Kerry Kennedy: “EE UU no ha estado tan dividido como en 1968”

La hija de Robert Kennedy rememora en una entrevista la lucha de su padre a favor de los derechos civiles y defiende su legado en la era Trump

Robert F. Kennedy lleva a su hija Kerry a cuestas en el Gran Cañón, en julio de 1967. A su lado está su esposa, Ethel KennedyGETTY

Kerry Kennedy tenía 9 años cuando el 5 de junio de 1968 su padre, Robert Kennedy, moría asesinado en las cocinas del hotel Ambassador de Los Ángeles. Acababa de dirigirse a sus seguidores para celebrar su victoria como candidato demócrata a la presidencia de EE UU en las primarias de California cuando tres disparos de Sirhan Sirhan, un inmigrante palestino, truncaron su imparable ascenso, sumando su destino al de su hermano, JFK. Para una generación con el fallecimiento de Robert Kennedy des...

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Kerry Kennedy tenía 9 años cuando el 5 de junio de 1968 su padre, Robert Kennedy, moría asesinado en las cocinas del hotel Ambassador de Los Ángeles. Acababa de dirigirse a sus seguidores para celebrar su victoria como candidato demócrata a la presidencia de EE UU en las primarias de California cuando tres disparos de Sirhan Sirhan, un inmigrante palestino, truncaron su imparable ascenso, sumando su destino al de su hermano, JFK. Para una generación con el fallecimiento de Robert Kennedy desaparecían las esperanzas de lograr para EE UU un presidente capaz de tender puentes entre razas y clases sociales, de buscar la unidad en un momento en el que el país estaba fracturado por la lucha por los derechos civiles y la oposición a la guerra de Vietnam. Kerry Kennedy se niega a hablar sobre esa fatídica noche en una entrevista concedida telefónicamente a EL PAÍS apenas un mes antes de que se conmemore el 50º aniversario de esa fecha. Quiere evitar a toda costa cualquier pregunta de carácter personal, pero se explaya a borbotones cuando se le pide hablar del legado de su padre y no rehúye confrontar su forma de ver y hacer política con la del actual presidente, Donald Trump.

EE UU necesita responder a la pregunta de cómo somos, cómo nos vemos y a dónde queremos ir

Kerry Kennedy es la única de sus 11 hermanos que ha decidido seguir la estela de su padre en materia social. En 1986 fundó el Centro Robert Kennedy de Derechos Humanos, dedicado a promover la educación y los derechos civiles en EE UU y el resto del mundo. Kerry Kennedy se expresa con firmeza y con la cadencia y determinación que el antiguo fiscal general del Estado usaba en sus alocuciones públicas cuando se le pregunta qué hubiera hecho su padre de haber llegado a Casa Blanca.

“Durante su campaña él apelaba a la “paz, la justicia y la compasión hacia todos aquellos que sufren”. Eso es por lo que EE UU hubiera estado a favor si mi padre hubiera sido presidente. Creo que ahora cuando se mira a este país nadie cree que esos sean los valores que se defienden, pero mi padre habría luchado por institucionalizarlos”. Podría parecer que cuando Kerry Kennedy habla sobre Robert Kennedy lo hace desde el prisma que supone ser la hija de una figura histórica, cuya influencia política y social y su carisma personal, como los de su tío, el presidente John F. Kennedy, se ha ponderado hasta la saciedad. Pero sus palabras, lejos de estar viciadas por el tamiz del peso de ser la sucesora de un mito, se sustentan firmemente en los discursos de su padre -que cita de memoria- y en sus acciones.

“Pasó toda la campaña hablando de justicia social, económica y racial con lo que no creo que hubiéramos llegado a vivir la violencia y los enfrentamientos que hemos visto estos años. Habría puesto fin a la guerra de Vietnam y se habría esforzado por limitar el poder de la industria militar. Durante su etapa como fiscal general trató de impedir que la CIA se inmiscuyera en cambios de regímenes políticos o asesinatos políticos. La historia en Argentina, Chile, Brasil, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Timor Oriental, Congo, incluso Oriente Próximo, hubiera sido diferente. EE UU se hubiera aliado con aquellos que luchaban por la democracia y los derechos humanos”, abunda.

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Robert Kennedy viajó por todo el mundo defendiendo esos valores democráticos, una visión multilateralista de la política exterior que en nada se parece al aislacionismo que propugna Trump. “La tarea fundamental que debemos hacer los estadounidenses es preguntarnos qué papel ocupamos en el mundo y cómo nos vemos a nosotros mismos. Ahora mismo mucha gente en este país adora a Trump, su autoritarismo y la falsa imagen que proyecta sobre una América en la que es maravilloso vivir si eres blanco y de clase media y bastante horrible si eres mujer, afroamericano, latino o inmigrante, una imagen de la posguerra. Creo que no es a esa época a la que la gente quiere regresar. EE UU necesita responder a la pregunta de cómo somos, cómo nos vemos y a dónde queremos ir”.

