuerza satánica, prohijada en tierras sin ley ni Dios, que asciende a la superficie, cruza la frontera y llega al mundo prístino y civilizado a pervertir a sus habitantes.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Para muchos mexicanos, el fenómeno opera justamente al revés. La ley nunca ha campeado en estos reinos, es cierto, pero fue el enorme flujo económico procedente del norte y su terrible capacidad corruptiva lo que infiltró a las policías y puso de rodillas al sistema de justicia. Son las armas automáticas introducidas clandestinamente por la frontera las que otorgan el poder de fuerza imbatible a los sicarios de los carteles. En suma, el verdadero combustible del tráfico de las drogas son las armas, el dinero y la adicción made in USA.

La realidad seguramente se encuentra en algún punto entre estas dos versiones. Cualquiera de ellas, por sí misma, caricaturiza un fenómeno complejo que victimiza a unos y a otros. Por desgracia, lo que vimos durante el juicio de El Chapo fue justamente una sola de estas versiones.

Nada se dijo sobre el hecho de que la droga que pasa por la frontera debe recorrer ilegalmente miles de millas para llegar a Nueva York o Chicago por vías de comunicación controladas por las supuestamente eficaces e incorruptibles autoridades estadounidenses. Se habla de la porosidad de la frontera mexicana que permite el trasiego desaforado de la cocaína o la pasta para la heroína, pero no se dice nada sobre la frontera estadounidense que permite el paso de armas y bultos de dinero, más voluminosos que la droga misma.

Pero los fiscales neoyorquinos estaban el negocio de ver la paja en ojo ajeno, no la viga en el propio. La revelación en varios capítulos del triángulo amoroso entre El Chapo, su amante y su esposa, ofreció a los medios de comunicación la vertiente melodramática para sostener la atención y los ratings imprescindibles. Pero sobre todo permitió mantener el interés en una historia que tenía como protagonista a un hombrecillo que en el fondo resultó muy inferior a su leyenda. Cruel y rapaz, enamoradizo, provinciano y sentimental, pero sin más profundidad que su tozudez para deshacerse del rival en turno y para fornicar con la mujer que se pusiera en su camino.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_