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Después del terremoto, ¿el cambio?

El sismo del 19-S deja muchas interrogantes, entre ellas si tendrá consecuencias políticas en las elecciones de 2018

Luis Pablo Beauregard
Peña Nieto besa a una mujer en Taxco, Guerrero.
Peña Nieto besa a una mujer en Taxco, Guerrero.Cuartoscuro

Los terremotos de septiembre dejaron más de 460 muertos en México. Los siniestros de los días 7 y 19 también dejaron constancia de la mejor imagen que el país puede dar de sí mismo. El lento retorno a la normalidad comienza a difuminar en el recuerdo las escenas de solidaridad ciudadana que inundaron las calles tras el desastre. A diferencia del sismo de 1985, la tragedia de hogaño sorprendió a los mexicanos con una elección presidencial a la vuelta de la esquina. Una pregunta flota en el aire: ¿tendrá el terremoto consecuencias políticas? 

“A las elecciones de 2018 se le atravesó este sismo”, dice Marco Rascón. Este activista fue fundamental en la conformación de asociaciones de víctimas tras el terremoto de 1985. Formó parte de la Asamblea de barrios y de la Coordinadora única de damnificados. En ese entonces, el terremoto afectó principalmente a inquilinos de clase baja que ocupaban viviendas en el centro como las colonias Doctores y Guerrero. Muchas familias vivían hacinadas en apartamentos olvidados por los propietarios y con rentas congeladas desde la década de los 40. “Eran invisibles para las políticas públicas y para el entonces Departamento del Distrito Federal”. 

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Aquellas organizaciones de víctimas y damnificados dieron una primera respuesta política al régimen hegemónico en 1988. El PRI derrotó entonces a Cuauhtémoc Cárdenas en unas cuestionadas elecciones presidenciales. Los movimientos populares trazaron el camino para que la izquierda se hiciera con el Gobierno de la Ciudad de México en 1997. Y desde entonces, no han abandonado el poder. “A partir del 85 los asuntos tuvieron que tratarse de manera distinta; la sociedad se hizo más exigente y ya no hubo retorno al pasado”, dijo Javier Hidalgo, exdirigente de la Coordinadora Única de Damnificados y fundador del PRD en la Ciudad de México, en un foro organizado por la UNAM por los 20 años del terremoto de 1985. 

El perfil de los damnificados en Ciudad de México de 2017 es distinto. Se trata, sobre todo, de condóminos de zonas gentrificadas y de clase media. La onda sísmica que cruzó la ciudad de sur a norte, de Xochimilco a Lindavista, agitó a una sociedad que ya daba muestras de hartazgo. “La energía social está encontrando canales o expresiones en grupos que ya venían articulándose desde hace varios años”, considera Sergio Aguayo, investigador de El Colegio de México. El académico, especialista en los grupos de la sociedad civil, cree que las plataformas organizadas que luchan contra la corrupción, el urbanismo salvaje y en favor de la transparencia y el medioambiente se están convirtiendo en recipientes de estos nuevos actores sociales. “Están canalizando con conocimientos y asesorías a vecinos y jóvenes que descubren que quieren participar políticamente”. 

Los analistas coinciden en el diagnóstico que originó la crisis. “Hay un sentimiento general de crítica al sistema de partidos y una necesidad de cambio”, asegura Rascón. “El sismo ha creado un tsunami que va contra los políticos. El mensaje sigue siendo: ‘estamos hasta la madre de ustedes’”, afirma el experto en demoscopia Guillermo Valdés. 

La crisis provocada por el terremoto no ha sanado las fracturas entre los políticos y la sociedad. Una encuesta reciente afirma que el 56% de los mexicanos cree que fue buena o muy buena la respuesta del presidente Enrique Peña Nieto ante los terremotos. Sin embargo, el 80% de la población considera que sigue igual o ha empeorado la imagen que tiene del Gobierno del PRI. “Esto no fue suficiente para cambiar de golpe la historia que se ha visto con este presidente”, asegura Valdés, socio de GEA/ISA. El analista cree que la aprobación del presidente, hoy en un 16%, podría subir “dos o tres puntos” si mantiene la buena imagen. 

“Es un hecho que están preocupados los partidos, el INE (el árbitro electoral) y el Estado porque hay algunas reacciones organizadas en algunos temas. Pero para que haya consecuencias tiene que haber consistencia en estas organizaciones”, dice Aguayo. 

Los políticos han intentado reaccionar tras la crisis. En medio de la emergencia nació un incipiente debate sobre el financiamiento de los organismos políticos. La discusión se originó por la gran indignación ciudadana provocada por los 6.700 millones de pesos (366 millones de dólares) que tendrán los políticos para gastar en campaña el próximo año.  

No está claro si la efervescencia ciudadana podrá tener una salida inmediata en las elecciones del 1 de julio de 2018. “Depende de cómo resolverán los partidos la demanda de austeridad y transparencia… si no responden a estas inquietudes habrá condiciones favorables para que crezca un candidato independiente”, asegura Valdés. Por el momento, el horizonte parece lejano. A pesar del descrédito de los políticos, un 63% de los electores apostaría por un candidato de partido. Hoy solo un 12% apoyaría a un ciudadano a la presidencia. 

Los terremotos de septiembre, de 1985 y 2017, tienen paralelismos. Pero también muchas diferencias. En aquel entonces el presidencialismo era muy fuerte y la oposición muy débil. Eso ha cambiado. “La geografía de la efervescencia es real. La capital será vanguardia del cambio, como lo ha sido desde 1968”, puntualiza Aguayo.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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