Mi padre era un hombre de determinación moral. Lo movía el amor

La América de Trump parece más polarizada que nunca: el presidente está levantando un muro para impedir que los inmigrantes que vienen de México crucen la frontera; gobierna de manera imprevisible e insulta a la prensa y a todo el que no esté con él. Su forma populista y autoritaria de entender la política es similar a la de muchos otros líderes en Europa o Asia. Muchos ven inevitable comparar la situación actual con la de hace 50 años. Kerry Kennedy tiene claro que la situación de 1968 era peor. “No creo que nuestro país haya estado tan dividido como entonces. Necesitamos mirarlo con perspectiva. En EE UU, 125 ciudades estaban en ebullición, incendiadas literalmente por las protestas de los jóvenes contra la guerra de Vietnam. La Primavera de Praga dio lugar a manifestaciones y enfrentamientos en París, Alemania y Hungría. África estaba inmersa en la espiral del anticolonialismo. Mi padre habló mucho sobre la necesidad de tener una visión de paz y fue realmente el único político en unir a blancos y negros, jóvenes y viejos, ricos y pobres. Y él les hablaba con realismo. No se conformaba con decirles: “Podemos lograrlos, sino que les advertía: “Esto va a conllevar sacrificios por vuestra parte”. Él era honesto, no le decía a la gente lo que quería oír y por eso confiaban en él”.

El mejor consejo que a Kerry Kennedy le dio su padre fue el de leer y ser activa en la búsqueda de la paz. “Cada vez que discutía con mi hermano, siempre nos obligaba a estar callados y a escuchar en silencio y sin interrumpirnos la versión que cada uno teníamos de nuestra riña. Luego nos hacía darnos un beso, pedirnos perdón el uno al otro e ir a nuestra habitación a leer durante una hora”. Una estrategia familiar, la única licencia personal que se permite en toda la conversación, que Kerry Kennedy proyecta en su forma de hacer política. “La paz no es algo por lo que solo debamos rezar. Tienes que actuar para generar paz. Tienes que dejar de ver a tu hermano como un enemigo, tienes que encontrar las vías para encontrar la paz, para crear la paz”, cuenta con vehemencia.

Mi padre era honesto, no le decía a la gente lo que quería oír y por eso confiaban en él

Kerry Kennedy defiende que el legado de su padre es más necesario ahora que nunca y pone, de nuevo, el impacto de sus discursos como ejemplo. “La misma noche del asesinato de Martin Luther King él se dirigió a los ciudadanos de Indianápolis, la mayoría negros, y les habló de la muerte de su propio hermano: “A todos vosotros que estáis pensando en provocar disturbios, en apelar a la violencia, todo lo que puedo deciros es que os entiendo porque un miembro de mi familia también fue asesinado”, recuerda Kerry Kennedy. “Imagina a un político que se presentaba para presidente diciéndoles: “Entiendo vuestro instinto”, es algo increíble, inimaginable. “Pero eso no es por lo que luchaba Martin Luther King. Eso no es lo que nuestro país necesita. Lo que no necesitamos es violencia, sino justicia para el otro y compasión hacia el otro”. Esa noche hubo altercados en 125 ciudades, pero Indianápolis se mantuvo tranquila”, explica. “Al día siguiente ofreció otro discurso en Cleveland y habló de la violencia de las instituciones. Habló de la violencia de las escuelas donde no hay libros para poder enseñar a los alumnos, de la violencia de decirle a un chaval negro que tiene que estar en el colegio para obtener un trabajo cuando todo el mundo sabe que no hay trabajos para los negros. Esa era una realidad que todos debían afrontar, la injusticia del sistema y la necesidad de abordarla como sociedad”.

No obstante, está convencida de que hoy en día hay mucha gente que puede recoger el testigo de su padre, no solo entre los políticos de la bancada demócrata. “Los jóvenes estudiantes que están liderando el movimiento en contra de las armas, son un ejemplo del espíritu de mi padre”, afirma.

Para Kerry Kennedy, los discursos de Indianápolis y Cleveland, junto con el que ofreció en Ciudad del Cabo, en 1966, son los que mejor delimitan cómo era Robert Kennedy como político. Ella opta por los términos “un hombre de imaginación moral” para definir a su padre. “A él lo movía el amor y supo expresar ese sentimiento a través de una valentía extraordinaria”.

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